Mostrando entradas con la etiqueta relatos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta relatos. Mostrar todas las entradas

sábado, 21 de febrero de 2015

Crónica de los mecanismos invisibles que se desvelaron en la ciudad de Madrid





Nadie había podido prever el hundimiento de la ciudad. Ni los geógrafos que trazaban mapas del subsuelo según la disposición de las vísceras en los atlas de anatomía, ni los físicos que predecían las tormentas escuchando la música de las esferas celestes. Dos distritos enteros del centro de Madrid se hundieron en apenas unos minutos, produciendo una nube de polvo tan densa que los habitantes de la ciudad tuvieron que permanecer en sus casas durante cuatro días y cuatro noches. La mañana del quinto día se apresuraron a asomarse al enorme agujero que acababa de abrirse. Madrid se había convertido en un abismo.

Aquella misma mañana llegaron los funcionarios enviados por el Estado. Después de varios días en el fondo del agujero, llegaron a una conclusión irrefutable: el derrumbamiento era consecuencia de un sabotaje. Durante más de seis décadas, los miembros de una sociedad secreta cuya composición y estructura se desconocían habían realizado pequeñas excavaciones en la red de sótanos y catacumbas que dormía bajo la ciudad. Habían escogido cuidadosamente el lugar exacto de sus excavaciones, de forma que su labor pasase desapercibido hasta el momento del derrumbe. Según los informes de los funcionarios, a partir de la tercera década de excavaciones – que se calculó en torno al 2014-, éste podría haberse producido en cualquier momento. Durante las tres décadas siguientes, los miembros de la sociedad secreta habían cavado en medio de la incertidumbre, incapaces de predecir los resultados de su cuidadosa labor de sabotaje. Los informes estatales nunca lo dijeron, pero el sabotaje no era más que un acto de sincronía. Como todas las ciudades, Madrid contenía los abismos y las tormentas en su subsuelo. El derrumbamiento no era más que el ajuste de los mecanismos invisibles que permitían que, en ocasiones, las tormentas se desatasen y los abismos devorasen las ciudades.





[El relato ha sido publicado originalmente en la revista Skeimbol, que podéis ver AQUÍ. Echadle un vistazo porque es una maravilla]


martes, 10 de febrero de 2015

De las autopsias realizadas por William Harvey y John Hunter, que violaron la ley de dios y desvelaron la belleza oculta en el interior de las vísceras





William Harvey. Descubridor de los mecanismos que hacen circular la sangre por el interior del cuerpo, Harvey sabía que todos los secretos acaban por ser desvelados. También sabía que la belleza a veces adopta formas extrañas, que frecuentemente adquiere la forma de las vísceras y de los mapas, de los cuerpos que habitan el fondo de los estanques y de aquellos que recorren los caminos incansablemente hasta llegar a ciudades de lenguas y costumbres extrañas. Harvey había diseccionado cientos de animales hasta conseguir establecer la teoría de que el corazón era el órgano encargado de impulsar la sangre por el interior de venas y arterias, pero su teoría no estaba completa. Sabía que en el cuerpo humano el proceso era el mismo, pero necesitaba demostrarlo. En la Inglaterra del siglo XVII, las autopsias estaban prohibidas. Alteraban el orden de las cosas, la ley natural que establecía que las vísceras deben permanecer en el interior de los cuerpos, que no deben ser desveladas a los ojos de los hombres. Pero la práctica de la medicina requería cadáveres, y los estudiantes y médicos los robaban de los cementerios cuando caía la noche. Todos excepto Harvey, que detestaba excavar en la tierra, arrastrar cuerpos en medio de las sombras, manipular cadáveres desconocidos. Cuando por fin consiguió demostrar su teoría lo hizo con unos cuerpos que no necesitó robar de un cementerio: llevó a cabo con sus propias manos la autopsia de su padre y de su hermana. La belleza a veces adopta formas extrañas.


John Hunter. Ardiente defensor de la experimentación en la práctica de la medicina, Hunter había realizado decenas de autopsias. Todas ellas a cadáveres robados, cuerpos que diseccionaba en la oscuridad de su sótano, en mitad de la madrugada. Había pasado un siglo desde que Harvey estableciese su teoría de la circulación de la sangre, pero las autopsias seguían estando prohibidas. Dios seguía siendo egoísta, seguía guardando para él la belleza de la descomposición de los cuerpos. Hunter buscaba cadáveres con afecciones extrañas, deformados por la enfermedad, marcados por tumores y pústulas. Fue entonces cuando conoció a Charles Byrne, un famoso gigante irlandés enfermo de tuberculosis. Hunter ordenó a varios de sus criados que siguiesen a Byrne día y noche hasta que muriera. Ansiaba su cadáver, tener sobre su mesa de autopsias el extraño cuerpo del gigante, poder diseccionar sus órganos, analizar sus deformidades. Byrne se asustó por la persecución y puso en su testamento  que arrojaran su cadáver al mar cuando muriera. Hunter desembolsó una fortuna en sobornos a la empresa funeraria, pero logró su sueño: el cortejo fúnebre se detuvo en una taberna, como estaba pactado, y allí sacaron el cuerpo del ataúd y lo sustituyeron por un saco lleno de piedras. 

miércoles, 28 de enero de 2015

Prólogo a los diarios de Santa Gema





De todas las entradas que componen el diario de Gema Galgani, la del dieciocho de junio  de 1899 es probablemente la más hermosa de todas, pero también la más terrible. En ella Gema describe la aparición de las heridas que abrirán su piel y marcarán su cuerpo a partir de entonces. Dios le ha concedido el más atroz de todos los dones: la posesión de los estigmas. “Los bellos santos salvajes afilan sus dientes debajo de mi cama. Después salen y muerden mi piel con sus pequeños dientecitos. Puedo oírles susurrar sus oraciones pronunciadas en la lengua de los afiladores de guillotinas y las vendedoras de lámparas. Dios es hermoso como un carnicero adolescente.”- escribe Gema.

Apenas tiene veintitrés años, pero desde ese día los estigmas aparecerán en su cuerpo con mucha frecuencia. Al principio las heridas son pequeñas, arañazos de apenas dos o tres centímetros en las palmas de las manos y los empeines de los pies. Gema oculta con guantes las cicatrices, esconde las marcas a los ojos inquisitivos de la familia Giannini, con la que vive desde que quedó huérfana. Sin embargo, con el tiempo la situación empeora. Gema se sumerge en crisis cada vez más profundas, en abismos cada vez más oscuros. Cae en éxtasis que se prolongan durante horas. En medio de la alucinación y el delirio, es capaz de ver el futuro, de predecir la muerte. Febril y convulso, su cuerpo comienza a sudar sangre. Además de los signos de los clavos, aparecen las llagas de la flagelación. “Dios se divierte aplastando mi cuerpo a martillazos”, escribe Gema.

A pesar de los largos vestidos que la cubren es incapaz de esconder las heridas. Luca es un pueblo demasiado pequeño, y los vecinos murmuran detrás de las puertas. El temor se extiende en casa de los Giannini, que ven convulsionar el cuerpo de Gema en éxtasis luminosos y terribles. Deciden consultar con varios médicos, dejar que la ciencia ilumine los abismos en los que está sumida la joven. Pero las lámparas no alumbran el fondo de los estanques. Las pruebas y los diagnósticos se suceden, pero ninguno parece poder explicar lo que le ocurre a la joven. “Estúpidos, estúpidos, estúpidos”- escribe Gema- “No sabéis nada. No habéis entendido que el amor infinito es infinitamente doloroso. No se puede amar a un caimán sin ser mordido por sus dientes, imbéciles”.
El único consuelo de Gema es el ángel que se le aparece cada noche en medio de la oscuridad de su habitación. La primera vez que lo vio tenía apenas quince años. La enfermedad devoraba su cuerpo y cavaba túneles en su cerebro, pero aquel ser traía consigo la calma. “Es hermoso como una plaga de langostas” –escribe Gema-. “Como los locos que bailan en medio del incendio con las manos atadas a la espalda”.

Sin embargo, con el paso del tiempo el ángel se va volviendo cada vez más violento. Sentado en el borde de la cama, grita a Gema, la regaña por cada acto insignificante, le hace llorar de terror. “Mi ángel se ha convertido en un insecto gigante y terrible”, escribe Gema con diecisiete años. La visiones de aquel ser la acompañarán el resto de su vida. Leyendo sus diarios resulta difícil precisar el momento exacto en el que se da cuenta de que no podrá huir, de que está condenada a habitar el abismo. Quizá el 17 de enero de 1896, cuando aquel insecto alado y terrorífico le obliga a rechazar la petición de matrimonio y jurar voto de castidad. Quizá dos años más tarde, el 4 de abril de 1898, cuando el ángel le entrega la cuerda con la que mortificará la carne de su vientre, el látigo con el que se flagelará. Quizá en realidad el momento exacto no importe. Quizá siempre había sabido que no es posible escapar de los abismos que llevamos dentro.

