Mostrando entradas con la etiqueta novela. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta novela. Mostrar todas las entradas

lunes, 28 de diciembre de 2015

Mis libros de este año


Este año ha sido bastante duro en lo personal y he leído menos que el pasado. Aun así, 96 libros en total en los que prima el ensayo, porque sigo escribiendo el mío. No suelo leer muchas novedades porque la mayoría de los libros los consigo en la biblioteca y porque leo de forma bastante caótica, saltando de unos temas a otros o guiándome por casualidades, por recomendaciones o por libros que aparecen en otros libros. Así que en esta lista no están las mejores publicaciones de este año, sino simplemente los libros que más me han gustado, sean del año que sean. Hay muchos libros que se han quedado sin leer por falta de pasta o tiempo, pero en algún momento caerán. En cuanto a editoriales, hay muchas distintas, la mayoría pequeñas o independientes. Por cantidad de libros que he leído de cada una, este año ganan Cabaret Voltaire, Pepitas de Calabaza, Acantilado y la Felguera aunque también he leído varios de Anagrama, La Garúa, La Bella Varsovia, Alpha Decay, Capitán Swing y Virus. Los libros no están ordenados según me hayan gustado más o menos, el orden es aleatorio. 




1. La hidra de la revolución, Peter Linebaugh y Marcus Rediker (Crítica, 2005). Entre los siglos XVI y XVIII, el capitalismo se impuso como sistema económico dejando millones de cadáveres a su paso. Fueron los años de las fábricas penitenciarias, de la expropiación de las tierras comunales, de los ejércitos de mendigos que vagaban de una ciudad a otra, de los ahorcamientos diarios por robar unos peniques, del tráfico de esclavos, de la masacre colonial. Pero también fueron dos siglos y medio de resistencia, de lucha continuada contra la nueva forma de dominación. Rebeliones de esclavos, sectas que no creían en la propiedad privada, motines de marineros, revueltas urbanas protagonizadas por mendigos, iluminados que hablaban del fin del trabajo, levantamientos campesinos contra los cercados, niveladores que creían que ningún hombre estaba por encima del otro. Esa es la historia que cuenta este libro, la historia de los colonos que se marcharon a vivir con los indios, de los esclavos que huían y creaban sus propias ciudades en el interior de la selva, de los marineros irlandeses que llevaban las noticias de la revolución de un mar a otro, de todos aquellos que hicieron que esos dos siglos y medio fuesen una pesadilla para comerciantes de esclavos, políticos y dueños de fábricas. Una auténtica pasada de libro.

2. La necesidad del ateísmo y otros escritos de combate. P.B Shelley (Pepitas de Calabaza, 2015). El libro recoge muchos de los textos políticos del poeta romántico, además de alguno de sus poemas. Extremo, radical y apasionado, Shelley escribió y vivió a contracorriente, defendiendo causas como el amor libre o el vegetarianismo que entonces parecían los delirios de un loco. Posiblemente su obra no se conoce tanto por aquí como la de Byron o Blake, pero merece mucho la pena. 

3. La lucha por Barcelona. Clase, cultura y conflicto 1898-1937, Chris Ealham (Alianza, 2005). Este año he leído decenas de libros sobre urbanismo y luchas urbanas, pero este es sin duda el mejor de todos. No importa que no te interese especialmente ese tema, Ealham cuenta una historia apasionante sobre cómo el proletariado barcelonés se hizo con el control de la ciudad durante el primer tercio del siglo XX, y cómo se la disputaron: las autoridades centrales que luchaban para disciplinar la ciudad, los nacionalistas que buscaban convertirla en la capital de Cataluña, los industriales locales que necesitaban obreros domesticados, las clases medias que querían democratizarla. 

4. El pan a secas, Mohamed Chukri (Cabaret Voltaire, 2013). Chukri es uno de mis descubrimientos de este año. Un libro durísimo, pero a la vez muy hermoso y que transcurre en un Marruecos muy alejado tanto de nuestras fantasías orientalistas como de nuestros prejuicios.

5. La ciudad horizontal, Stefano Portelli (Bellaterra, 2015). Otro de los ensayos sobre urbanismo que me han alucinado este año. Portelli cuenta la historia del barrio de Bon Pastor, en Barcelona, durante los años en que se comenzaron a derribar las casas baratas, entre 2002 y 2012. Un barrio con una historia repleta de marginalidad y exclusión pero también el lugar donde se resguardaron Durruti o Sabaté cuando fueron perseguidos, con una tradición de lucha muy viva que volvió a despertar cuando llegaron las excavadoras del ayuntamiento. Sin caer en mitificaciones, Portelli cuenta la historia del barrio y de sus resistencia, sin dejar de hablar de todas las aristas de la lucha, de los que no quisieron participar, de los que tenían otras razones, de los que se rindieron.

6. El papel de tapiz amarillo, Charlotte Perkins Gilman (Lumen, 2001). Un relato breve, de apenas treinta páginas en la edición que yo escogí, pero capaz de hablar de la locura, la maternidad, el matrimonio, la dominación, la soledad. Brillante su forma de mantener la tensión, de irte empujando a la espiral cada vez más oscura en que cae la protagonista. 

7. Últimos poemas, Nâzin Hikmet. (Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2000). Otro de los descubrimientos de este año. Una maravilla que llevaban recomendándome un tiempo y que al final me animé a leer. Me he quedado con ganas de leer más títulos de esta editorial, que ha hecho una labor impresionante de selección y traducción de autores del este y de Oriente Medio.

8. El cordero carnívoro, Agustín Gómez Arcos (Cabaret Voltaire, 2007). Me habían recomendado varias veces a Agustín Gómez Arcos, pero hasta este año no me había animado a coger una novela suya de la biblioteca. "El cordero carnívoro" cuenta la relación de dos hermanos en el contexto de la posguerra, aunque el escenario solo aparece para hacer todavía más asfixiante el encierro del protagonista en la casa familiar. Incesto, homosexualidad, dolor, maternidades difíciles, relaciones de clase complicadas, belleza. 

9. Pasaje a las dehesas de invierno, Francisco Jota-Pérez (Esdrújula, 2015). Siempre me resulta enormemente complicado hablar de los libros de Jota-Pérez. Puedo decir que "Pasaje" está protagonizado por una fisioterapeuta que reseña hoteles para una página turística y que se dedica a dar palizas a viandantes con un grupo llamado La Jauría, pero no sería justo. "Pasaje" es mucho más, es una especie de código encriptado que se instala en algún lugar de tu cerebro, una especie de texto revelado con una lectura más superficial pero también otra más profunda que se revela en el momento preciso. En "Pasaje" hay ocultismo, trascendencia, abismos, identidades de género, psicogeografía, alucinación, duelo, luto y muchas cosas más. No sé, leedlo. 

