martes, 21 de octubre de 2014

De cómo los seres humanos nos acabaremos alimentando de insectos



La semana pasada tuve el mismo sueño durante tres noches. No es la primera vez que me sucede, hay sueños que he tenido en decenas de ocasiones, pero esta vez fue diferente. Hasta ahora nunca había tenido exactamente el mismo sueño, siempre había variaciones. A veces eran detalles que casi pasaban desapercidos y otras cambiaban fragmentos enteros. Como si estuvieses viendo una película en la que van a apareciendo personajes distintos o en la que cambia el final. Además, esta vez era la primera ocasión en que el sueño se me repetía tres noches seguidas. Normalmente pasan semanas entre uno y otro.

En el sueño, yo cuidaba una granja de saltamontes. Los saltamontes eran enormes, del tamaño de un perro grande, y todos los días tenía que sacarlos a pastar por el monte. Era difícil, porque a veces saltaban muy lejos y tenía que ir a buscarlos. El monte estaba lleno de maleza que tenía que ir atravesando, y el pelo y el vestido se me enganchaba constantemente en las zarzas. Volvía a la granja llena de arañazos y con el vestido roto cada noche. Después, encerraba a los saltamontes en un cobertizo y recogía los huevos, que era a lo que se dedicaba la granja. Los huevos eran perfectamente redondos, del tamaño de una pelota de tenis, y la gente los utilizaba para cocinarlos al horno.

El sueño se repitió exactamente igual durante tres noches. Un día de esa semana, no recuerdo cuál, hablé con mi hermano por teléfono. Le conté el sueño y acabó hablándome de teorías extrañas sobre cómo los humanos acabaremos alimentándonos de insectos porque son mucho más sostenibles que las vacas o los cerdos. Después supongo que hablamos de cualquier otra tontería y colgamos. Al día siguiente me volvió a llamar. Había soñado conmigo. En su sueño, yo volvía a casa con los brazos llenos de arañazos y el vestido hecho harapos. Le decía que teníamos que cambiar la granja de saltamontes porque se iban demasiado lejos. Que en su lugar deberíamos tener una granja de caracoles. 

3 comentarios:

  1. Al final nos comeremos unos a los otros.
    Al final nos alimentaremos de cucarachas.

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  2. Quizá los caracoles vengan a restañar heridas...

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  3. Un interpretador profesional de sueños se haría un festín con los tuyos. Pero, como yo no lo soy, sólo diré que el mismo me parece muy interesante.

    Saludos

    J.

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