En septiembre de 1901 comienza el periodo más oscuro en la vida de Gema. Su forma de escribir es cada vez más confusa. La realidad se le escapa entre los dedos. “Nada es tan importante como el dolor” –escribe- “porque conservará vuestras facciones  intactas en medio de la melancolía. Nada es tan importante como la melancolía, porque evitará que la escarcha destroce vuestras cosechas. Envenenad el agua de los pozos, los que conocemos la destrucción aseguraremos la pureza. Envenenad la sopa antes de poner la mesa, porque poner la mesa es la única forma de rezar que conocemos nosotros los melancólicos. La violencia es sagrada, esto debéis recordarlo. Aquello que no merece ser exterminado con violencia no merece existir. Recordad esto cuando agarréis por los cabellos a los insomnes y os zarandéis con la frente pálida por el peso de la culpa. Recordad esto cuando le cortéis los cabellos a un hombre moribundo. Recordad esto cuando los santos salvajes hayan devorado mi pecho”.

Febril y alucinada, Gema no es capaz de entender que la tuberculosis avanza por sus pulmones. Solo tiene veintitrés años, pero no vivirá mucho más. Debilitado por las numerosas enfermedades que ha padecido y por las constantes lesiones infringidas, su cuerpo se resiste a continuar viviendo. El 11 de abril de 1903 la enfermedad acabará definitivamente con su vida. La última entrada de su diario, fechada solo tres días antes de su muerte, resultará curiosamente profética. En medio de su delirio, Gema es capaz de percibir la proximidad de su fallecimiento: “Todos lloraréis sobre mi lecho y pondréis monedas debajo de mi lengua. Todos lloraréis sobre mi lecho y colocaréis nidos de luciérnagas sobre mi frente. Todos lloraréis sobre mi lecho y os amputaréis los dedos en señal de respeto. Arrojaréis mi cuerpo en medio de las cosechas, pero eso no os librará de la culpa. Os arrancaréis los cabellos con vuestras propias manos, pero eso no os librará de la culpa. Moriré bella y miserable y los mendigos trenzarán libélulas en mi cabello. Moriré bella y miserable y conoceréis las grandes máquinas de la tristeza. Mi muerte será hermosa pero vosotros nunca conoceréis otra cosa que el invierno”.

En 1940, treinta y siete años después de su muerte, el Papa Pío XII canonizará a Gema Galgani, que a partir de entonces será venerada como Santa Gema. En Madrid, en una iglesia de la calle Leizarán, se conserva una reliquia de la santa: en una pequeña urna de cristal todavía puede verse latir un pedazo de su corazón.




[Todos los datos que aparecen en el texto son reales. De hecho, Gema Galgani llegó incluso a escribir una breve autobiografía a petición de su confesor, Actualmente se conservan algunos fragmentos y es posible encontrarlos en la red. Se sabe que también tenía un diario en el que escribía regularmente, pero nunca se encontró]

jueves, 22 de enero de 2015

Una historia de traición

[Ejecución de miembros de Naradnoia Volia]




Vera Figner, miembro del comité ejecutivo de Naradnoia Volia está en su casa en la pequeña ciudad rusa de Karkov cuando recibe la terrible noticia: la imprenta clandestina de Odesa, responsable de la difusión de las ideas de la sociedad secreta, acaba de caer. Las pérdidas son incalculables. La policía no solo ha desmantelado toda posibilidad de continuar imprimiendo periódicos y panfletos, sino que además ha detenido a las cinco personas encargadas de las publicaciones. Después de años de actividad revolucionaria han sido muchos los compañeros detenidos y encarcelados, pero esta vez han caído camaradas fundamentales para la sociedad secreta, militantes que llevan años en la clandestinidad. Vera no teme la traición, pero sabe que las torturas de la policía secreta rusa pueden ser muy persuasivas.

Unos días más tarde, recibe una nota para que acuda con urgencia a uno de los pisos francos repartidos por Karkov. Cuando abre la puerta se encuentra con una de las pocas cosas que nunca podría haber imaginado: frente a ella está Degaiev, detenido en la operación que había desmantelado la imprenta. Su historia es algo confusa, pero Vera está demasiado emocionada para detenerse en los detalles. Cuenta que se ha escapado del coche en el que le trasladaban los gendarmes, que ha conseguido llegar a uno de los pisos francos de Odesa y de allí salir para Karkov gracias a sus contactos. Degaiev balbucea y se contradice, pero Vera le cree. Es uno de sus hombres de confianza, es a él al que le ha encargado la difusión de las publicaciones de la sociedad secreta, que permiten expandir las semillas de la tormenta en cientos de miles de mentes.

Degaiev se integra de nuevo a la actividad revolucionaria, pero no es el mismo. Está nervioso y pálido, con la cabeza en la otra parte. Hace muchas preguntas. Una tarde Vera no lo encuentra en casa al volver de una de las reuniones del comité. Tampoco va a dormir. Ella no se extraña, sabe que la militancia exige muchas noches en vela. A la mañana siguiente, el 10 de febrero de 1884, Vera es detenida cuando sale de casa. Inmediatamente es trasladada a la fortaleza de Pedro y Pablo, en San Petersburgo, una de las cárceles más temibles del régimen zarista. Allí la golpearán y la torturarán durante dos días sin conseguir nada. El inspector decide cambiar de táctica. En su despacho enseña a Vera un informe manuscrito de más de cincuenta páginas. En él se describe toda la actividad de Naradnoia Volia, su organización interna, el funcionamiento de los distintos comités. Al final, en fichas individuales, hay decenas de datos de prácticamente todos los militantes que componen la organización. Vera se da cuenta de que todo está perdido. El inspector le da la vuelta al manuscrito y le muestra una firma: Degaiev.

La traición de Degaiv permitió la desarticulización de Naradnoia Volia, la organización revolucionaria responsable de decenas de atentados contra el régimen zarista. Nunca se supieron las razones. No se debía a la tortura después de la detención, el informe dejaba claro que Degaiev llevaba al menos dos años recogiendo datos e informando a la policía. Tampoco era un infiltrado, cuando comenzó a colaborar con la ojrana llevaba seis años de militancia en la organización, a la que había llegado por sus ideas. Seis años de convivencia, de amistad, de trabajo, de amores. Las consecuencias fueron desastrosas: prácticamente todos los miembros de la organización fueron detenidos, encarcelados, torturados, deportados a Siberia, condenados a trabajos forzados o ejecutados. Muchos de ellos se suicidaron durante la detención o en la cárcel. Vera Figner fue condenada a la horca pero su pena se conmutó por una cadena perpetua de trabajos forzados en la fortaleza de Schlüsserlburg. De Degaiev nunca se supo nada más. Su rastro se perdió para siempre la noche del 9 de febrero. 

domingo, 30 de noviembre de 2014

sobre ciudades subterráneas, ciencia ficción y murmullos en el fondo de la cabeza




Llevaba tiempo dándole vueltas a la idea de los viajes entre dimensiones inducidos pos sustancias psicoactivas. En concreto desde el verano del año pasado, cuando leí "La insólita reunión de los nueve Ricardo Zacarías". No sé si os pasa esa sensación de tener un murmullo en la cabeza que no os deja en paz. A mí me pasa bastante a menudo y por lo general la única manera de solucionarlo es escribiendo. A veces ni siquiera eso funciona, pero normalmente sí. Con ese libro me sucedió. Me dejó esa sensación de murmullo constante en el fondo del cerebro. 

El primer resultado fue un artículo que trataba de darle un sentido político a esa idea de que la realidad está desdoblándose permanentemente en múltiples realidades paralelas. Mi propuesta iba en la línea de que, siguiendo esas teorías, el caos es el único orden que rige la realidad, y que, por tanto, esta no puede ser controlada. Aquel artículo finalmente pudo publicarse, pero el murmullo seguía. Tenía ganas de hacer algo más, una especie de reinterpretación de ese argumento de los viajes entre dimensiones mediante el uso de sustancias psicoactivas. El resultado fue un relato ambientado en una colonia subterránea, algo así como una especie de reverso húmedo y oscuro del Madrid que continuaba existiendo en la superficie. 