10. La universidad blanca, Ismael Belda (La Palma, 2015). Este año no he leído mucha poesía, se me han quedado pendientes un montón de libros que me gustaría haber leído. De los pocos a los que he echado mano, me ha gustado mucho "La universidad blanca", el primer poemario de Ismael Belda. También "La edad de merecer", de Berta García Faet, "Tenían la belleza del salvaje" en prosa poética y escrito por Dara Scully y " Los estómagos", de Luna Miguel. Publicados el año pasado pero que yo he leído este, me han gustado "Alambres", de Lola Nieto, "El silencio de las bestias", de Unai Velasco, "La mujer cíclica" de Laia López Manrique y "La última tormenta", de Álex Portero. 

11. Portugal: ¿la revolución imposible?, Phil Mailer (Klinamen, 2015). Mailer se encontraba en Lisboa por casualidad cuando se produjo el estallido revolucionario que acabaríamos conociendo como la Revolución de los Claveles. Todos tenemos en la retina la imagen de los militares con flores en los cañones de las armas, pero eso fue solo un momento puntual en el trascurso de más de dos años de intensa lucha de clases que incluyó huelgas, asambleas y pulsos constantes a la dictadura. A medio camino entre el ensayo y la crónica personal, Mailer cuenta cómo vivió la revolución desde dentro pero a la vez con la perspectiva de quien no es de allí. Muy, muy recomendable. 

viernes, 26 de diciembre de 2014

Descubrimientos de este año




 [Unica Zürn]


No suelo leer novedades, así que no sé si este post tiene mucho sentido. Casi todos los libros que leo son de la biblioteca, y las novedades suelen tardar bastante en llegar allí. Cuando lo hacen, normalmente ya se me ha pasado el interés o se me han acumulado otros libros que me atraen más. Esto es lo que me pasó con Limónov, por ejemplo. La parte mala de leer casi por completo de la biblioteca es que no estás muy al tanto de lo que se está haciendo. En poesía da bastante asco, porque me molaría leer más de las novedades que se publican. La parte buena es que aprendes a leer mejor, o al menos a mí me ha servido para eso. Aprendes a seleccionar, a leer a los grandes, a guiarte por la intuición mucho más que por lo que te han comentado de un libro o las reseñas que has leído de él. De alguna manera con este post quería hacer eso, un recuento de los descubrimientos que he hecho este año.


Confesiones de una máscara, Yukio Mishima (El País). A Mishima le tenía pendiente desde hacía mucho tiempo y este año por fin me decidí a leerle. La experiencia fue dolorosa y cruel, pero también luminosa de alguna forma extraña. Supongo que como la vida de Mishima, como su muerte. 

El hombre jazmín, Unica Zürn (Siruela). Si tuviese que elegir un solo libro de este año, probablemente elegiría éste. Zürn me hizo pedazos la cabeza. Me costó mucho volver a recomponerlas después de ella, volver a leer algo que me hiciese querer saltar y llorar y bailar de nuevo. Acabé regalándolo, porque los libros así tienen que circular.

Edge of the Orison, Iain Sinclair (Penguin). El libro de Sinclair fue un regalo que me trajeron de Londres. Aquí Sinclair no está traducido todavía, pero yo había oído hablar mucho de él con el rollo de la psicogeografía, sobre todo de su libro London Orbital. Ha sido la lectura más especial del año por muchos motivos, pero sobre todo por cómo Sinclair consigue narrar la huida y la persecución del poeta John Clare, llevadas a cabo con decenas de años de distancia pero que en realidad suceden en un mismo momento.

En las cimas de la desesperación, Émil Cioran (Tusquets). El primer libro de Cioran, escrito con solo 23 años y en medio de una de sus muchas crisis personales. Este año he leído mucho a Cioran, pero este fue el libro que me permitió descubrirlo, el que me dio la clave. “Soy uno de esos que, por millones, se arrastran sobre la superficie de la tierra. Uno más solamente. Esa banalidad justifica cualquier conclusión, cualquier conducta: libertinaje, castidad, suicidio, trabajo, crimen, pereza, rebeldía. Cada cual tiene razón en hacer lo que hace”.


 [Gonzalo Rojas]



Quedeshim quedeshoth, Gonzalo Rojas (Fondo de Cultura). El mejor libro de poesía que he leído este año, sin ninguna duda. En realidad es trampa, porque no lo cogí de la biblioteca. Fue un regalo de alguien a quien ni siquiera he visto en persona, pero que de alguna manera intuyó que yo debía tenerlo. Y no se imagina cuánto se lo agradezco. “Me enamoré de ti cuando llorabas/a tu novio, molido por la muerte,/ y eras como la estrella del terror/ que iluminaba el mundo”.

Poesía vertical, Roberto Juarroz (El País). El libro de Juarroz no lo tomé prestado de la biblioteca, lo compré de segunda mano en uno de los puestos que hay junto al Retiro, en la Cuesta de Moyano. Era el mes de junio y hacía un sol radiante. Tenía que hacer tiempo porque había quedado y era pronto, así que me puse a echar un vistazo al libro. Lo abrí por un poema en concreto, el que empieza con los versos más demoledores de todo el poemario: “El hombre es siempre/ el constructor de una cárcel./ Y no se conoce a un hombre/ hasta saber qué cárcel ha construido”. Recuerdo que lo leí tantas veces que llegué tarde a la cita. Me daba vergüenza decir el motivo, así que dije que me había equivocado en el metro. 

Claus y Lucas, Agota Kristof (El Aleph). Si Quedeshim quedeshoth ha sido el mejor poemario que he leído este año, Claus y Lucas ha sido sin duda la mejor novela. Una especie de fácula cruel llena de laberintos, de niños malvados que aprenden demasiado pronto cómo funciona el mundo de los adultos.

                                                                       [Robert Walser]


Diario de 1926, Robert Walser (La uña rota). De Walser supe mucho antes de su muerte que de su obra. Conocía el último lugar en el que había estado, el trayecto que había recorrido, el sitio exacto donde se había desplomado en medio de la nieve. Supongo que no significa nada, pero este año me ha pasado bastantes veces. También conocía el suicidio de Mishima, el internamiento en un centro psiquiátrico de Zürn, la deriva por París de un Cioran anciano y solitario.

Un hombre que duerme, Georges Perec (Impedimenta). A Perec le leí en un momento complicado, casi sin curro y sin nada de pasta, pero con decenas de dudas. Tardé mucho en devolver el libro a la biblioteca, porque no quería hacerlo. Es una de las peores cosas de leer de biblioteca, tener que devolver los libros. Me da muchísima envidia cuando veo las bibliotecas de la gente, yo solo tengo un par de estanterías. Unas semanas después volví a coger el libro y vi que se había prestado otra vez después de la mía. Me alegré de no habérmelo quedado.

