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miércoles, 20 de enero de 2016

De la estancia de August Strindberg en el infierno.

[August Strindberg y sus hijos, 1912]



En un momento difícil de precisar entre 1894 y 1895, August Strindberg destroza el retrato de su hija pequeña en medio de fuertes alucinaciones y delirios. Con una extraña meticulosidad, clava diminutos alfileres en los ojos y la boca de la fotografía y escribe sobre ella varias palabras ininteligibles con una caligrafía caótica y torturada. Después, se pincha un dedo con uno de los alfileres y deja caer varias gotas de sangre sobre el retrato de la niña. Por último, lo lanza a la chimenea, donde lo ve consumirse durante unos segundos. La voz que le ha ido susurrando al oído los pasos que debía seguir parece complacida. Strindberg se tumba sobre la cama tapándose los oídos con las manos y le grita a la voz que se calle en medio de un delirio cada vez más oscuro. Al cabo de unos minutos, consigue que las voces que hay en su cabeza se callen, pero no se marcharán. Nunca más le abandonarán.

En los días siguientes, la magia negra que ha efectuado sobre su hija de apenas cinco años no parecerá tener ningún efecto. La carta que espera Strindberg de su segunda mujer, Frida Uhl, contándole que la hija que tienen en común ha contraído una enfermedad nunca llegará, y el escritor olvidará pronto lo sucedido. Sin embargo, unas semanas más tarde, Strindberg recibe una larga carta de dos de los hijos de su primer matrimonio. En ella, los niños le cuentan que acaban de volver de una larga convalecencia en el hospital, donde habían sido ingresados debido a una extraña enfermedad infecciosa que los médicos no habían podido identificar. Se recuperarán de la enfermedad sin aparentes secuelas, aunque desde entonces arrastrarán una densa y oscura sombra que irá siempre con ellos. A partir de ese momento, Greta y Hans comenzarán a exhibir la misma mirada cruel y alucinada de su padre en todas las fotografías que se tomen de ellos. Como si en vez de prestar atención al fotógrafo, estuviesen escuchando algún extraño susurro que los demás no eran capaces de oír. Como si en vez de mirar al objetivo, estuviesen observando atentamente a la persona que mira la fotografía.


De hecho, Strindberg sentirá temor de sus hijos a partir de entonces, y se negará a fotografiarlos con su propia cámara. El escritor poseía una cámara de fabricación propia cuya lente estaba sin pulir para captar mejor el alma de la persona fotografiada, que de esta forma quedaba impregnada en el negativo. Aunque existen varios retratos de sus hijos, se cree que solo uno de ellos fue hecho con la cámara de Strindberg. La fotografía, tomada un año antes del fallecimiento del escritor, fue hecha con ocasión de la reunión de sus tres hijos en la casa donde residía Strindberg, cuya salud se encontraba ya muy deteriorada. En un lateral puede verse la figura algo difuminada del escritor, con una expresión de pánico y turbación en el rostro. Los dos lugares del centro los ocupan dos hijos del primer matrimonio, que en el momento en que fue tomada la fotografía ya eran adultos. Completando el retrato se encuentra la hija menor de Strindberg, llamada Kerstin. Su expresión parece tranquila, pero las de los dos hermanos mayores resultan profundamente perturbadoras. Como mirar la fotografía de un cadáver o de un enfermo a punto de morir. Como mirar el retrato de alguien que carece de alma. 


Visiones y locura

A lo largo de su vida, Strindberg atravesará profundas crisis psicológicas.  Las visiones y los delirios que acompañarán cada una de ellas harán que se le diagnostique de esquizofrenia y manía persecutoria, pero se negará a recibir tratamiento. Para él, el diagnóstico no será más que una muestra del complot que sus enemigos traman contra él, y mantendrá esta opinión incluso en los periodos de mayor lucidez Strindberg estaba convencido de que varios individuos con conocimientos  sobre el funcionamiento de la electricidad le acechaban e intentaban hacerle enfermar. Obsesionado con esta idea, se cambiará de residencia en numerosas ocasiones, a veces abandonando su estancia en mitad de la noche. Creía que sus enemigos aprovechaban sus ausencias para colocar campos electromagnéticos en los alrededores de su vivienda, con el objetivo de que se viese expuesto permanentemente a sus efectos negativos. Objetos como una valla metálica puesta recientemente en el jardín de al lado o unos cables de telégrafos mal colocados hacían estallar los delirios de Strindberg, que caía así en profundas crisis alucinatorias.