Decidí llamar "Croatoan" a esa colonia por una otra historia que me obsesionaba desde hace tiempo y que ya conté por aquí. Supongo que a todo eso se añadió un montón de referencias que me daban vueltas en la cabeza desde hacía tiempo de forma más o menos consciente: el primitivismo punk de Mad Max, las referencias a Blade Runner en la lluvia constante que cae en el Madrid del relato, la idea de entender las ciudades como entes orgánicos, el biopunk de Francisco J. Pérez, las teorías sobre el control social a través de la tecnología, la trilogía postapocalíptica de Rafael Pinedo, las tesis postestructuralistas sobre el cuerpo y decenas de cosas más que se van acumulando sin ni siquiera darnos cuenta. El resultado fue un relato lleno de drogas, de mutilaciones, de viajes entre dimensiones, de sótanos oscuros y de amores bastante obsesivos. Normalmente me cuesta explicar el argumento de lo que escribo, pero esta vez tengo la suerte de que lo han hecho por mí:

 "Layla Martínez firma “Bienvenidos a Croatoan”, un relato de viajes en el tiempo y terror. Tiene como escenario una ciudad subterránea, paralela a Madrid, en un futuro que se presiente post-apocalíptico. El consumo de una droga, la dextralina, consigue romper las reglas de la física conocida en este contexto, provocando consecuencias inesperadas en la integridad física y mental de Hakim, el protagonista. El terror llega de la mano del sentimiento de culpa y del amor exacerbado hacia su hermana, como motores de la desintegración paulatina, en un sentido literal, de la persona."

El relato quedó finalista de un concurso convocado por la editorial Palabristas y se ha publicado en "Alucinadas", una antología de ciencia ficción escrita por mujeres. La noticia fue un alegrón enorme, sobre todo cuando he visto las autoras que forman parte de la antología y los relatos tan alucinantes que la componen. Esto suena regulero si lo escribo yo, que al fin y al cabo estoy ahí, pero de verdad que es un subidón publicar tu pequeña ida de olla al lado de autoras a las que llevas leyendo un montón de tiempo y de las que te tatuarías párrafos de algunos de sus relatos. El libro se puede pillar por 1 euro en formato ebook AQUÍ, por si os apetece echarle un vistazo. 


martes, 21 de octubre de 2014

De cómo los seres humanos nos acabaremos alimentando de insectos



La semana pasada tuve el mismo sueño durante tres noches. No es la primera vez que me sucede, hay sueños que he tenido en decenas de ocasiones, pero esta vez fue diferente. Hasta ahora nunca había tenido exactamente el mismo sueño, siempre había variaciones. A veces eran detalles que casi pasaban desapercidos y otras cambiaban fragmentos enteros. Como si estuvieses viendo una película en la que van a apareciendo personajes distintos o en la que cambia el final. Además, esta vez era la primera ocasión en que el sueño se me repetía tres noches seguidas. Normalmente pasan semanas entre uno y otro.

En el sueño, yo cuidaba una granja de saltamontes. Los saltamontes eran enormes, del tamaño de un perro grande, y todos los días tenía que sacarlos a pastar por el monte. Era difícil, porque a veces saltaban muy lejos y tenía que ir a buscarlos. El monte estaba lleno de maleza que tenía que ir atravesando, y el pelo y el vestido se me enganchaba constantemente en las zarzas. Volvía a la granja llena de arañazos y con el vestido roto cada noche. Después, encerraba a los saltamontes en un cobertizo y recogía los huevos, que era a lo que se dedicaba la granja. Los huevos eran perfectamente redondos, del tamaño de una pelota de tenis, y la gente los utilizaba para cocinarlos al horno.

El sueño se repitió exactamente igual durante tres noches. Un día de esa semana, no recuerdo cuál, hablé con mi hermano por teléfono. Le conté el sueño y acabó hablándome de teorías extrañas sobre cómo los humanos acabaremos alimentándonos de insectos porque son mucho más sostenibles que las vacas o los cerdos. Después supongo que hablamos de cualquier otra tontería y colgamos. Al día siguiente me volvió a llamar. Había soñado conmigo. En su sueño, yo volvía a casa con los brazos llenos de arañazos y el vestido hecho harapos. Le decía que teníamos que cambiar la granja de saltamontes porque se iban demasiado lejos. Que en su lugar deberíamos tener una granja de caracoles. 

jueves, 28 de agosto de 2014

Recuento de cadáveres ocasionados por disparos de fusil y máquinas infernales

[Napoleón Bonaparte]


En 1800, el día 9 de octubre, se intentó asesinar al primer cónsul Napoleón Bonaparte, sin que el criminal lograra sus propósitos. Por ese motivo fueron detenidos Damerville, Corocchi, Arena, Lebrum, Topino y otros diecinueve cómplices. Durante el mismo año estalló una bomba en la calle Nicaise, salvándose de una muerte cierta Napoleón, ya que pasó por allí un minuto más tarde. En 1804 fueron detennidos Moreau, Pichegreu y Jorge Cadonal, acusados de atentar contra la vida de Napoleón Bonaparte. El 13 de octubre de 1809, Federico Stabs intentó herir con un puñal a Napoleón cuando estaba en Schoenbrunn.

Durante la Restauración, el 13 de febrero de 1820, el duque de Berry fue asesinado por Louvet cuando bajaba del carruaje para entrar en el Palacio de la Ópera.

Durante la monarquía de julio se cuentan siete atentados. El 18 de noviembre de 1832, Berguen trata de matar de un disparo a Luis Felipe; el 28 de julio de 1835, cuando el rey, seguido de sus hijos y de su Estado Mayor, pasaba revista a las tropas en el boulevard del Templo, se oyó una terrible explosión. Cuabdo se disipó el humo y el polvo de la explosión, en el suelo había una gran cantidad de cadáveres y heridos. El rey y sus hijos resultaron ilesos. Fieschi, autor del atentado, fue detenido en su propia casa, donde había colocado una batería completa de fusiles con objeto de matar al rey. Fue condenado y guillotinado junto con sus cómplices. 


[Luis Felipe]


El 23 de julio de 1836, Alibaud disparó su fusil contra Luis Felipe. La bala pasó rozando la cabeza del monarca. Algunos meses después, Menier le hirió con dos tiros. En 1837, un obrero mecánico llamado Champion fue detenido en la víspera del día en que debía arrojar una máquina infernal contra el mismo monarca. 

En el mismo año atentan contra la vida del Príncipe Fernando, casado con la reina de Portugal. En 1848 se realiza el atentado contra el príncipe de Prusia. Un año después, Hamilton atenta contra la vida de la reina Victoria y, en mayo de 1859, Robert Pate propina varios bastonazos a la soberana en el momento en que ésta salía del Palacio de Cambridge. 

En 1852 ocurrieron los siguientes crímenes: el 22 de mayo atentan contra la vida de Federico Guillermo IV; el 2 de febrero el cura Merino hiere con un puñal a la reina Isabel II; al finalizar el año, un antiguo oficial del ejército inglés trata de asesinar a la reina Viictoria. El mismo año es descubierta en Marsella una máquina infernal durante el viaje de Napoleón III a dicha ciudad y ocurrieron los atentados contra Víctor Manuel II y contra Carlos III. 

En 1861, el rey de Prusia resulta herido de dos tiros que le disparó un estudiante llamado Becker. Un año más tarde, otro estudiante dispara contra el rey de Grecia. En 1864 es asesinado el presidente Abraham Lincoln. Dos años después tiene lugar el atentado de Karatosov contra el zar Alejandro II en San Petersburgo. Ese mismo año, Berezovski dispara contra el zar en París.


[Alejandro II]


En 1871, atentado contra el rey Amadeo, en Madrid. En 1878, atentado de Haedel contra el rey Guillermo I de Alemania. El 2 de junio del mismo año, Nivilling le dispara dos tiros de fusil y le hiere. El 25 de octubre, Olivia Moncasi intenta asesinar al rey Alfonso XII, disparándole un tiro. Un año después, se produce el atentado de Soloviov contra el zar Alejandro II. En diciembre, el atentado contra el zar Nicolás II en el tren imperial. Unos días más tarde, el de Francisco Otero contra el rey Alfonso XII y su esposa. 

En abril de 1879, el rey Humberto de Italia es atacado por un anarquista cuando se dirgía a las carreras de caballos. El dos de julio, el general Garfield, Presidente de Estados Unidos, es asesinado por Guiteau. El 27 de agosto de 1897 muere asesinado el Presidente de Uruguay, Iriarte Borda. Un año después el de la República Dominicana, Hereux. 

A la lista deben añadirse el asesinato del presidente Sadi Carnot por el italiano Caserio; el de la emperatriz de Austria en noviembre de 1898 y el atentado al Príncipe de Gales.