Las ciudades invisibles, Italo Calvino (Siruela). Calvino ha sido mi último descubrimiento del año. Ha llegado en un diciembre complicado, sin luz en casa desde hace veintidós días. Pero la literatura siempre ha sido un refugio, incluso a oscuras. Lo he leído mientras dormía en casa de colegas, mientras llevaba de un lado a otro de Madrid mis cosas dependiendo del sitio donde me quedase, mientras recorría la red de metro cargada de maletas. Y menos mal. 
 
Poesía completa de Alberto Caeiro, Fernando Pessoa (DVD). A Pessoa lo leí en Lisboa, en un viaje de unos días que hice con mi hermano. Encontré el libro de DVD en una librería pequeña al lado de la catedral y decidí comprarlo. Era finales de agosto y Lisboa estaba radiante, con ese aspecto de ciudad en ruinas, de posguerra permanente. Hasta entonces no había leído nada de Pessoa, excepto un poema cuyos cuatros primeros versos habían estado escritos en la pared de mi casa durante mucho tiempo: “No soy nada./ Nunca seré nada./ No puedo querer ser nada./ A parte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo”. Ese poema en concreto no estaba en aquel libro, pero a cambio descubrí a Pessoa.

domingo, 2 de noviembre de 2014

Últimas lecturas: Roorda, Leguin, Perec.

[Henri Roorda]



Últimamente no leo tanto como antes, pero aún así a veces tengo la suerte de encontrar libros que me hacen estallar el cerebro. Normalmente los encuentro por casualidad o por intuición, casi siempre porque olvido las recomendaciones, pero también porque encuentro bastante placer en deambular por los pasillos de la biblioteca y escoger algo casi al azar. 




Mi suicidio, Henri Roorda (Trama). Henri Roorda decidió quitarse la vida el 7 de noviembre de 1925. Tenía 54 años y desde hacía varios meses dormía con una pistola debajo del colchón. "No tengo ningún miedo del porvenir desde que oculté un revólver cargado entre los muelles de mi cama", escribió justo antes de dispararse una bala en el corazón. Mi suicidio es la justificación de ese acto. En apenas cincuenta páginas, Roorda explica las razones que le han llevado a tomar la decisión que cumpliría solo unos días después de acabar el libro. Roorda no es alguien desesperado ni enfermo, no tiene depresión, no está en una situación límite. Simplemente no quiere seguir viviendo. Ha gozado y ha sufrido, ha disfrutado de todos los placeres y ha visto muchas miserias, ha jugado sus cartas y ha sobrevivido como ha podido. Y no quiere seguir haciéndolo: "Hay existencias anormales que conducen de manera natural al suicidio. Eso es todo. Soy un jugador que no pediría otra cosa que seguir jugando, pero que no quiere aceptar las reglas del juego".





Los desposeídos, Úrsula K. Leguin (Minotauro). La primera vez que leí este libro debía de tener unos diecisiete años. Recuerdo cuánto me gustó y cuánto me reafirmó en las ideas que empezaban a darme vueltas en la cabeza en aquel momento. Los desposeídos contaba la historia de una utopía. Después de un levantamiento revolucionario en un planeta llamado Urras, el gobierno decidía ceder a los rebeldes el control del satélite que giraba alrededor de ese planeta. Allí, en Anarres, los rebeldes habían establecido una sociedad basada en los principios anarquistas. Sin gobierno, sin estado, sin leyes, sin jerarquías, sin liderazgos. Para mostrar los contrastes entre los dos mundos, la autora cuenta la historia de un personaje de Anarres que viaja a Urras para enseñar en la universidad. No os voy a contar cómo acaba, pero recuerdo cuánto me gustó y cuánto significó para mí en aquel momento. Hace unos días lo volví a leer. Creo que no debería haberlo hecho. La historia me pareció muy floja y los personajes muy planos y predecibles, pero eso no fue lo peor. Lo peor fue comprobar que si yo hubiese nacido en Anarres habría odiado aquella sociedad casi tanto como odio esta. Quizá diez años después creo mucho menos en la gente. Quizá hay personas que nunca estaremos del todo a gusto en ningún sitio. No lo sé. Lo que sí sé es que no deberíamos volver a los sitios donde vivimos ciertas cosas ni releer los libros que significaron demasiado. 





Un hombre que duerme, Georges Perec (Impedimenta). No sé si alguna vez habéis vivido una de esas etapas de vacío en la que todo pierde sentido. No es desesperación, ni pena, ni depresión. No estás enfermo, no tienes problemas excesivamente graves. Simplemente estás perdido. A mí me ha pasado dos veces. Una a los diecinueve años, otra entre los veinticinco y los veintiséis. Sigues haciendo muchas de las cosas que hacías, sigues viviendo como puedes, sigues reproduciendo la rutina a la que estás acostumbrado. Pero no estás ahí. Eso es exactamente lo que cuenta Un hombre que duerme. Ese vacío. Ese abismo. Ese dolor en los pulmones. Me alegro de haberlo leído ahora, que esa etapa queda lejos. Ahora que he podido aguantar cómo me hacía pedazos sin que doliera demasiado. 




domingo, 6 de julio de 2014

Últimas lecturas: Walter Benjamin, Émil Cioran y Agota Kristof



Crítica de la violencia, Walter Benjamin (Biblioteca Nueva). Creo que la razón por la que más me gusta leer ensayo es porque me despeja la cabeza. Muchas veces me sucede que tengo una certeza sobre algo pero no me he detenido a pensarlo ordenadamente. Es como tener una especie de murmullo en el fondo del cerebro y no poder dejar de oírlo: intuyes lo que dice pero no acabas de entender las palabras exactas. Creo que eso es precisamente lo que hacen los buenos ensayos en mi cerebro: ayudarme a entender ese murmullo. Benjamin era una asignatura pendiente desde hacía un montón. Crítica de la violencia tiene apenas cien hojas, pero eso ha bastado para ayudarme a ordenar un montón de ideas que solo me daban vueltas en la cabeza como intuiciones. En concreto, por qué odiamos a la policía, por qué resulta tan insoportable su violencia y de dónde parte su legitimidad -o más bien, la falta de ella- en los distintos modelos de Estado. Sigo teniendo muchas deudas pendientes con Benjamin.





En las cimas de la desesperación, Émil Cioran (Tusquets). Supongo que En las cimas de la desesperación entra en la categoría de ensayo, pero me cuesta clasificarlo así. Quizá porque hay demasiado dolor, demasiada incredulidad, demasiada rabia. El efecto que ha producido Cioran en mí se parece mucho más al que me produce la poesía, que tiene que ver con introducir murmullos en mi cabeza mucho más que con aclararlos. Cioran hablándome al oído de los fuegos que le consumen, del dolor de despertarse cada mañana, de los abismos que todos llevamos dentro. En la introducción, el propio Cioran dice que escribió ese libro con veintidós años y que si no lo hubiese hecho seguramente se habría quitado la vida. No creo que la literatura sirva para nada, no creo que tenga ningún valor transformador ni que sirva para cambiar las cosas. Pero sí que estoy convencida de que es capaz de librarte de un montón de mierda. Quizá eso sea suficiente. 