“Lo que aumenta mi turbación es el evidente cambio que se ha efectuado en la habitación vecina a la mía. Para comenzar, han colgado una manta en el cuarto, evidentemente para ocultar alguna cosa. Sobre la campana de la chimenea han sido colocados montones de placas metálicas se parados por traviesas de madera. Sobre cada montón puede verse un álbum fotográfico o un libro cualquiera, puestos allí, evidentemente, para dar un aire de inocencia a esos infernales artefactos a los que quiero llamar acumuladores. Por añadidura, distingo a dos obreros encaramados en un tejado de la calle Censier, justo frente a mi habitación. No puedo distinguir lo que están haciendo, pero señalan mi ventana mientras manejan objetos que no puedo discernir” (Inferno, August Strindberg)
Estas alucinaciones provocarán que desconfíe de todos los que le rodean, incluidos sus familiares y amigos más cercanos. Para Strindberg, los consejos de que visite a un médico y las negativas a tomarse en serio sus alucinaciones serán una prueba más de la participación de sus allegados en el complot que se urdía contra él, lo que le llevará a un aislamiento cada vez más profundo. La única persona con la que logrará establecer un vínculo estrecho será con su hija menor, probablemente el único ser al que Strindberg se sentirá unido. Aunque la magia negra no había tenido efectos sobre ella, el escritor arrastrará durante toda su vida la culpa por haber deseado que enfermase, e intentará aliviar ese sentimiento volcándose en su paternidad, sobre todo durante la primera infancia de la niña. El periodo que el escritor pasa junto a ella en el pueblo donde reside es uno de los más tranquilos de su vida, tanto por la acción beneficiosa del vínculo con la niña como por el descubrimiento del visionario Emanuel Swedenborg. A partir de este momento, la mística de Swedenborg se convertirá en una de las piezas centrales del pensamiento de Strindberg, ya que en él encontrará la explicación de su enfermedad:

“Todo lo que me había sucedido lo encuentro en Swedenborg: angustias, opresión pectoral, fuertes palpitaciones del corazón, lo que yo llamaba cinturón eléctrico, todo está allí, y el conjunto d estos fenómenos constituye la purificación espiritual” (Inferno, August Strindberg)


Alquimia y mística

A partir de la lectura de Swedenborg, Strindberg creerá haber encontrado una explicación a las obsesiones que le persiguen desde hace tiempo. Hasta entonces no había podido explicarse las razones de su persecución ni las causas de que sus enemigos tratasen de dañarle, pero la lectura de los textos de Swdenborg le hará creer que se trata de pruebas que debe superar para conseguir una purificación espiritual. Los enemigos que le persiguen no son más que la manifestación física de potencias que buscan obstaculizar  su desarrollo espiritual. Strindberg se verá a sí mismo como un visionario, como alguien que ha sido capaz de vislumbrar el otro lado y conoce sus secretos. Ello le hará especialmente vulnerable a los ataques de las potencias del mal, que perseguían con especial virulencia a aquellos que pueden acceder a conocimientos no revelados. Strindberg creía que poseía este conocimiento gracias a la práctica de la alquimia, a la que entregó durante largos periodos de su vida. En su pequeña habitación del Barrio Latino, en París, poseía un auténtico laboratorio químico en el que trabajaba durante días, sin ni siquiera acordarse de comer o dormir. Gracias a sus experimentos, consiguió demostrar algunas teorías de la Química que hasta entonces no habían sido probadas, y algunas de sus publicaciones en revistas científicas tuvieron una gran divulgación. Sin embargo, para Strindberg estos descubrimientos no tenían ningún valor. Más que una disciplina científica, la alquimia era un camino espiritual. Lo que buscaban los alquimistas era la esencia del alma humana:

“Las almas, quiero decir los cuerpos desmaterializados, permanecían flotando en el aire, lo cual me llevó a intentar aprehenderlos y analizarlos. Provisto de un pequeño frasco lleno de acetato de plomo líquido, emprendo esta caza de almas, quiero decir de cuerpos, y apretando el frasco destapado en mi mano cerrada me paseo como un cazador de pájaros liberado del trabajo de atraer a su presa. En mi casa, filtro el abundante precipitado y lo coloco bajo el microscopio.” (Inferno, August Strindberg)
La explicación de sus obsesiones proporcionó a Strindberg un periodo de cierta tranquilidad, aunque la enfermedad mental nunca le abandonaría. Las fotografías de sus últimos años de vida muestran un deterioro progresivo en el escritor, tanto física como psicológicamente. La mirada de Strindberg será cada vez más febril y alucinada. Como si la fotografía mostrase a una persona sin alma. Como si el retratado, en vez de mirar al objetivo, estuviese mirando a la persona que observa la fotografía. Como si nos estuviese mirando a nosotros. 



[este artículo fue publicado originalmente en el fanzine Radiante Porvenir]

domingo, 4 de octubre de 2015

Cadena alimenticia






Aunque nos parezcan muertos y horribles, los zombis tienen una vida interior rica y plena. Lo descubrí pocos días después de que me encerraran en esta celda, la C-348. El encargado de traerme la comida comenzó a dejarme libros junto al plato. La mayoría de ellos tenían frases subrayadas y anotaciones a lápiz en los bordes. Al principio pensé que quería mandarme un mensaje, pero luego me di cuenta de que simplemente eran sus reflexiones. Mi carcelero compartía su biblioteca conmigo, seleccionaba para mí los libros que creía que me podían gustar. La vacuna no había conseguido restablecerles la capacidad de articular las palabras correctamente, pero podían comunicarse por escrito igual que nosotros. Quizá aquella dificultad para hablar fue lo que hizo que les subestimásemos. Cuando se dieron los primeros casos de canibalismo después de la vacunación masiva no nos preocupamos demasiado. Simplemente pensamos que no había funcionado. Aquellos seres seguían intentando alimentarse de restos humanos y seguían siendo incapaces de hablar o razonar. Tuvieron que pasar unos meses para que nos diésemos cuenta de que los efectos tardaban en manifestarse. Para entonces ya era demasiado tarde. El ser humano había dejado de estar en la cima de la cadena alimenticia. A veces pienso en ello. Supongo que aquí no hay mucho más en lo que pensar. Hoy ha venido el médico a verme. Me ha dejado unas pastillas nuevas sobre la mesa, parecen vitaminas. Quieren que el bebé nazca sano y grande. Quizá debería empezar a llamarlos crías, para que me diese menos pena separarme de ellos. El médico me ha dado unas palmadas en la cabeza. Creo que están contentos conmigo. 




[La primera frase de este microrrelato pertenece a la escritora norteamericana Lisa Tuttle. Forma parte de una especie de juego en el que escritoras de ciencia ficción comenzaban un relato y tenías que continuarlo, con una extensión máxima de trescientas palabras. Así quedó el mío]

domingo, 16 de agosto de 2015

De accidentes de tren, zoos humanos en el parque del Retiro y reclusiones en hospitales psiquiátricos.


[Jules Sébastien César Dumond d´Urbille]


El momento exacto en el que Jules Sébastien César Dumond d´Urbille, célebre navegante y explorador francés, se da cuenta de que la puerta de su vagón ha sido cerrada con llave y de que, probablemente, va a morir asfixiado. Viajero incansable, Dumond ha recorrido el mundo entero debido a sus estudios de astronomía, botánica, geología y entomología, pero el destino le ha preparado un final irónico. Dumond no va a morir consumido en fiebres extrañas, ni va a ahogarse en el naufragio de su barco, ni va a perderse en el desierto de Atacama. La muerte le espera mucho más cerca, a solo unos kilómetros de París. En 1842, Dumond sube al tren que inaugura la primera línea de ferrocarril entre París y Versalles. Debido a las fiestas de los jardines de Versalles, se habían reforzado los trenes con dos nuevas locomotoras, en una de las cuales viajaba el almirante. La primera locomotora, más ligera y menos potente, se vio empujada por la segunda y descarriló. Las dos locomotoras ardieron y sus ocupantes murieron dentro sin poder escapar a las llamas ya que por medida de seguridad los vagones habían sido cerrados con llave antes de la salida.