[Datos extraídos del libro "100 años de atentados políticos", de José Purcalia Muñoz (Ediciones Marte, 1969]

jueves, 14 de agosto de 2014

Del abismo que se abrió en una celda de la prisión de El Dueso


 
[Asamblea en el patio de la cárcel de Carabanchel, 1978]




Cárcel de El Dueso, 1978. Hace solo unas semanas el GRAPO ha asesinado de varios tiros a Jesús Haddad, el Director General de Instituciones Penitenciarias. El atentado era una respuesta a la muerte de Agustín Rueda, un militante anarquista catalán torturado durante días en la cárcel de Carabanchel tras su participación en un motín. El sustituto de Haddad se llama Carlos García Valdés y solo tiene 31 años. Le han elegido a él porque nadie quiere ese cargo. Durante los últimos meses han estallado decenas de motines en las prisiones de todo el Estado. Los presos comunes reclaman una amnistía similar a la que han recibido los presos políticos, pero el Gobierno se niega. No importan las instalaciones destrozadas, las huelgas de hambre, las autolesiones, las denuncias de torturas, las muertes a manos de funcionarios. Solo importa mantener el orden. 

García Valdés decide visitar personalmente algunas prisiones nada más llegar al cargo. Necesita hacerse fotos, contarle a la prensa que se preocupa, aparentar que va a hacer algo para que las cosas cambien. En El Dueso se entrevista con varios presos para que sean ellos mismos los que le transmitan sus reclamaciones. Frente a él, al otro lado de la mesa, García Valdés se encuentra con Daniel Pont. El preso ha sido elegido por sus compañeros para hablar por ellos. Es uno de los líderes más lúcidos, brillantes y combativos de la COPEL, la Coordinadora de Presos en Lucha. La COPEL había nacido en Carabanchel para denunciar la situación de los presos comunes y articular formas de lucha colectivas que les permitiesen reclamar la amnistía. Sus miembros habían estado detrás del motín que había iniciado la oleada de protestas, huelgas y motines que después se había extendido por todo el Estado. Como forma de represalia, la COPEL había sido dispersada y algunos de sus miembros había acabado en El Dueso. Pont era uno de ellos. 

García Valdés y Pont tenían algún punto en común en su biografía, pero sobre todo muchas diferencias. Esas diferencias que hacen que uno esté sentado a un lado de la mesa y otro al otro. Ambos tenía una edad parecida -31 años García Valdés, 29 Pont-, pero su trayectoria era muy distinta. García Valdés procedía de una clase acomodada, se había licenciado en Derecho y había conseguido el doctorado con una tesis sobre el régimen penitenciario español. Pont era hijo de una madre soltera, no había podido estudiar y tenía una prometedora carrera como atracador de bancos cuando le detuvieron. Los dos eran dos personas inteligentes, cultas y brillantes, pero los separaba un abismo. García Valdés representaba la máxima represión que es capaz de ejercer el Estado, el poder para decidir sobre la vida de las personas que permanecían encerradas en las prisiones. Pont personifica la lucha de alguien que no abandona a pesar de estar en la situación de máxima vulnerabilidad, de alguien que no se rinde a pesar de tenerlo todo en contra. No sabemos con exactitud qué se dijeron aquel día, pero por las fotos de la prensa sabemos que, al menos, se miraron a los ojos. 




[Datos extraídos del magnífico libro de César Lorenzo Rubio "Cárceles en llamas. El movimiento de presos sociales en la Transición" (Virus, 2014]

sábado, 12 de julio de 2014

Saltos en el tiempo



El preciso instante en el que Jean Fleury, patrón de un barco hecho pedazos y navegante arruinado, se sienta en una taberna cualquiera de la costa de Jamaica para beber hasta perder el sentido y poderse olvidar de la ruina y la desesperación. En la mesa de al lado se van a sentar dos marinos que hacen su última escala antes de cruzar el Atlántico de vuelta a una Europa que se desangra en decenas de guerras por el poder político y religioso. El viaje es peligroso, y los marineros han entrado a la taberna para beber hasta desmayarse antes de tener que afrontar la travesía. Fleury aún no lo sabe, pero las escasas monedas que lleva en el bolsillo le impedirán emborracharse. Aún fresco, escuchará a los dos marinos contar a las prostitutas los tesoros que llevan en sus barcos. Cortés acaba de saquear el palacio de Montezuma y envía a Carlos V el botín obtenido para que en Europa pueda seguir corriendo la sangre. Sin embargo, como viene haciendo desde el principio, el conquistador oculta al monarca que ha fletado dos barcos más en los que manda a su familia una parte de las riquezas robadas. Fleury esperará pacientemente hasta que se haga de día, apurando una única copa de ron. Seguirá a los dos marinos con su barco y los asaltará el 20 de diciembre de 1522, cerca del Cabo de San Vicente. Además de riquezas inimaginables, en el barco están las cartas de navegación con las rutas que hacen los navíos españoles. Fleury todavía está en la taberna y no lo sabe, pero está a punto de convertirse en una leyenda de la piratería.




El preciso instante en el que un juez de Chicago condena a pasar un año en prisión a George Jackson, un joven de apenas dieciocho años que ha robado setenta dólares en una gasolinera. Jackson es pobre y negro y el tribunal se lo está haciendo pagar. El juez aún no lo sabe, pero el chico que tiene sentado delante comenzará a leer y escribir en la cárcel y en sus cartas relatará el régimen de terror que viven los presos negros en las cárceles de Estados Unidos. Cada tarde, se sentará delante de una hoja de papel y describirá las torturas, el aislamiento, la vigilancia constante, la violencia extrema y las humillaciones diarias a las que es sometido por parte de los carceleros. A partir de sus publicaciones, varios miembros de los Panteras Negras contactarán con él y Jackson se unirá al partido. El juez aún no lo sabe, pero Jackson no volverá a salir de prisión nunca más: el 21 de agosto de 1971, diez años después de la primera condena, será tiroteado por los carceleros en la prisión de San Quintín. El juez aún no lo sabe, pero tiene en sus manos la vida de ese chico de dieciocho años y no va a dudar en ayudar a apretar el gatillo. 



El preciso instante en el que Qiu Jin, escritora y miembro de varias conspiraciones para derrocar a la dinastía Qing, se sienta en una mesa de madera y escribe versos llenos de rabia y de dolor. Escribe "No me digas que las mujeres/ no están hechas de la madera de los héores./ Yo sola cabalgué sobre vientos/ en el mar del este durante trescientas mil millas." Escribe: "Avergonzada, no he hecho nada/ ninguna victoria en mi nombre./ Solo hice sudar a los caballos de la guerra." Qiu Jin aún no lo sabe, pero está a punto de dirigir una escuela para maestras en la que se entrenarán los cuadros que van a encabezar la revolución y que se convertirá en un símbolo de la insurrección contra la tiranía imperial. Qiu Jin aún no lo sabe, pero esa escuela será reducida a ruinas cuando la conspiración fracase, y entre las ruinas se oirán sus gritos durante días cuando sea salvajemente torturada. Qiu Jin aún no lo sabe y quizá no le importe, pero se levantarán estatuas en su honor y se llorará su nombre durante décadas.



[La referencia a Qiu Jin se la debo a Álex Portero, que incluyó su nombre en una de las mejores entradas de blog que he leído desde hace mucho: Memoria]

jueves, 26 de junio de 2014

Aceldama




 “No hay ciudades, hay ficciones urbanísticas. 
Habitamos en los simulacros de la habitabilidad” 
Pornograffiti, Jorge Fernández Gonzalo

 “La verdadera identidad de Londres está en su ausencia. 
Como ciudad, ya no existe. En esto solo es verdaderamente moderna:
 Londres fue la primera metrópolis en desaparecer.” 
London, Patrick Keiller.


1º hipótesis-Francisco J. Pérez como creador de dispositivos de autohipnosis.  


Aceldama concebido como un libro no para contar una historia, sino para generar efectos en los que lo leen. Aceldama como un dispositivo de autohipnosis. Aceldama como una sustancia psicoactiva. Aceldama como un artefacto dirigido a la programación neurolingüística de los lectores. Aceldama como una trampa. 

2º hipótesis- Francisco J Pérez como creador de ciudades que funcionan como entidades orgánicas

Aceldama como una entidad orgánica. Arquitectura como prótesis. Arquitectura como entidad viva generadora de flujos. La ciudad como una extensión hipertrofiada de sus habitantes. 

3º hipótesis- Francisco J. Pérez como creador de ciudades que funcionan como instituciones totales

Aceldama como un conjunto de estructuras protésicas que escudriñan los cuerpos, los inspeccionan y los interpretan. Aceldama como una institución total: en tanto que entidad orgánica, todo forma parte de Aceldama. No hay nada fuera de Aceldama. Aceldama como una institución total de la misma forma que el cuerpo es una institución total en lo que respecta a cada uno de las células que lo forman. No hay posibilidad de salir. No hay nada fuera. No se está dentro o fuera de Aceldama, se es Aceldama.