Claus y Lucas. Agota Kristof (El Aleph).  El volumen que tengo -por lo que sé la última edición que se ha publicado en castellano-, incluye los tres libros que Agota Kristoff escribió sobre los dos hermanos que dan título al libro. Varias personas de las que me fío un montón lo tenían en sus listas de lecturas favoritas, así que me decidí a hacerme con uno. Solo un día después de haberlo terminado, me cuesta describir lo que ha supuesto Claus y Lucas para mí. Supongo que una forma sencilla de hacerlo es decir que a partir de ahora también estará entre mis diez lecturas favoritas, pero eso lo le hace justicia. Es uno de los libros más crueles y más terribles que he leído, pero sin duda también uno de los más hermosos. El primero de los libros que componen la trilogía, titulado "El gran cuaderno", es bello y retorcido y tortuoso y fascinante. Es un libro redondo, perfecto. De hecho, es tan perfecto que los otros dos libros casi resultan innecesarios. Son también hermosos, pero al lado del primero quedan casi deslucidos. Quizá porque en ellos los dos niños protagonistas ya han crecido y se pierde esa perspectiva aterradora de la infancia. Quizá porque hay mucho más de la historia de la propia Kristof en el primero que en los otros dos. 

lunes, 30 de diciembre de 2013

amontonamiento de recomendaciones de 2013 (junto con algunas anteriores)



Este año he pensado mucho si hacer o no una lista con mis lecturas de 2013. Desde que tengo el blog he hecho una todos los años, pero éste he ido retrasándolo hasta que al final estamos a 30 de diciembre. Al fin y al cabo, hace nada hice una con mis ochenta libros, y me da la sensación de que muchos de ellos van a repetirse. Además, en realidad leo muy pocas novedades editoriales porque mi presupuesto me da sobre todo para bibliotecas y librerías de segunda mano, donde no hay precisamente muchas novedades. Cuando invierto en libros nuevos suele ser de poesía y de ensayo especializado, porque son las dos cosas en las que más suelen flojear las bibliotecas que tengo cerca. Eso explica que mi lista no coincida en nada con ninguna de las que se han publicado en los medios a lo largo de este mes: por decir algunas, con la de El país solo comparto un libro ("Limbo", de Ada Salas) y con la de ABC y El Mundo ninguno. Solo he visto algún parecido con la de Playground,  aunque no comparto el orden: poner "La casa de hojas" en primer lugar, quince puestos antes que el monumental "Cuentos completos" de J.G. Ballard y veintiuno que "La Máscara" del enorme Stalislaw Lem me ha parecido una herejía. Pero ya se sabe lo que pasa con las listas, que nunca le gustan a nadie salvo al que la hace.

Una vez que he soltado todo este montón de excusas balbuceantes, al final he decidido hacer la lista. Como no he leído muchas novedades, he decidido dividirla en libros publicados este año y libros publicados otros años que yo he descubierto ahora. Al final también dejaré un hueco para hablar de algunos poemarios que han salido este año, que son las únicas novedades con las que me siento algo cómoda. A pesar de los números, el orden es aleatorio.


Libros publicados en 2013


1. Cuentos completos, de J.G Ballard (RBA). RBA ha publicado algo así como la Biblia. 1275 páginas del maestro de las distopías, los mundos postapocalípticos y las cosas horribles y atroces en general. Daño cerebral asegurado, sobre todo si se lee a continuación de "La exhibición de atrocidades", como ha sido mi caso.


2. En cualquier caso, ningún remordimiento, Pino Cacucci (Hoja de Lata). Uno de los descubrimientos del año sin ninguna duda. Cacucci novela la historia real de Jules Bonnot, chófer de Arthur Conan Doyle, asaltador de bancos, anarquista, obrero metalúrgico y líder de una banda de dandis que fue pionera en utilizar el coche como forma de huida después de los atracos. Y atención a Hoja de Lata, porque lleva ya publicadas unas cuantas cosas interesantes (por ejemplo "Paz, amor y cócteles molotov", ambientada en el movimiento antiglobalización).


3. Máscara, Staislaw Lem (Impedimenta). Posiblemente, el mejor escritor de ciencia ficción de la historia, aunque me fusilen los adoradores de Philip K. Dick. Máscara que es un conjunto de relatos que todavía no habían sido traducidos al castellano, a pesar de que tiene lo mejor de este escritor.


4. En el bosque, bajo los cerezos en flor, Ango Sakaguchi (Satori). Otro descubrimiento deslumbrante. Tres relatos macabros, crueles y grotescos de un autor del que no sabía nada hasta ahora pero del que pienso leer más en 2014.


5. Antología universal del relato fantástico. VVAA (Atalanta). Qué decir. Una maravilla como las que suele hacer Atalanta. Otras 1200 páginas de las que te hacen estallar el cerebro. A la selección no se le puede hacer ningún reproche, las traducciones son muy buenas y la edición es impecable.


6. Cómo hacer bien el mal, Harry Houdini (Capitán Swing). Seguramente lo que más se recuerde del catálogo de este año de Capitán Swing sea "Sociofobia" (que tengo pendiente), pero "Cómo hacer bien el mal" es una maravilla. En realidad, es como una especie de clase magistral sobre cómo cometer crímenes y salir impune. Houdini entrevistó a un montón de delincuentes y policías y llegó a algunas conclusiones interesantes sobre lo que se debe hacer y lo que no si quieres asesinar, robar y, en general, hacer todo el mal posible.



Libros publicados antes de 2013 que he leído este año

Aquí me dejo un montón, pero tenía que seleccionar algunos. De la mayoría ya he hablado en el blog hasta el aburrimiento, así que no voy a repetirme. Los dos primeros fueron publicados a finales de 2012 y para mí han sido auténticos descubrimientos que he recomendado a todo el mundo que tenía cerca. Los otros cuatro son bastante anteriores, de autores mucho más conocidos. Si alguien quiere preguntar algo sobre cualquiera de ellos, que deje un comentario y amplío.

1. La insólita reunión de los 9 Ricardo Zacarías, Colectivo Juan de Madre (Aristas Martínez)
2. El anarquista que se llamaba como yo, Pablo Martín Sánchez (Acantilado)
3. Inferno, August Strindberg (Acantilado)
4. El caballo amarillo, Boris Savinkov (Impedimenta)
5. La flor roja, Vasévolod Garshín (Nevsky)
6. ¿Estáis locos?, René Crevel (Cabaret Voltaire)



Poesía de 2013

Este año he leído bastante poesía, tanto de autores consolidados como de otros que son menos conocidos o están empezando. De ahí que haya esa mezcla en la lista de más abajo. En algunos casos (como el de Ted Hughs, Natalia Litvinova y Unai Velasco) son reediciones, pero se han editado también este año y además yo los he leído en estos meses. El orden es aleatorio, según me iba acordando.