[Inauguración del Palacio de Cristal, con decoración que simula la selva filipina]


El momento exacto en el que un obrero de nombre hoy desconocido acaba por fin el lago del Palacio de Cristal, en el parque del Retiro. El lago ha sido construido para que puedan lucirse las canoas de un grupo de nativos malayos que son exhibidos en el parque como parte de un zoo humano, una de las principales atraciones del Retiro en aquel momento. En 1900, por el módico precio de una peseta, se podía asistir a un "desayuno esquimal a base de pescado y carne seca", y tres años antes eran los ashantis, "raza poco inteligente de figura tan bestial que se les podría confundir con un orangután", los que vivaquearon en el parque, dando ocasión a que los antropólogos asistieran a un parto. En el caso de los esquimales a lo que pudieron asistir es a una muerte -o más bien muchas-, ya que de los cincuenta ejemplares exhibidos solo nueve volvieron a su tierra de origen. Lo mismo sucedió con malayos y ashantís, pero como no hay mal que por bien no venga, sus fondos acabaron enriqueciendo el fondo del Museo de Antropología, dando un bello ejemplo de sacrificio por la ciencia. 





[Leonora Carrington]


El momento exacto del día 23 de agosto de 1940 en el que Leonora Carrington, escritora y pintora surrealista, fue ingresada en la clínica psiquiátrica del Dr. Luis Morales, en Santander. Varias circunstancias conducen a este encierro. Tras la invasión nazi de Francia, Marx Ernst, compañero sentimental de Leonara Carrington, fue por segunda vez apresado e ingresado en un campo de concentración en mayo de 1940. A partir de ese instante, ella entra en un estado de alteralción mental agudo que le conduce hasta Madrid y, considerada loca, al citado sanatorio. El Dr. Luis Morales, de ideología nazi, la acoge en su clínica y experimenta con ella, al igual que lo hacía con otros pacientes, una cura ejemplar. En sus palabras, Leonora Carrington sanó "con solo tres sesiones de meduna (choque convulsivo químico con cardiazol)", lo que permitió que "recuperase un buen y bien vivir". La narración de Carrington de este periodo de su vida será, sin embargo, bastante diferente: en sus texto "Abajo" hablará de dolor, de torturas y de tristeza, pero no de curación. 




[Remy de Gourmont]


El momento exacto en el que Remy de Gourmont, novelista y crítico de arte, rompe la relación con su amigo Alfred Jarry, que se había burlado de amada Berthe. Conocida como "Berthe la blanda", "Berthe de los pies grandes" y "la gran dama", Berthe de Courrière había comenzado su relación con el escritor en 1887, después de quedar viuda del escultor Auguste Clésinger. Berthe era una mujer gigantesca, pero las burlas de Jarry no se debían a su físico, sino al gusto un tanto peculiar de Berthe por los sacerdotes. A lo largo de su vida, fue detenida e ingresada en hospitales psiquiátricos en numerosas ocasiones debido a las burlas obscenas y los gestos sexuales con los que acosaba a todos los sacerdotes que aparecían en su camino.




[La primera y última historia las conocí gracias al libro "¡La libertad o el amor!", de Robert Desnos (Cabaret Voltaire). La segunda y tercera gracias al periódico "El rapto", publicado por el Grupo Surrealista de Madrid]

domingo, 12 de abril de 2015

De lo que le dije a Emil Cioran en una noche de insomnio

Emil Cioran (1911-1995)

"Hay dolores de los que 
únicamente podría consolarme
la desaparición del cielo"

Emil Cioran



Nosotros los melancólicos
nos entregamos a la locura
como se entregaron los ángeles al baile
durante la desaparición del cielo.
Los hombres creen en algo
para olvidar lo que son, Emil,
qué será de nosotros 
que no creemos en nada,
a qué fiebres entregaremos
las amapolas de nuestra frente, 
a qué astros enloquecidos
juraremos obediencia.
Qué será de nosotros,
que desconocemos los peligros
que la belleza ha traído al mundo,
que solo hemos visto
las melodías del insomnio
y el despertar de las cosas indecisas.