4º hipótesis- Francisco J. Pérez como creador de un tratado de psicogeografía extrema.

Aceldama como un tratado de psicogeografía extrema. Como un mapa psicótico de Barcelona. Aceldama como una guía de los abismos de Barcelona. De Barcelona como ente orgánico. Las ciudades no son lugares, son entes. Si dejamos de entender la ciudad como un lugar, tenemos que abandonar la idea de mapa y sustituirla por la radiografía, el escáner, la ecografía. Aceldama es el tratamiento orgánico de Barcelona. Aceldama es dejar de tratar a Barcelona como un lugar y empezar a tratarla como un organismo. Aceldama no es una distopía futura porque el futuro no existe. Barcelona es solo el nombre turístico de Aceldama. Aceldama no es una proyección distópica del futuro de Barcelona. Barcelona no existe fuera de las guías de viaje, de las noticias promocionales en los telediarios. Bienvenidos a Aceldama. 


jueves, 19 de junio de 2014

De las líneas que trazaron Alexander Bogdánov y Alfred Watkins



La piel. El momento exacto en el que Alexander Bogdánov, creador de la teoría del empirocriticismo y médico alucinado, atraviesa la piel de su antebrazo izquierdo con una aguja. Debajo están las venas, que Bogdánov ha dibujado cuidadosamente sobre su brazo para poderlas localizar más fácilmente. Caído en desgracia tras su enfrentamiento con Lenin, a Bogdánov solo le quedan ya esas líneas de tinta que recorren sus brazo para demostrar que no está equivocado, que sus teorías son ciertas, que los experimentos de los últimos meses no son mapas del abismo. Bogdánov inyecta la aguja en su brazo derecho y activa el mecanismo que bombea la sangre hasta el interior de su organismo. Pionero en la investigación sobre las transfusiones sanguíneas, está convencido de que la introducción de sangre en el cuerpo puede curar múltiples enfermedades, devolver el vigor, rejuvenecer el organismo. Sus experimentos han tenido éxito con animales, pero ha llegado el momento de dar un paso más. La sangre está entrando en el cuerpo de Bogdánov y éste no puede evitar apartar la vista de las líneas de tinta que marcan el mapa de sus venas y sus arterias. Él aún no lo sabe, pero la sangre se pudrirá en el interior de su cuerpo. Él aún no lo sabe, pero las fiebres brotarán por todo su cuerpo y no podrá sobrevivir a la infección. Él aún no lo sabe, pero nadie se molestará en limpiar la tinta de su brazo y será enterrado con el mapa de su muerte. 





La tierra. El momento exacto en el que Alfred Watkins, en medio de uno de sus paseos psicogeográficos por los alrededores de su casa de campo, intuye una pauta, una constante que se repite una y otra vez en todo lo que le rodea. Obsesionado con la posibilidad de estar ante un descubrimiento capaz de cambiar la manera de entender el pasado Watkins comienza a perseguir ruinas, a realizar excavaciones en medio de la noche, a desenterrar escombros. Está convencido de que los monumentos antiguos siguen una disposición precisa sobre el terreno, de que responden a una pauta. Marca sobre los mapas los lugares en los que se encuentran las ruinas que ha perseguido durante meses y cree percibir una constante. Todos esos restos se disponen a lo largo de líneas, de rectas que pueden trazarse a la perfección sobre un mapa. Obsesionado con su descubrimiento, Watkins escribirá uno de los tratados más extraños de la arqueología moderna, un texto denso y oscuro que pasará desapercibido para la comunidad científica del momento. La teoría de las líneas ley no despertará interés hasta mucho tiempo después, pero Watkins no llegará a verlo. Morirá en 1935 en su casa de campo, en medio de decenas de mapas repletos de líneas. 

jueves, 12 de junio de 2014

Bienvenidos a Croatoan


A finales de 1589, el artista inglés John White llega a la isla de Roanoke, frente a la costa de la actual Carolina del Norte. Tres años antes había dirigido el asentamiento, en aquel mismos lugar, de una colonia formada por ciento diecisiete hombres, mujeres y niños que habían viajado desde Inglaterra para comenzar la colonización de aquella parte del continente americano. Hambrientos, perdidos y abandonados, habían decidido que White volviese a Londres para pedir ayuda. El viaje no debía durar mucho, pero la guerra entre Inglaterra y España haría imposible la nagación, y White tardaría más de tres años en volver. Cuando por fin puso de nuevo sus pies sobre Roanoke, el campamento había desaparecido. Las casas habían sido cuidadosamente desmontadas y no había signos de violencia ni señales que indicasen que algo malo había sucedido. Simplemente habían recogido sus cosas y se habían marchado.
La expedición de White inspeccionó cuidadosamente el lugar. Buscaban una cruz maltesa, el símbolo que los colonos habían acordado en caso de ataque. Sin embargo, todo lo que encontraron fue una extraña inscripción en un árbol: Croatoan. Croatoan era el nombre de una tribu cercana que siempre se había mostrado muy amistosa con los ingleses, así que los miembros de la expedición supusieron que los colonos se habían trasladado al continente, donde los croatoan tenían su asentamiento más importante. White quiso ir a buscarles, pero el resto de la expedición se negó. Los barcos habían sufrido mucho en el viaje de ida debido a las tempestades en alta mar, y si no volvían pronto era poco probable que aguantasen la vuelta. La expedición se marchó y los colonos nunca volvieron a ser encontrados.
Según la historiografía oficial, lo más probable es que el asentamiento fuese atacado por tribus hostiles que asesinasen a todos los colonos. Los informes elaborados muchos años más tarde, cuando se intentó una nueva colonización del territorio, hablaban de indios de ojos grises y pelo claro en aquella misma zona, pero fueron desacreditados como simples leyendas.
Yo creo que los colonos decidieron marcharse libremente con los indios. Que pudieron escoger y escogieron abandonarlo todo. Que se negaron a seguir pagando los impuestos de la Corona, a seguir obedeciendo sus leyes, a continuar sudando para trabajar aquellas tierras. Decidieron perder el miedo a los poderosos, dejar de administrar la miseria y la ruina. Optaron por la barbarie frente a la civilización, por destruir los engranajes en lugar de seguir engrasándolos el resto de sus vidas. Se fueron a Croatoan. 

lunes, 12 de mayo de 2014

La historia de Jack London es una historia llena de sombras




La historia de Jack London es una historia llena de sombras. Mi traducción de uno de sus relatos, "El mexicano", me hizo investigar a un personaje que hasta entonces era desconocido para mí, y que probablemente siempre lo siga siendo. Su biografía está llena de datos que se desconocen, de episodios oscuros, de acontecimientos no del todo claros. El primero de ellos se produce ya con su nacimiento. Su madre, espiritista de profesión, se queda embarazada de un astrólogo ambulante, pero London nunca conocerá a su padre. Cuando intente ponerse en contacto con él años más tarde, la única respuesta que recibirá será una carta en la que el astrólogo le negaba la paternidad y afirmaba que era impotente durante la época en que conoció a su madre.

Las sombras perseguirían a London durante toda su vida. Educado a sí mismo en una biblioteca pública, El escritor trabajará desde muy pronto, sin ni siquiera haber acabado la educación obligatoria. La necesidad le llevará de un trabajo a otro, en condiciones cada vez peores y sometido a una explotación creciente. A los veinte años ya ha trabajado como peón en centales eléctricas, en la construcción del ferrocarril, en envasadoras, en cadenas de montaje, en buques mercantes. Las dieciocho horas de trabajo diario están agotándole y pronto le harán alcanzar el límite. En 1894 decide unirse a la Kelly´s Insutrial Army, una marcha de parados que se dirigía a Washington para protestar contra el gobierno. Después de aquello, comprenderá  que no puede volver a su vida anterior. Durante más de un año, recorrerá Estados Unidos como vagabundo, durmiendo en los trenes y comiendo de lo que era capaz de encontrar.

A partir de ese momento, la biografía de London comienza a dar tumbos y saltos, y los episodios oscuros son cada vez más frecuentes. El 25 de julio de 1897, zarpa en un barco que le llevará hasta el Yukón, en Alaska, para unirse a la fiebre del oro. Durante meses, London tratará de arrancarle a la tierra una de esas pepitas capaz de rescatarle de los trabajos agotadores, de las jornadas interminables, de la explotación extrema, de la miseria. Sin embargo, las condiciones de vid pronto empezarán a pasar factura a la salud de London. Sin dinero y sin apenas medios para subsistir, el escritor contrae el escorbuto como consecuencia de su pésima alimentación. El rostro se le llena de yagas, sufre dolores constantes y las encías se le hinchan y ennegrecen hasta hacerle perder cuatro dientes delanteros. A punto de morir, London es recatado por un sacerdote, una especie de misionero que se ocupa de los buscadores de oro que enferman y mueren a decenas en medio de una Alaska hostil e inhóspita.