1. Hiela sangre, Francisco Ferrer Lerín (Tusquets)
2. Limbo y otros poemas, Ada Salas (Pre-Textos)
3. [imperia], Daniela Camacho (El perro y la rana)
4. La postpunk amante de Tiresias, Álvaro Guijarro (Canalla Ediciones)
5. Esteparia, Natalia Litvinova (Ártese quien pueda)
6. Contra la niebla, Giovanni Collazos (Unaria)
7. Cartas de cumpleaños, Ted Hughs (Lumen)
8. La tumba del marinero, Luna Miguel (La Bella Varsovia)
9. En este lugar, Unai Velasco (Esto no es Berlín)
10. Estoy gritando, María Sotomayor (Canalla Ediciones)
11. Poesía completa, Anne Sexton (Linteo)

miércoles, 11 de diciembre de 2013

mis ochenta libros de todos los tiempos seleccionados por criterios personales y caóticos.


Aquí van mis ochenta libros. La lista debía ser lo más espontánea posible y no se podían repetir autores. Salvo esas dos condiciones, la elección se debe a criterios personales y caóticos. Hay novela, poesía, teatro y ensayo, y su disposición en la lista no sigue un orden concreto. Podéis ver otras listas en el blog de Francisco J. Pérez, en el de Marco Antonio Raya Ruiz o en el de Rubén Martín.  


- Hombres salmonela en el planeta porno. Yasutaka Tsutsui
- Historia del ojo. Georges Bataille
- Viaje al fin de la noche. Louis-Ferdinand Céline
- En la llama. Juan Eduardo Cirlot.
- Inferno. August Strindberg
- Internados. Erving Goffman
- Alicia en el país de las maravillas. Lewis Carroll
- Plop. Rafael Pinedo.
- Los cantos de Maldoror. Isidore Ducasse
- Vigilar y castigar. Michael Foucault.
- Tratado de saber vivir para uso de las jóvenes generaciones. Raoul Voneigum
- La función del orgasmo. Wilhem Reich
- ¿Estáis locos?. René Crevel

[René Crevel]

- Altazor. Vicente Huidobro
- El almuerzo desnudo. William Borroughs
- Los 120 días de Sodoma. Marqués de Sade
- Pedro Páramo. Juan Rulfo
- El matrimonio del cielo y el infierno. William Blake.
- Porno. Irvine Welsh
- Trilce. César Vallejo
- Terrorismo. Walter Laqueur
- Q. Luther Blisset
- El Apocalipsis, El libro de Job y El Génesis. La Biblia
- Una temporada en el infierno. Arthur Rimbaud.
- El asesinato considerado como una de las bellas artes. Thomas de Quincey
- Las criadas. Jean Genet
- Morgue y otros poemas. Gottfried Benn
- Neuromante. William Gibson.
- La piel fría. Albert Sánchez Piñol.
- Corona de flores. Javier Calvo.


[Georg Trakl]

- Poemas. Georg Trakl
- Discurso sobre la servidumbre voluntaria. Étienne de La Boétie
- El libro de la ley. Alesteir Crowley
- Realidad daimónica. Patrick Harpur
- En las montañas de la locura. H.P. Lovecraft
- Antología. Leopoldo María Panero
- Cómo la no violencia protege al Estado. Peter Gelderloos
- Los demonios. Dovstoyevski
- El corto verano de la anarquía. Hans Magnus Enzensberger.
- La narración de Arthur Gordon Pym. Edgar Allan Poe
- La insólita reunión de los nueve Ricardo Zacarías. Colectivo Juan de Madre
- La ciudad y la ciudad. China Miéville.
- La conquista del pan. Piotr Kropotkin
- La leyenda dorada. Santiago de la Vorágine


[Boris Savinkov]


- El caballo amarillo. Diario de un terrorista ruso. Boris Savinkov
- Las flores del mal. Charles Baudelaire.
- El libro de Monelle. Marcel Schwob
- Lolita. Nabokov.
- La venus de las pieles. Leopold Sacher-Masoch
- Meridiano de sangre. Cormac McCarthy
- No podrán pararnos. Alfredo María Bonnano
- Futuro primitivo. John Zerzan
- Universos paralelos. Michio Kaku.
- Infancia, sexualidad y peligro. Agustín Malón.
- La condesa sangrienta. Alejandra Pizarnik.
- Los detectives salvajes. Roberto Bolaño
- La conjura de los necios. John Kenney Toole.
- Cinco canciones de cuna. Francisco J. Pérez.
- Valis. Philip K. Dick
- Nosotros. Yevgeni Zamiatin
- La casa roja. Juan Carlos Mestre

[Guy Debord]

- La sociedad del espectáculo. Guy Debord.
- Historia de un incendio. Servando Rocha.
- Ácido sulfúrico. Amélie Nothomb
- Máquinas de amar. Pilar Pedraza
- Las once mil vergas. Guillaume Apollinaire.
- Ubú Rey. Alfred Jarry
- El pabellón número 6. Antón Chéjov.
- Frankenstein o el moderno prometeo. Mary Shelley.
- Alquimia y mística. Alexander Roob.
- La represión del deseo materno y la génesis del estado de sumisión inconsciente. Casilda Rodrigáñez.
- Antología de Spoon River. Edgar Lee Masters
- Un mundo feliz. Aldous Huxley
- Los muertos y los vivos. Sharon Olds.
- Bello como una prisión en llamas. Jules Van Daal.
- Testo yonki. Beatriz Preciado.
- El enigma de la docilidad. Pedro García Olivo.
- Hiela sangre. Francisco Ferrer Lerín.
- Del enebro. Hermanos Grimm
- Cumbres borrascosas. Emily Brönte.

martes, 22 de octubre de 2013

sobre Philip K. Dick y los mensajes emitidos por entidades externas

[Philip K. Dick]


He leído mucho de Philip K. Dick, pero, por alguna razón, la novela "Valis" no llegó a mis manos hasta hace unos días. Es curioso que su llegada coincidiese con la de otro libro muy similar en el fondo, aunque no la forma. Me explico. En "Valis", un personaje llamado Amacaballo Fat se ve inmerso en una especie de búsqueda teológica después de ser alcanzado por un rayo láser que ha sido enviado por una fuente divina de conocimiento. Se trata de una novela con un fuerte contenido autobiográfico, porque el propio K. Dick estaba convencido de que sus últimas novelas habían sido dictadas por una especie de entidad divina que hacía que las palabras brotasen en su mente. Se refería a esta entidad con el nombre de Valis, -acrónimo de Vast Active Living Intelligence System-, y la describía como "una invasión de mi mente por una mente transcendentalmente racional, como si yo hubiese estado loco toda mi vida y de repente me hubiese vuelto cuerdo". [entrevista a Charles Platt]

Las visiones, que habían comenzado en febrero de 1974, fueron haciéndose cada vez más complejas. Al principio se componían únicamente de rayos láser y patrones geométricos, pero luego comenzaron a incluir visiones de Jesucristo y de la vida en la antigua Roma. La entidad, que inducía estas visiones en su cerebro, comenzó a comunicarle frases y párrafos enteros, que K. Dick transcribió en su diario "Exégesis", de más de ocho mil páginas. Según él, la entidad llegó incluso a comunicarle que su hijo tenía una hernia, aunque carecía de síntomas. Cuando lo llevó al médico, la hernia resultó ser cierta y pudo ser extirpada antes de que causase problemas al niño. Esto convenció a K. Dick de que sus visiones procedían realmente de una entidad divina, y no de su propia mente, a pesar de su consumo habitual de drogas  y de que él mismo se había preocupado por la posibilidad de estar sufriendo una esquizofrenia.