Nosotros, que somos inmortales
desde hace setenta y seis años,
que hemos recogido a los heridos
de entre la nieve 
y hemos buscado su pulso
delirantes de escrúpulos.
Qué flores venenosas, 
qué crueles adormideras
nos salvarán de la plaga espeluznante
de la luz, Emil. 

viernes, 20 de marzo de 2015

Infancia y control social. El discurso de los abusos como método de disciplinamiento





Hace un tiempo publiqué un artículo que resumía una parte importante del trabajo con el que me titulé en sexología. El trabajo analizaba cómo en la sociedad actual los niños son objeto de un control casi absoluto. Carentes de toda autonomía y privados de cualquier capacidad de decisión, cada minuto de su día a día está fuertemente controlado, sometido a vigilancia, incluido dentro de un horario. Bajo el objetivo de la protección, los niños son sometidos a un control cada vez más intenso, especialmente en lo que se refiere a sus relaciones con otros niños y, sobre todo, a sus relaciones con los adultos. Profesores, vecinos, monitores, familiartes: todos pueden cometer abusos, todos son sospechosos, todos deben ser vigilados. El pederasta es el nuevo monstruo social, el catalizador de todos los temores y las iras de la sociedad. 

Sin embargo, estos monstruos sociales no aparecen de forma espontánea. Responden a una forma de organización social y a una distribución del poder concretas, a unas estrategias de dominación y a unos intereses determinados. Cuando de analiza el origen del actual discurso sobre los abusos durante la infancia, descubrimos que aparece en un momento y un lugar muy concretos: la década de los años ochenta en Estados Unidos. No es casualidad que se discurso tuviese a los niños como principal objetivo, ya que fabricar adultos obedientes pasa por fabricar niños obedientes. Si se consigue crear niños atemorizados, aislados y sometidos, podremos crear adultos incapaces de rebelarse, de cuestionar el orden actual de las cosas. Habremos acabado con la posibilidad del cambio. 

Finalmente la tesina nunca llegó a convertirse en tesis -la falta de pasta y el asfixiante mundo académico me quitaron las ganas-, pero creo que había algunas ideas que merecían la pena, y casi todas ellas están resumidas en el artículo. Se publicó online AQUÍ, pero además ahora Piedra Papel Libros ha decidido editarlo en papel en formato fanzine AQUÍ.

domingo, 9 de noviembre de 2014

Dientes de leche o La utilidad de los pequeños huesos de los niños para fabricar peines



Hoy se publica "Dientes de leche", una antología en la que participio con un cuento pequeño y raro sobre un fabricante de ataúdes yugoslavo. El cuento pertenece a "Las canciones de los durmientes", un poemario que acabé hace casi un año pero que desde entonces he estado corrigiendo. Si todo sale según lo planeado, se publicará a mediados del año que viene. Me hace mucha ilusión que se edite en papel, pero verlo ahora acompañado de una de las fotografías de Dara Scully ha sido una pasada. Es difícil que alguien pueda captar lo que tienes en la cabeza, sobre todo si lo que tienes en la cabeza también es pequeño y raro, pero a veces tienes la suerte de cruzarte con gente como Dara que te hace una radiografía en el cerebro. Un placer estar en este libro y sobre todo rodeada de esas fotografías y de esos poemas.


[para leer el poemario, haced clic AQUÍ]

martes, 21 de octubre de 2014

De cómo los seres humanos nos acabaremos alimentando de insectos



La semana pasada tuve el mismo sueño durante tres noches. No es la primera vez que me sucede, hay sueños que he tenido en decenas de ocasiones, pero esta vez fue diferente. Hasta ahora nunca había tenido exactamente el mismo sueño, siempre había variaciones. A veces eran detalles que casi pasaban desapercidos y otras cambiaban fragmentos enteros. Como si estuvieses viendo una película en la que van a apareciendo personajes distintos o en la que cambia el final. Además, esta vez era la primera ocasión en que el sueño se me repetía tres noches seguidas. Normalmente pasan semanas entre uno y otro.