London vuelve a su Oakland natal. Allí le espera Bess Maddern, con la que se casará el 17 de abril de 1900. Precisamente ese matrimonio será otro de los agujeros en la biografía de London, otra de las muestras de la compleja personalidad del escritor. Bess había permanecido al círculo de amistades de London desde hacía muchos años, pero nunca había estado enamorado de ella. De hecho, era contrario a la idea de casarse por amor, ese tipo de forma romántica de pensar le parecía una estupidez. Se debía contraer matrimonio con alguien que fuese capaz de proporcionar hijos sanos y fuertes. Para London, la motivación no estaba en una cuestión racial, sino en algo que tenía que ver con una especie de responsabilidad con la especie. El escritor mantuvo durante toda su vida un compromiso muy importante con las ideas socialistas, pero ello no le impedirá creer en ciertas tesis darwinistas que por aquel entonces empapaban a prácticamente todas las ideologías. London posaría muy orgulloso con sus hijas en todas las fotos, pero el matrimonio sería un desastre. De hecho, algunos biógrafos hablan incluso de episodios de malos tratos por parte del escritor. 

Las sombras de su biografía le acompañarían hasta su muerte, con solo cuarenta años. Con la salud maltratada por los años de miseria, vagabundeo y explotación, London sufría dolores constantes que le obligaban a ingerir grandes dosis de morfina. En una de esas ocasiones, superó la dosis que su cuerpo podía aguantar y falleció. Siempre se ha especulado con la posibilidad de que fuese un suicidio, aunque nunca podrá saberse. Supongo que es otra arista más en un personaje lleno de ellas. En alguien que seguramente nunca llegaremos a conocer del todo. 



El mexicano, Jack London
68 pp, 3,75 €

viernes, 2 de mayo de 2014

Las sombras que crecieron en el cerebro de Robert Walser

[Cadáver de Robert Walser instantes después 
de ser encontrado, 1956]


Cuando fue encontrado el cadáver de Robert Walser, la nieve casi había cubierto su rostro. Tenía los ojos abiertos y conservaba esa mirada de confusión y temor que había tenido desde siempre, pero que se había incrementado en los últimos años. Las sombras de su rostro crecían al mismo tiempo que las que se extendían por el interior de su cerebro. El cadáver se encontraba a unos kilómetros de la clínica psiquiátrica de Herisau, donde había sido encerrado contra su voluntad en 1933. Allí Walser abandonaría para siempre la escritura. Escribir se había convertido en una actividad dolorosa y atormentada. Las sombras crecían y crecían.

Los nueve años anteriores a su reclusión en un centro psiquiátrico, Walser los había pasado escribiendo lo que después se conocería como microgramas. Los microgramas eran pequeños textos en prosa escritos con una caligrafía diminuta y torturada, llenos de anotaciones confusas que los hacían casi indescifrables. La mayoría eran relatos cortos escritos en primera persona por alguien que intuía que se estaba asomando a un abismo oscuro y terrible. El relato que estoy leyendo es uno de los más delicados e inquietantes. Walser lo escribió a lápiz en el reverso de las hojas de un calendario de 1926, apretando aquella caligrafía inquietante y extraña para que pudiese entrar todo el relato. Curiosamente, el relato habla del vacío. 


[Uno de los microgramas de Walser, de 1926]


Puedo ver a Walser esrcribiendo de forma frenética en una habitación oscura de Berna, llenando de relatos cualquier trozo de papel que cayese en sus manos. Puedo ver la angustia de saber que el papel se acaba pero las sombras crecen, que es necesario escribirlo todo antes de que las voces griten tanto que no pueda oír ningún otro sonido. Puedo verle torturando los folios, llenándolos de un vacío que acabaría por devorarle. Puedo verle tendido en la nieve. Esperando. 

lunes, 24 de marzo de 2014

De cómo el Gran Panópotico se convirtió en el lugar donde todo estaba permitido



Ayer fue un día extraño. Como si hubiese habido un fallo en algún lugar del engranaje. Como si ese día no tuviese que existir. La sensación era similar a cuando adelantan o atrasan la hora y de repente hay unos minutos que no deberían estar ahí. Era incapaz de concentrarme en nada, así que decidí salir a dar una vuelta. Desde que volví a Madrid lo hago mucho. Salgo a dar vueltas por la ciudad, a deambular de un lado para otro sin ningún objetivo concreto. No voy a ningún sitio, simplemente ando. Cuando me canso, doy media vuelta. Si no sé dónde estoy, entro al metro y dejo que me escupa de nuevo en un lugar conocido. 

Ayer bajé andando al metro de Aluche y torcí a la derecha. Es un camino que he hecho cientos de veces, porque era el que llevaba a la cárcel de Carabanchel. Cuando era adolescente entrábamos muchas veces en el recinto. Por aquel entonces ya estaba en ruinas y nosotros contribuíamos a su destrucción lanzando piedras contra los cristales y destrozando a patadas los pocos muebles que quedaban. Por las noches la prisión bullía de actividad. Grupos organizados que recogían chatarra, mendigos que dormían en las celdas, chavales que hacían pintadas. Las enormes ruinas de la prisión atraían a todos los deshechos de la ciudad, a todos los habitantes de las alcantarillas, a todos los que se arrastran por los callejones. Éramos una especie de ejército surgido de las cloacas, de milicia desorganizada y caótica. 





Los que pasaban por delante del recinto de día no podían adivinar las posibilidades que contenían aquellas ruinas. No sabían que Hakim, que dormía allí cada noche, había matado a varios soldados franceses en la guerra de Argelia. Que mi amigo Javi estrenó allí sus DocMartens de punta de acero intentando romper una puerta metálica que nunca cedió. Que una vez estuve a punto de caer desde una altura de tres pisos porque cedió una barandilla oxidada en la que me apoyé. Que las pintadas que los presos habían dejado en las celdas te partían el corazón. Los que veían aquellas ruinas por el día no eran capaces de percibir que aquellos escombros eran mucho más que unos simples escombros. Por el día dormían, pero cuando oscurecía  aquellas ruinas desprendían una energía vibrante y atrayente que nos hacía volver allí cada noche. Era un vórtice, una brecha en la geografía psíquica de la ciudad.

Durante años, aquellos edificios habían funcionado como el Gran Panóptico, como el modelo absoluto de arquitectura del control, como el plano que permitía entender el funcionamiento de La Máquina en su conjunto. Aquella cárcel era el corazón del sistema, el engranaje clave, el mapa que contenía todos los mapas. El resto de La Máquina estaba hecha a imagen y semejanza de aquel edificio. Por aquel entonces, la cárcel también desprendía energía, pero de un tipo muy distinto. Era una energía siniestra, llena de sufrimiento y de dolor, que te obligaba a alejarte de ella todo lo posible. Bastaba pasar junto a su puerta para percibir la oscuridad que desprendía. Pero cuando dejó se usarse como prisión, la energía cambió. La rueda comenzó a moverse en la dirección contraria. El vórtice dejó de expulsar energía y empezó a atraerla. De ser el lugar donde la ley se imponía con toda su crueldad, pasó a ser el lugar donde no había ninguna ley. De ser el lugar de la regulación extrema, pasó a ser el lugar donde no había ninguna regla. De ser el lugar del control absoluto, pasó a ser el lugar de la libertad absoluta. El edificio había sido tomado por ejércitos de deliencuentas, vándalos y mendigos. Todo estaba permitido.

El edificio era una anomalía, una ruptura de la normalidad. La Máquina acabó detectándola y eliminándola. El día 23 de octubre de 2008 decenas de excavadoras iniciaron los trabajos de demolición. Hoy los solares siguen vacíos. Mientras, a escasos metros de allí, se construía un nuevo vórtice destinado a contaminar la ciudad con su energía repleta de dolor y sufrimiento, el CIE de Aluche. También pasé por delante en mi paseo de ayer. Y no pude evitar un escalofrío cuando vi su pirámide de colores que parecía girar.


jueves, 13 de marzo de 2014

el instante preciso antes de que todo cambiase

[Gabriele D´Anunzio]


El instante preciso en el que Gabriele D´Annunzio, poeta alucinado, canalla y héroe de la Primera Guerra Mundial, abre a patadas las puertas del cementerio de Venecia. Está a punto de forzar la cerradura del osario, sacar varias calaveras humanas y oficiar un rito de magia negra. Necesita la protección que los muertos puedes proporcionar, la suerte que se esconde en el interior de los huesos. Unos días después marchará a la conquista de la ciudad yugoslava de Fiume con un ejército de aventureros y canallas como él, aburrido ante la perspectiva de la vida monótona que se le viene encima después de haber regresado triunfante del infierno de las trincheras. Aún no sabe que logrará conquistar la ciudad, que los espíritus convocados aquel día le protegerán durante años y que él les rendirá culto el resto de su vida. Hasta que un día esa suerte se acabe. Benito Mussolinni, capaz de convocar también a las oscuras fuerzas que residen en el interior de los hombres, ordenará que le arrojen desde un balcón, temeroso de las dudas que están empezando a ensombrecer el rostro de D´Annunzio, hasta entonces devoto fiel de los ritos fascistas.