Philip K. Dick no es el único escritor cuyos libros son el producto de una comunicación mística, pero me sorprendió que su novela llegase a la vez que otro libro cuya redacción también se basa en una serie de mensajes emitidos por una entidad externa. En este caso, los textos fueron dictados en sucesivas sesiones de comunicación a lo largo del año 2012, y posteriormente fueron ordenados y publicados en un libro que se tituló "Gran Fin". La entidad que los comunicó, llamada Entidad Rectora del animismo urbano, alertaba de la llegada de este Gran Fin, que definía como "la destrucción de todas las instituciones que has creado y que crees que te gobiernan". 



"Puede que creas que vas a conseguir algo tratando de destruir ese poder externo que te esclaviza, pero no es así, ese poder no lo puedes destruir porque no existe, te esclaviza la creencia en ese poder, la creencia de que hay un poder por encima de tu poder"

*

{Te comportas como un esclavo si crees que el poder es algo distinto a ti}

*

Tú no me conoces, yo a ti si. Te conozco porque soy tú. Ha comenzado el Gran Fin, y así acaba lo que crees que es tu vida.




[El libro "Gran Fin" ha sido publicado recientemente por Almacén de análisis. Su web aquí. La novela de Philip K. Dick fue publicada en 2007 por Minotauro]

sábado, 27 de julio de 2013

últimas lecturas



La flor roja, Vsévolod Garshín (Nevsky Prospects, 2011). La flor roja es un cuento alucinado y cruel sobre la fiebre, el delirio y la enfermedad mental. Una especie de fábula perturbadora. Comienza cuando el protagonista es ingresado en un manicomio, del que ya no volverá a salir. En ese ambiente opresivo y asfixiante, descubre que todo el mal que acecha a la humanidad está contenido en tres flores rojas que han crecido en el jardín del manicomio. Y de alguna manera, Garshín logra casi convencerme. Oigo a la maleza susurrar, murmurar canciones antiguas, hablar en un lenguaje extraño y venenoso. Ahora entiendo los ojos de tristeza infinita de las fotos de Garshín, su mirada desesperada y suplicante. Él también había oído los alaridos vegetales, las canciones hipnóticas. Y nunca pudo sacárselo de la cabeza.




El horror de Dunwich, H.P Lovecraft (Libros del zorro rojo, 2012). Cuánto más leo a Lovecraft, más me doy cuenta de lo enorme escritor que fue. Sus obras son mucho más que relatos de terror, son narraciones de un universo distinto, puertas a un abismo desconocido. Esta novela en concreto la he leído paralelamente a una obra de divulgación científica sobre física cuántica, y me ha llamado la atención los puntos en común entre ambos libros, a pesar de que la física cuántica nacería un casi cien años más tarde que el libro de Lovecraft. De alguna manera, Lovecraft se adelanta a esos descubrimientos y hace que el monstruo que aterroriza el pueblo de Dunwich sea el producto de una dimensión distinta, de un universo paralelo que no está regido por las mismas leyes físicas que el nuestro. Y ese halo de ciencia ficción, esa sensación de que Lovecraft ha visto el futuro, hace que sus escritos sean aún más terroríficos.




Diario de un hombre de éxito, Ernest Dowson (Periférica, 2012). Ernest Dowson es uno de esos escritores inexplicablemente poco conocidos y traducidos, a pesar de su monumental capacidad poética. Diario de un hombre de éxito es una breve novela escrita en forma de diario, pero lo que hace que el volumen editado por Periférica sea imprescindible no es solo ese diario, sino sobre todo el poema que se incluye al final. Escrito por el poeta para una niña de once años de la que se enamoró, el poema es un canto oscuro y desgarrador, un lamento desesperado sobre los amores que se pierden. Uno de esos textos que te atraviesan: "bailé para olvidar tus azucenas pálidas/ y enfermó y sin consuelo por la vieja pasión, /durante todo el baile, que es eterno, /te he sido fiel, Cynara, a mi manera".





El quimérico inquilino, Roland Topor (Valdemar, 2009). Llegué a este relato por casualidad, mientras echaba un vistazo al deslumbrante catálogo de Valdemar. Decidí comprarlo por impulso, sin tener ninguna referencia de él. Y el descubrimiento fue enorme. Topor construye una novela laberíntica, de esas que te hipnotizan poco a poco, que te van llevando por el camino que quiere el escritor incluso aunque sabes que te está arrastrando. Incluso aunque puedes intuir el final. 




La pareja abominable, Edward Gorey (Valdemar, 2006 ). La pareja abominable reúne algunos de los relatos publicados por Gorey en los distintos volúmenes que realizó a lo largo de su vida. El libro es casi más un objeto de colección que una lectura, porque lo más fascinante de Gorey es ese mundo macabro y terrible que plasmó a través de sus ilustraciones. Asesinatos de niños, parejas de psicópatas, incesto, muertes absurdas y crueles, malos tratos, insectos, canibalismo. Y todo ello adornado con esas rimas casi infantiles, con esos textos que parecen letras de canciones para niños, que hacen que el conjunto sea aún más perverso. 



domingo, 14 de julio de 2013

sobre el opio, el alcohol, los retratos escondidos en los cuadros y la familia Brontë

[Emily Brönte]


Hace unos días acabé de leer Cumbres borrascosas. La novela me pareció soberbia, tan excesiva, torturada, tenebrosa y cruel como esperaba. Sin embargo, buscando información en internet sobre las distintas adaptaciones al cine que se han hecho de ella, encontré por casualidad la biografía de Emily Brontë, profundamente ligada a la de sus hermanos. Y me di cuenta de que la historia de la familia Brontë era tan tenebrosa y torturada como las novelas que escribieron. O puede que incluso más.

