La piel. El momento exacto en el que Alexander Bogdánov, creador de la teoría del empirocriticismo y médico alucinado, atraviesa la piel de su antebrazo izquierdo con una aguja. Debajo están las venas, que Bogdánov ha dibujado cuidadosamente sobre su brazo para poderlas localizar más fácilmente. Caído en desgracia tras su enfrentamiento con Lenin, a Bogdánov solo le quedan ya esas líneas de tinta que recorren sus brazo para demostrar que no está equivocado, que sus teorías son ciertas, que los experimentos de los últimos meses no son mapas del abismo. Bogdánov inyecta la aguja en su brazo derecho y activa el mecanismo que bombea la sangre hasta el interior de su organismo. Pionero en la investigación sobre las transfusiones sanguíneas, está convencido de que la introducción de sangre en el cuerpo puede curar múltiples enfermedades, devolver el vigor, rejuvenecer el organismo. Sus experimentos han tenido éxito con animales, pero ha llegado el momento de dar un paso más. La sangre está entrando en el cuerpo de Bogdánov y éste no puede evitar apartar la vista de las líneas de tinta que marcan el mapa de sus venas y sus arterias. Él aún no lo sabe, pero la sangre se pudrirá en el interior de su cuerpo. Él aún no lo sabe, pero las fiebres brotarán por todo su cuerpo y no podrá sobrevivir a la infección. Él aún no lo sabe, pero nadie se molestará en limpiar la tinta de su brazo y será enterrado con el mapa de su muerte.
La tierra. El momento exacto en el que Alfred Watkins, en medio de uno de sus paseos psicogeográficos por los alrededores de su casa de campo, intuye una pauta, una constante que se repite una y otra vez en todo lo que le rodea. Obsesionado con la posibilidad de estar ante un descubrimiento capaz de cambiar la manera de entender el pasado Watkins comienza a perseguir ruinas, a realizar excavaciones en medio de la noche, a desenterrar escombros. Está convencido de que los monumentos antiguos siguen una disposición precisa sobre el terreno, de que responden a una pauta. Marca sobre los mapas los lugares en los que se encuentran las ruinas que ha perseguido durante meses y cree percibir una constante. Todos esos restos se disponen a lo largo de líneas, de rectas que pueden trazarse a la perfección sobre un mapa. Obsesionado con su descubrimiento, Watkins escribirá uno de los tratados más extraños de la arqueología moderna, un texto denso y oscuro que pasará desapercibido para la comunidad científica del momento. La teoría de las líneas ley no despertará interés hasta mucho tiempo después, pero Watkins no llegará a verlo. Morirá en 1935 en su casa de campo, en medio de decenas de mapas repletos de líneas.