[Arthur Conan Doyle]


El instante preciso en el que Arthur Conan Doyle decide contratar como chófer a un joven francés de aspecto serio y mirada desafiante llamado Jules Bonnot. El joven acaba de llegar a Londres y apenas habla inglés, pero tiene un brillo de determinación en la mirada que Doyle sabe apreciar. El escritor no sabe que Bonnot ha tenido que abandonar Francia porque está incluido en todas las listas negras que manejan los patrones y nadie le da trabajo, pero sabe que no es quien dice ser. Doyle es capaz de percibir el brillo de interés en la mirada de Bonnot cuando habla de política, la leve agitación de su rostro cuando el chófer lee la prensa. Lo que no sabe todavía es que dentro de unos años Bonnot se convertirá en el atracador de bancos más famoso del mundo, que será el primero en utilizar el coche para huir después de los robos, que la policía le perseguirá sin descanso pero él será más rápido.


[Agustín Rueda]



El instante preciso en que Agustín Rueda, militante libertario nacido en una chabola de la colonia minera de Sallent, en Barcelona, termina el túnel con el que planea escapar de la cárcel de Carabanchel. Agustín solo tiene veinticinco años, pero ya sabe que no le dejarán salir vivo de aquella prisión si no es él mismo el que se escapa. Lo que no sabe es que los carceleros están a punto de descubrir el túnel, que los días siguientes será torturado sin descanso por los funcionarios, que la Transición va a hacerse sobre los cadáveres de cientos de militantes y sindicalistas. No sabe que nunca le dejarán salir, que aquellas palizas van a costarle la vida, pero también que su muerte encenderá la lucha en las prisiones y que esa lucha será feroz, como todas las que libran los animales enjaulados.



[Lucy Parsons]

El instante preciso en el que Lucy González ve por primera vez a Albert Parsons, un ex soldado que cojeaba por el tiro en la pierna que acababa de recibir y que estaba amenazado por defender el derecho al voto para los negros. El instante en el que se enamoran y deciden marcharse a Chicago, donde los matrimonios interraciales no están prohibidos y los movimientos revolucionarios conspiran en cada esquina. Lo que Lucy no sabe es que la felicidad no durará para siempre, que Albert será detenido y ejecutado junto con otros cuatro anarquistas por luchar por la jornada laboral de ocho horas, que su ejecución será la causa de que el 1 de mayo se fije como el día de los trabajadores. Tampoco sabe que ella luchará el resto de su larga vida, que será feliz, que se convertirá en el un referente del movimiento feminista y en una figura clave de las luchas obreras en Estados Unidos. Que morirá con ochenta y nueve años y una sonrisa enorme en el rostro.

viernes, 21 de febrero de 2014

Las historia de Geronimo Caserio, que vengó la muerte de Émile Henry; quien a su vez había vengado la de August Vaillant; quien había vengado la de Ravachol; quien había vengado la de catorce obreros en una manifestación.

[Ejecución de August Vaillant]


El primero de mayo de 1891 una multitudinaria manifestación recorrió Fourmies, un pueblo minero del norte de Francia. La patronal había estado utilizando a sus pistoleros para disparar a los huelguistas y los ánimos estaban caldeados. No sería la primera ni la última vez que se levantasen los adoquines de las calles  para ser lanzados contra escaparates, edificios y furgones policiales, pero aquel día la rabia vibraba en el ambiente con especial intensidad. Los guardianes del orden supieron percibirlo, y comenzaron a hacer funcionar los mecanismos de La Máquina, de La Reluciente Apisonadora. Los disparos de la policía causaron catorce muertos.


[Ravachol]


François Claudius Koënigstein observa las muertes y sienten también esa vibración leve pero sostenida que produce la rabia. Encuentra el hilo y tira. Todavía no sabe que será conocido como Ravachol, que se escribirán canciones sobre sus hazañas, que se convertirá en un mito. Tres atentados, todos con dinamita. Uno contra un juez, otro contra un procurador y otro contra una comisaría. No se produce ninguna muerte, pero a pesar de ello Ravachol es condenado y ejecutado en la guillotina. Su cabeza rueda, pero Ravachol ha conseguido cumplir su cometido: la primera venganza se ha consumado.

[August Vaillant]

August Vaillant ve rodar la cabeza de Ravachol sobre la tarima de madera. Ve también el hilo y decide tirar de nuevo. Los mecanismos de La Reluciente Apisonadora siguen su marcha, pero qué importa mientras la dinamita siga explotando, mientras los revólveres sigan escupiendo plomo. Vaillant coloca una bomba en la Cámara de Diputados, en París. Más de ciencuenta heridos, de nuevo ninguna muerte. A pesar de ello, también es condenado a muerte y ejecutado en la guillotina. Otra cabeza rueda sobre la tarima, pero Vaillant también ha cumplido su cometido vengando la muerte de Ravachol. Las segunda venganza se ha consumado.


[Émile Henry]


Émile Henry conoce las dos ejecuciones, las ha leído en la prensa, pero la de Vaillant le ha dolido especialmente. Él también puede ver el hilo, sentir la leve inclinación del suelo que producen las sacudidas de la rabia, percibir los engranajes. Coloca una bomba delante de la sede de la principal empresa minera de Fourmies, aunque el artefacto acabará estallando en una comisaría de policía, cuando alguien sospeche del paquete y lo lleve allí . Esta vez sí habrá muertes: cinco personas fallecen como consecuencia directa de la explosión y una por un ataque al corazón. Henry abandona el lugar a toda prisa, pero un oficial de policía le persigue. Sin pensárselo dos veces, abre fuego sobre el policía, que es herido de gravedad. Henry consigue escapar. Las cuentas se han igualado, pero el hilo sigue estando en sus manos, la venganza no se ha completado. Un año más tarde, atenta en el lujoso Café Terminus, uno de esos sitios que los ricos utilizan para no tener que acercarse a los pobres. Un muerto y veinte heridos. Esta vez el plomo no sirve, y Henry es detenido en aquel mismo lugar. Es condenado a muerte, pero ha conseguido igualar la cuenta, vengar la muerte de Vaillant, poner el contador a cero. La tercera venganza se ha consumado.



[Sante Geronimo Caserio]


Sante Geronimo Caserio es italiano, pero vive en Lyon. Tiene muchas muertes en las retinas, y acaba de encontrar el hilo que las une a todas. Cuando se entera de que el Presidente de la República va a asistir a un banquete a finales de junio de aquel año, 1894, decide prepararlo todo. El día señalado acude al lugar donde se va a celebrar el banquete y espera en la puerta. Hay mucha gente, así que no es difícil pasar desapercibido. Cuando se abre la puerta del carruaje, Geronimo Caserio se abalanza hacia ella y clava un cuchillo en el pecho del Presidente, justo a la altura del corazón. No hace falta plomo ni dinamita para hacer chirriar la mecanismos de la Reluciente Apisonadora. A veces basta con un simple cuchillo de cocina. El Presidente muere, Geronimo Caserio será ejecutado unos días después. El hilo se rompe, pero ha conseguido su objetivo. La cuarta y última venganza también se ha consumado.

viernes, 14 de febrero de 2014

especie de apología sobre hablar con los desconocidos en la calle, con la colaboración de Al Pacino, Albert Libertad, el demonio y la antropología urbana

[Al Pacino y Keanu Reeves en "Pactar con el diablo"]



En una charla que dio el antropólogo Manuel Delgado en la librería Traficantes de Sueños proyectó una secuencia de la película "Pactar con el diablo" (The Devil´s Advocate en inglés). En esa secuencia, Al Pacino, que interpretaba al diablo, subía a un vagón de metro y empezaba a hablar con la gente que había en él. Simplemente eso, hablaba con la gente. Mendigos, inmigrantes, personas con aspecto de ir o volver de un trabajo precario y mal pagado. Además, como el diablo conoce todas las lenguas, hablaba con ellos en su propio idioma. Castellano, árabe, ruso, polaco. Les preguntaba por su familia, por su país, por su día a día, por cualquier cosa sin importancia. 