Los Brontë fueron seis hermanos, cinco chicas y un chico. Dos de las chicas, María y Elisabeth, enfermaron de tuberculosis en el colegio en el que habían sido internadas tras la muerte de su madre. Fallecieron el mismo año, en 1825. Durante un tiempo, los cuatro hermanos vivieron con una tía, que se ocupó de ellos hasta su muerte unos años después. Tras su fallecimiento, los hermanos decidieron volver a la casa familiar, donde su padre, pastor anglicano, había permanecido todo ese tiempo. Aunque eran apenas unos adolescentes, comenzaron a ganarse la vida en trabajos irregulares y mal pagados. Emily, Charlotte y Anne ejercieron de institutrices en distintas casas, y Branwell encontró un empleo en la oficina del ferrocarril. Por la noche, los cuatro escribían de forma incansable y enfermaban poco a poco, dejando que la tuberculosis deshiciese sus pulmones en aquella casa fría y húmeda. 


[uno de los pocos retratos existentes de Branwell]


Todos conocemos las publicaciones de las tres hermanas, Emily, Charlotte y Anne, que escribieron tanto poesía como novela. Sin embargo, del único chico, Branwell, casi no sabemos nada. Su nombre apenas aparece en la biografía de Emily, y no existe casi ninguna publicación suya. Buscando información sobre él, llegué por casualidad al blog de Juan Camós, al que ya conocía por su programa de radio, A este lado de la tumba. Es curioso, porque sabía de la existencia de este blog desde hacía solo unos días, y no había leído la entrada sobre Branwell. Supongo que llegó cuando tenía que hacerlo, en una de esas sincronicidades que tanto me pasan últimamente.

En su blog, Juan cuenta cómo las hermanas escondieron a Branwell sus publicaciones, cómo tejieron sus historias en silencio, minuciosamente, a escondidas de un hermano que era despreciado una y otra vez por la crítica y los escritores famosos con los que intentaba contactar. Solo y enfermo, Branwell empezó a abusar del alcohol y del opio. Desaparecía durante días de su casa, a donde regresaba envuelto en los delirios de la droga y con los pulmones cada vez más destrozados. Perdió a su prometida, que declinó el matrimonio por "su alcoholismo crónico, su abuso de los opiáceos y sus deudas", y le echaron del trabajo. Entre crisis y crisis, pasaba unos días en la casa familiar, donde se dedicaba a la pintura, otra de sus pasiones frustradas. En su habitación, escondida detrás de un armario, encontraron uno de sus últimos cuadros. En ella había pintado a sus tres hermanas, pálidas y hermosas, situadas junto a una columna. Pero si miramos esa columna con atención, se percibe una mancha de contornos borrosos. Cuando se analizó el cuadro, se descubrió que, bajo esa mancha, Branwell se había pintado a sí mismo. Y después se había borrado, había tapado su rostro con capas de pintura. Como si quisiera desaparecer para siempre de aquella escena. 




Todas las biografías de las hermanas Brontë describen a Branwell como una carga. Como la oveja negra que Emily tenía que cuidar porque no sabía cuidar de sí mismo. Pero yo me pregunto qué sentían las tres hermanas cuando escribían sus libros conjuntos a espaldas de su hermano, cuando escondían los pliegos de folios en los que redactaban sus obras. Por qué nunca le incluyeron ni le ayudaron, a pesar de que sus obras fueron conocidas en vida. "En toda mi vida no he hecho nada grande ni bueno", escribió Branwell en una de sus últimas cartas, antes de morir, alcoholico y enfermo, con solo treinta años. 



jueves, 30 de mayo de 2013

últimos libros leídos




La piel fría, Albert Sánchez Piñol. A La piel fría llegué por casualidad, sin saber muy bien qué me iba a encontrar. De hecho, pensaba que el libro iba más por la ciencia ficción que por el terror, y no sabía casi nada del argumento salvo algo de que los personajes estaban encerrados en un faro. En realidad, eso acabó siendo lo mejor para leer el libro, ya que es una de esas historias en las que es muy fácil que te estropeen los giros de la trama si te cuentan el argumento. Así que yo tampoco lo voy a hacer. Solo voy a decir que es uno de esos libros que te persiguen mucho tiempo después de leerlos, de esos que se te quedan en el fondo del cerebro y forman parte de la materia prima de las pesadillas.Si tuviese que decir el referente más próximo al que me ha recordado, diría que al Lovecraft de En las montañas de la locura, pero quizá aún más profundo. Bajo el argumento de La piel fría hay una reflexión sobre el otro, sobre el que es extraño a nosotros, que aporta densidad a la novela y la hace tremendamente lúcida, a pesar de esa oscuridad asfixiante en la que se desenvuelve buena parte de la trama. Hay un faro y dos personajes encerrados en él y  una extrañas criaturas salidas del sueño más pesado y más oscuro, pero también hay una especie de vistazo al alma humana. Y ese atisbo de lo que somos, de los monstruos que laten bajo la piel, es seguramente lo más terrorífico del libro.




Lucifer circus, Pilar Pedraza. Pilar Pedraza es algo así como una especie de Amelie Nothomb underground y extraña que ha visto demasiados programas de Cuarto Milenio. Su obra, tanto en la vertiente de la novela como en la del ensayo, es bastante personal, pero no tanto por el estilo como por la temática. Sus novelas no tienen grandes innovaciones ni en el estilo ni en la estructura de la historia, pero son reconocibles por los temas sobre los que giran: la monstruosidad, lo paranormal, los autómatas, el circo, el espiritismo. Es decir, todo lo que está al otro lado, detrás de la línea que permite explicar la realidad en términos racionales. Lucifer circus trata la temática del circo, pero también del ambiente espiritista y sectario del París de finales del XIX. No hay demasiados giros inesperados ni tramas complejas, pero creo que eso es un acierto, porque la temática elegida ya es lo suficientemente inquietante -sobre todo si tenemos en cuenta que buena parte de los hechos y los personajes que aparecen son reales- como para recargarla más. Lo único que me sorprende que es Pedraza no sea más conocida, pero quizá ese halo underground solo para iniciados también forme parte del encanto.






Hierático, Fracisco Javier Pérez. Hierático es la primera novela de Francisco Javier Pérez, otro de esos escritores de culto que habría que colocar en un altar. No sé muy bien un altar a qué -a Cthulhu quizás-, pero un altar seguro. La novela es una especie de distopía pulp protagonizada por un detective en horas bajas, es decir, todo un homenaje al género. Está ambientada en una Barcelona inundada por la subida del nivel del mar debido al cambio climático, lo que la ha convertido la ciudad en un cenagal lleno de la peor escoria posible. Y en ese cenagal, el detective será contratado para una misión algo distinta a lo que suele estar acostumbrado. Hierático le gustará sobre todo a los que disfruten con el género distópico y el rollo pulp, en el que Fracisco Javier Pérez se mueve a la perfección. Aún no he tenido tiempo (leáse dinero) para pillar los últimos libros de Pérez, editados por Aristas Martínez, pero me han dicho que ha ganado con el tiempo, así que los pongo en mi lista mental.




