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jueves, 19 de junio de 2014

De las líneas que trazaron Alexander Bogdánov y Alfred Watkins



La piel. El momento exacto en el que Alexander Bogdánov, creador de la teoría del empirocriticismo y médico alucinado, atraviesa la piel de su antebrazo izquierdo con una aguja. Debajo están las venas, que Bogdánov ha dibujado cuidadosamente sobre su brazo para poderlas localizar más fácilmente. Caído en desgracia tras su enfrentamiento con Lenin, a Bogdánov solo le quedan ya esas líneas de tinta que recorren sus brazo para demostrar que no está equivocado, que sus teorías son ciertas, que los experimentos de los últimos meses no son mapas del abismo. Bogdánov inyecta la aguja en su brazo derecho y activa el mecanismo que bombea la sangre hasta el interior de su organismo. Pionero en la investigación sobre las transfusiones sanguíneas, está convencido de que la introducción de sangre en el cuerpo puede curar múltiples enfermedades, devolver el vigor, rejuvenecer el organismo. Sus experimentos han tenido éxito con animales, pero ha llegado el momento de dar un paso más. La sangre está entrando en el cuerpo de Bogdánov y éste no puede evitar apartar la vista de las líneas de tinta que marcan el mapa de sus venas y sus arterias. Él aún no lo sabe, pero la sangre se pudrirá en el interior de su cuerpo. Él aún no lo sabe, pero las fiebres brotarán por todo su cuerpo y no podrá sobrevivir a la infección. Él aún no lo sabe, pero nadie se molestará en limpiar la tinta de su brazo y será enterrado con el mapa de su muerte. 





La tierra. El momento exacto en el que Alfred Watkins, en medio de uno de sus paseos psicogeográficos por los alrededores de su casa de campo, intuye una pauta, una constante que se repite una y otra vez en todo lo que le rodea. Obsesionado con la posibilidad de estar ante un descubrimiento capaz de cambiar la manera de entender el pasado Watkins comienza a perseguir ruinas, a realizar excavaciones en medio de la noche, a desenterrar escombros. Está convencido de que los monumentos antiguos siguen una disposición precisa sobre el terreno, de que responden a una pauta. Marca sobre los mapas los lugares en los que se encuentran las ruinas que ha perseguido durante meses y cree percibir una constante. Todos esos restos se disponen a lo largo de líneas, de rectas que pueden trazarse a la perfección sobre un mapa. Obsesionado con su descubrimiento, Watkins escribirá uno de los tratados más extraños de la arqueología moderna, un texto denso y oscuro que pasará desapercibido para la comunidad científica del momento. La teoría de las líneas ley no despertará interés hasta mucho tiempo después, pero Watkins no llegará a verlo. Morirá en 1935 en su casa de campo, en medio de decenas de mapas repletos de líneas. 

sábado, 2 de noviembre de 2013

yo, Lope de Aguirre, endemoniado y rabioso como habitante de las profundidades



De todos los personajes malditos de la historia, Lope de Aguirre es uno de mis preferidos. Traidor, alucinado, déspota y cruel, Aguirre fue todo lo sanguinario que pudo durante sus cuarenta y cinco años de vida, hasta que fue asesinado por uno de sus subordinados. Seguramente sea uno de los personajes más oscuros y detestables de la colonización española de América, responsable directo de la muerte de miles de nativos, pero sus odios nunca se dirigieron solo contra los indígenas. La desobediencia a los mandos militares del Virreynato de Perú provocó que fuese juzgado y castigado a ser azotado públicamente. Aguirre nunca perdonaría aquello. Con el orgullo herido, esperó que acabase el mandato del juez, y comenzó una persecución que duraría tres años. Tres años esperando para poder vengarse. Tres años siguiendo al juez de ciudad en ciudad, buscando su rastro, oliendo su miedo, acechándolo. Tres años hasta que lo encontró, después de haber recorrido más de seis mil kilómetros, y lo asesinó en su propia casa. 

Aguirre fue condenado a muerte, pero la sentencia nunca se cumpliría. La conquista necesitaba hombres violentos y crueles como él, y fue reclutado y enviado al campo de batalla. De él volvería con las manos quemadas por el arcabuz, una cojera que arrastraría para siempre y la mirada aún más cruel. Después de aquello, se enrolaría en una misión para buscar El Dorado. En ella Aguirre era solo un subordinado, pero no dudó en llevar a cabo una política de asesinatos selectivos para hacerse con el mando. Ejecutó a setenta y dos miembros de la expedición, porque consideraba que no eran útiles o que no cooperaban en la empresa. Los demás se arrodillaron ante él y le nombraron príncipe. A partir de entonces, Aguirre elegiría enemigos aún más poderosos. La expedición pronto se convirtió en una misión alucinada y febril para arrebatar el poder a los mandos militares que gobernaban los territorios conquistados por los españoles. Después de la toma de cada ciudad, Aguirre escribía personalmente a Felipe II para reírse de él e insultarlo. A veces firmaba como El Traidor. Otras como El Peregrino o El Príncipe de la Libertad. 

Cercado en Barquisimeto, una de las ciudades sobre las que había caído como una plaga, asesinó a su propia hija a puñaladas en medio de un delirio. Sus subordinados decidieron entonces acabar con su vida. Como castigo, su cuerpo fue descuartizado y enviado a varias ciudades de Venezuela para que sus restos fueran comidos por los perros. Su cabeza fue enjaulada y enviada a El Tocuyo. Ni siquiera muerto quisieron fiarse de ella. 

Esta historia la conocí en la universidad, donde tuve una asignatura sobre historia de Latinoamérica. No me había acordado de ella hasta hace unos días, cuando en un blog encontré por casualidad un poema a Lope de Aguirre escrito por José Ramón Signes. El poema es alucinante, pero copio solo una parte porque este post ya es demasiado largo. El que quiera leerlo entero, puede hacerlo aquí. 


Yo, Lope de Aguirre, el Peregrino, el Traidor,
que fui príncipe de estas tablas cuando todavía eran naves,
que fui cañones sin el reproche de tontas leyes,
que me permití pecar de lesa majestad y por escrito,
soy apenas el rostro de un vasco delirante surcado de lengua bárbara,
indiano de imposible retorno, falso criollo,
tosca pincelada de ambición y avaricia en todo caso
esquivando flechas envenenadas sobre una balsa de troncos
entre monos que chillan sin parar.

Yo, Lope de Aguirre, la ira de Dios,
entregaré mi cuerpo a esta isla con nombre de mujer
para que alguien lo desguace con mi propio cuchillo
y lo lleve en trozos selva adentro, para regocijo de los perros.

viernes, 8 de marzo de 2013

mapas que se despliegan




Hace unos meses me pidieron que hiciera el prólogo de un pequeño poemario que iba a publicar la editorial Groenlandia en formato digital. Lo leí, y enseguida se me vino a la cabeza la imagen de un mapa, de esos que se van desplegando en segmentos rectangulares para ir dejando a la vista los elementos que lo componen. También pensé que era un poemario lleno de espacios en blanco, pero que de alguna manera esos espacios también formaban parte de él. Al fin y al cabo, los poemarios también están hechos de lo que no se puede leer, de los silencios y los escalofríos y las páginas en blanco. 


El poemario se puede leer y descargar libremente aquí. Espero que os guste.