Si conocéis la película, sabéis que no tiene contenido político, al menos no a simple vista. Es una película más de las que hace Hollywood casi a diario, con un Al Pacino correcto en su interpretación y un Keanu Reeves que la industria trataba de convertir en el sex symbol de finales de los noventa. Sin embargo, al ponernos la escena, Delgado nos hizo reflexionar sobre la carga ideológica tan brutal que hay en ella. El que sale a la calle y habla con la gente es el personaje del diablo, la representación del mal más absoluta que hay en nuestra cultura. El mensaje que hay en esa escena es que salir a la calle, hablar con los demás y, sobre todo, hablar con desconocidos es algo propio de personas malvadas, es el mal. Es lo que hace el diablo. La gente buena no habla con los desconocidos: los teme. 

El director y el guionista tenían muchas opciones para hacernos ver la maldad del demonio -podría haberse puesto a acuchillar gente en el vagón-, pero curiosamente eligieron precisamente esa: la comunicación entre desconocidos. Ni siquiera era lo que se decían, el contenido de la conversación no era importante, eran charlas intrascedentes. Lo que importaba era el acto de comunicación en sí mismo. El hecho de salir a la calle y hablar con la gente. Probablemente el director y el guionista ni siquiera lo hicieron a propósito, la escena no es importante en la película. Simplemente reproducían el discurso de la dominación. Un discurso que propaga el miedo porque nos teme, porque le aterroriza la idea de que hablemos entre nosotros. De que la calle sea un sitio en el que encontrarse con los demás y compartir experiencias. Un discurso que nos quiere metidos en casa detrás de cuatro cerrojos porque en el interior de las casas no puede haber actos de comunicación directos, que no estén mediados por su tecnología. Porque la calle es el escenario de lo político, no los platós de televisión ni el Congreso. Porque la calle es el lugar del encuentro con los demás, el sitio donde hablamos con otros y compartimos experiencias.

Por eso me gusta cada vez más la gente que habla con los desconocidos en la calle, las charlas intrascendentes en la cola de la frutería, saber el nombre del tendero que me vende el pan, que el conductor del autobús me cuente que le duelen los ojos de las luces de los coches, que el chico que curra por las tardes en la biblioteca de Aluche me diga que el último libro de Franzen le ha hecho dar cabezadas de aburrimiento. Por eso me gustan cada vez menos las teorías perfectamente construidas, la gente que solo ve la realidad a través de los libros, los que pretenden cambiar el sistema con tesis impecables.

Cuando abrí el libro que recoge los escritos de Albert Libertad, en la primera página había una frase de Víctor Serge en la que decía que a Libertad le gustaba la calle, la bronca, el vino, las mujeres. Que no tenía tesis brillantes ni teorías irrebatibles, pero que no las necesitaba. Creo que por eso me ha gustado tanto. 




domingo, 9 de febrero de 2014

Georges A. Cochon: la lucha contra los desahucios en 1911

[Georges A. Cochon]


Estamos a 13 de diciembre de 1911 y el frío es intenso en París. En el número 52 de la calle Dantzing la portera acaba de llamar a la policía. Uno de los inquilinos, un tal Georges A. Cochon, se niega a abandonar el domicilio que acaban de embargarle. En lugar de recoger sus cosas y marcharse, ha montado una barricada con los muebles que tenía en la habitación y ha empezado a gritar que no van a echarle de "Fuerte Cochon". Decenas de curiosos comienzan a arremolinarse alrededor del edificio, creando un tumulto cada vez mayor. Cuando llegan los gendarmes, Cochon despliega una bandera roja y un cartel en el que puede leerse: "Respetuoso de la ley violada por la policía al servicio de la propiedad, solo saldré obligado por la fuerza". 


[desahucio del Fuerte Cochon]


Los desahucios no son raros en aquel París hambriento y helado, pero Cochon no es uno más. Las amenazas de la policía no van a amedrentarle. Dos años antes, en 1909, ha sido nombrado presidente de la Unión Sindical de Inquilinos Obreros y Empleados, la primera organización de la historia centrada en la lucha contra los desahucios. Salvo algunos privilegiados, la mayor parte de la población vive de alquiler en pisos miserables que se caen a pedazos y que carecen de luz y de agua. La renta se paga semanalmente, y basta un pequeño retraso para que el propietario pueda echarte a la calle, con la ayuda de la policía si es necesario. La organización se ha creado con la forma legal de un sindicato, peor en realidad su función no está relacionada con la lucha laboral, sino con los problemas de vivienda. Desde allí se combatirán los embargos de mobiliario, los contratos abusivos y las prácticas fraudulentas de los propietarios, pero sobre todo los desahucios. 


[Cochon siendo detenido]



Cochon aguantará durante cinco días el asedio de la policía, que intenta entrar a la fuerza en su domicilio. Cuando finalmente le expulsen, el desahucio producirá el efecto contrario al esperado, y la lucha por la vivienda se radicalizará. Cochon funda el famoso Raffût de Saint-Polycarpe, una especie de pelotón que acudía a las casas que iban a ser desahuciadas. Allí, ayudaban a la familia a meter sus pertenencias en una carreta, les llevaban a una casa vacía que habían localizado previamente y la abrían por la fuerza para que la familia la okupase. De esa forma realojaron a cientos de familias de todo París, pero las okupaciones de domicilios privados no fueron sus únicas acciones. Para darle visibilidad al problema de la vivienda, entraron por la fuerza también en numerosos edificios públicos: el 10 de febrero de 1912 okuparon el patio de la jefatura de policía, el 1 de marzo la Cámara de los Diputados, el 12 de abril asediaron el ayuntamiento de París junto a miles de personas que no tenían vivienda, y el 24 tomaron por asalto la iglesia de la Madeleine. 

[Cochon en plena okupación]

martes, 21 de enero de 2014

de cuando Marinetti no entendió que estaba en medio de una fiesta

[Marinetti, 1876-1944]



[Maiakovski, 1893-1930]




Moscú, 1914. Un Marinetti de mirada arrogante y ceño fruncido llega a la ciudad rusa en medio de una helada descomunal. Su Manifiesto Futurista ha sido leído en Rusia hasta el aburrimiento, y su visita entusiasmaba a todos los aspirantes a ocupar el trono de la vanguardia artística y literaria. Un automóvil rugiente que parece que corre sobre la metralla es más bello que la Victoria de Samotracia, gritaba Marinetti en un francés absurdo. Un coche de carreras con su capó adornado con grandes tubos parecidos a serpientes de aliento explosivo es lo más hermoso que veréis nunca. El italiano no está consiguiendo el fervor que esperaba, pero sigue cacareando desde el estrado con aquellas manos diminutas y aquel bigote lleno de grasa.

No entendemos nada, Marinetti, tu francés es lo más deplorable que he oído en mi vida, gritó alguien en ruso desde el público. No importa que no sepamos francés, eres un impostor, no dices más que mentiras de ricachón aburrido. El que había hablado era un joven alto y delgado, con la mirada más dura y desafiante que el italiano había visto nunca. Eres un imbécil, eres profundamente imbécil, gritó el joven, y comenzó la fiesta. Marinetti no entendía nada en medio de todos esos golpes, no entendía por qué aquellos cuatro energúmenos se habían abalanzado sobre él para darle la paliza de su vida mientras gritaban en ruso. No entendía que aquellos jóvenes se estaban riendo de él mientras le daban patadas y puñetazos sin descanso. No entendía que aquello era un baile y todos querían bailar con él. No entendía que era una fiesta. ¿No decías que no hay nada más poético que la violencia de los puños devorando un rostro hermoso, Marinetti? gritaba el joven mientras se reía a carcajadas. Tu coche no es bello, imbécil, solo es la expresión de tu riqueza. Hay que ser idiota para decir que un coche de carreras es más hermoso que la Victoria de Samotracia, le gritaba entre patada y patada, lo único que dices es que una cosa es más bella que otra, cuando lo que hay que hacer es extirpar la belleza de las cosas que son bellas. No para transplantársela a las máquinas, sino para aborrecerlas por ser la expresión de una clase dominante. 

En algún momento alguien llamó a la policía y se acabó la fiesta, pero mientras se los llevaban detenidos seguían gritando y riéndose. Los puños son la verdadera poesía, Marinetti, gritó uno de los jóvenes mientras se lo llevaban a rastras, y los demás estallaron en carcajadas. En comisaría les identificaron y les metieron en el calabozo durante unas horas. Aquel joven de mirada desafiante era Vladimir Maiakovski, y Marinetti nunca olvidaría su nombre.