Un paseo por el lado salvaje, Nelson Algren. Dice Kiko Amat que Un paseo por el lado salvaje es una de las mejores novelas de la Historia, y estoy totalmente de acuerdo. Aunque no sea tan conocida como El guardián entre el centeno o Las uvas de la ira, Algren da una lección de literatura en toda regla con este libro. Es más, da casi una lección de literatura por párrafo: "Pero por encima de la traición, bajo el jolgorio, se cernía, aquel verano sofocante, la sensación de que todo eso era tan triste como un brindis al sol en un país invadido. En las caras estragadas de las jovencitas y en las maquilladas de los chicos en los bares clandestinos, flotaba la sensación de una derrota inminente".

lunes, 29 de abril de 2013

mis diez distopías



Hace unos días, un amigo me pidió que le aconsejara una distopía que no fuera 1984 ni Un mundo feliz, que ya había leído. Yo soy una auténtica fan de este género, acumulo todas las que van cayendo en mis manos, sean del tipo que sean. Así que no podía recomendar solo una. He escogido diez guiada por criterios estrictamente personales. Es decir, no son las diez mejores distopías de la Historia ni nada de eso, son simplemente las que yo recomendaría. Por supuesto, se aceptan sugerencias para ampliar la colección:


1. Nosotros, Evgeni Zamiatin (1921). Si solo pudiese elegir una de toda la lista, sin duda escogería ésta. Oscura y sombría, es una de las primeras distopías de la Historia, y seguramente una de las mejores. De hecho, el propio Orwell dijo haberse inspirado en ella para escribir 1984. Describe una sociedad en la que el control sobre los individuos es absoluto, hasta el punto de que las viviendas son de cristal para que la Policía pueda vigilar en todo momento lo que hacen sus habitantes. Los individuos no existen, ni siquiera los nombres propios. Las personas son solo números de expedientes perfectamente ordenados y clasificados. Pero el sistema no es perfecto, y la disidencia también existe. 

2. Neuromante, William Gibson (1984). Neuromante es uno de los clásicos de la ciencia ficción y del subgénero distópico por muchas razones. Una: porque si creéis que Matrix es original, es porque no habéis leído esta novela (y habla una fan de la película). Lo de conectarse a una realidad creada artificialmente mediante un aparato que entra en tu sistema nervioso ya existía mucho antes de los hermanos Wachowski, Gibson lo había inventado exactamente quince años antes. Dos: porque inventa el término ciberespacio y antecede lo que hoy es internet. Tres: porque inventa el género cyberpunk, que luego se ha convertido en un subgénero en sí mismo.

3. Picnic junto al camino, Arcadi y Boris Strugatski (1977) Inmerecidamente olvidada, es una de las grandes obras de la ciencia ficción. Ambientada en un futuro cercano, los extraterrestres han visitado la Tierra, pero ni siquiera se han molestado en intentar contactar con nosotros. Somos demasiado insignificantes para ellos. La Tierra es solo un lugar donde hacer una parada técnica, un picnic. Ni siquiera se han molestado en volver. Pero las consecuencias de su visita sí perduran. Una extraña contaminación impregna los lugares donde aterrizaron, haciendo imposible la vida en ellos. Solo se adentran allí los stalkers, merodeadores que rebuscan entre la basura extraterrestre para traer baratijas y venderlas. Tiene una versión cinematográfica mítica filmada por Tarvkovski.

4. Plop, Rafael Pinedo (2007). Posiblemente la novela que más reacciones físicas me ha provocado de todas las que he leído en mi vida. Crueldad, violencia y asco en estado puro y que te atraviesan el cerebro gracias a la poderosa voz de Pinedo. Ambientada en un mundo postapocalíptico, una especie de tribu o clan sobrevive entre la mezcla de basura y barro en que se ha convertido la superficie del planeta, imponiendo reglas que ya no respetan las costumbres que conocemos. Forma parte de una trilogía junto con Frío y Subte, tan deslumbrantes como la primera. 

5. La carretera, Cormac MacArthy (2006). También capaz de provocar reacciones, aunque a un nivel más emocional por la angustia y desesperación que es capaz de transmitir McArthy. Está ambientada en un futuro postapocalíptico en el que ha desaparecido la civilización y apenas quedan alimentos. Un padre y un hijo recorren carreteras y caminos intentando sobrevivir y buscando algo de esperanza en medio de la desolación y las ruinas. También ha tenido versión cinematográfica protagonizada por Viggo Mortensen. 

6. ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, Philip K. Dick (1968). Otro de los clásicos indiscutibles de la ciencia ficción, aunque quizá algo eclipsado por su versión cinematográfica, Blade Runner. Todos la habréis visto, así que no voy a hablar del argumento, pero aún así recomiendo leer el libro. Sobre todo porque es bastante más político, se moja más en su crítica al sistema, pero también porque K. Dick es uno de los grandes y lo merece.

7. Leyes de mercado, Richard Morgan (2004). Si creéis que la crisis no puede ir a peor, estáis equivocados. Todavía puede llegar una multinacional y comprar parte del PIB de vuestro país a cambio de armamento para una guerra que ellos mismos han provocado. Todavía os pueden obligar a que os matéis entre vosotros para conseguir trabajo. Leyes de mercado es una especie de distopía económica, de alerta de lo que está por venir si seguimos así. Y eso que fue publicada antes del comienzo de la era Lemahn Brothers.

8. Cenital, Emilio Bueso (2012). En una ecoaldea perdida en el monte, sus habitantes sobreviven al colapso de la sociedad industrial, incapaz de seguir funcionando tras el agotamiento de los combustibles fósiles. Inquietante sobre todo por su veracidad, ya que basta introducir en Google los términos "pico del petróleo/oil peak" para que nos dé un vuelco el estómago. 

9. Farenheit 451, Ray Bradbury (1953). Posiblemente la distopía más conocida después de 1984 y Un mundo feliz.  La temperatura a la que arde el papel, las hogueras públicas para quemar libros, la igualdad impuesta a base de ignorancia. Bradbury dando una lección de literatura. 

10. Metro 2033, Dimitry Glukovsky (2005). Un auténtico bestseller en Rusia, aunque aquí no ha sido tan conocida. No está a la altura literaria de muchas de las novelas de esta lista, pero es una propuesta interesante, sobre todo para los que se quieran iniciar en el género y no se atrevan con novelas como Neuromante, más complejas en su prosa y su argumento. Se desarrolla en el interior del metro de Moscú, donde se han refugiado los supervivientes a un holocausto nuclear. El Metro se ha convertido en una civilización en si misma, con facciones enfrentadas en guerras violentas y estaciones que se alían entre sí para ganar territorio y poder. Lo mejor, el microuniverso que es capaz de crear el autor.