En el sueño, yo cuidaba una granja de saltamontes. Los saltamontes eran enormes, del tamaño de un perro grande, y todos los días tenía que sacarlos a pastar por el monte. Era difícil, porque a veces saltaban muy lejos y tenía que ir a buscarlos. El monte estaba lleno de maleza que tenía que ir atravesando, y el pelo y el vestido se me enganchaba constantemente en las zarzas. Volvía a la granja llena de arañazos y con el vestido roto cada noche. Después, encerraba a los saltamontes en un cobertizo y recogía los huevos, que era a lo que se dedicaba la granja. Los huevos eran perfectamente redondos, del tamaño de una pelota de tenis, y la gente los utilizaba para cocinarlos al horno.

El sueño se repitió exactamente igual durante tres noches. Un día de esa semana, no recuerdo cuál, hablé con mi hermano por teléfono. Le conté el sueño y acabó hablándome de teorías extrañas sobre cómo los humanos acabaremos alimentándonos de insectos porque son mucho más sostenibles que las vacas o los cerdos. Después supongo que hablamos de cualquier otra tontería y colgamos. Al día siguiente me volvió a llamar. Había soñado conmigo. En su sueño, yo volvía a casa con los brazos llenos de arañazos y el vestido hecho harapos. Le decía que teníamos que cambiar la granja de saltamontes porque se iban demasiado lejos. Que en su lugar deberíamos tener una granja de caracoles. 

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Descomposición de una familia

[Décomposition d´une famille, Colette de Saint Yves]



Comer habas equivale
a comer la cabeza
de los propios padres.

Francisco Ferrer Lerín


El primer día del verano de 1857, la costurera se había levantado con los tobillos machados por la plaga. Al principio no le dio importancia, pero pronto fue invadida por la tristeza. Una tristeza amarga como el sudor de los hermanos que duermen en el mismo lecho. O como el llanto de los adolescentes que mueren pisoteados por los ciervos. O como las oraciones de los que rezan arrodillados delante del espejo mientras sus familiares flotan en la cocina. O como las súplicas de los mancos en estado de sueño cuyos dedos fueron devorados por las cenizas. O como los sollozos de los novios sordos que ponen manos violentas sobre los clérigos. O como los lamentos de los sepultureros que arrastran carros fúnebres repletos de llaves.

La costurera colocó todas sus agujas encima de la mesa de la cocina y llamó a todos sus hermanos. Comer habas equivale a comer la cabeza de los propios padres, les dijo, y pacientemente clavó sus agujas en los oídos de los muchachos.




[Texto de "Las canciones de los durmientes", inédito]

miércoles, 21 de mayo de 2014

Galería de rostros desconocidos



Acumulo muchas fotos en mi ordenador. Por una u otra razón, acabo guardando decenas de fotografías, la mayoría de ellas antiguas. A veces es porque forman parte de un texto que me interesa y las conservo para seguir investigando. Otras veces porque me gusta un gesto o un detalle de la persona retratada. El problema es que es frecuente que ni siquiera aparezca su nombre, y las carpetas acaban acumulando decenas y decenas de rostros desconocidos. Es posible que conozcáis a alguno de ellos. Es posible, incluso, que seáis alguno de ellos.



























domingo, 13 de abril de 2014

De lo que le dije a Jules Bonnot cuando vi su cuerpo abatido entre las ruinas


[Jules Bonnot, 1876-1912]


"La belleza es el comienzo de lo terrible"
Rainer Maria Rilke


Recuerdo la primera vez que te vi, Jules.

Eras tan hermoso
que en tu pecho cabalgaban decenas de caballos,
que a tu paso los ejércitos de mendigos
abandonaban las ciencias salvajes,
que los soldados adolescentes
enfermaban de nostalgia.
Eras tan hermoso
que los suplicantes acaballan sus ruegos,
que los sacerdotes incendiaban sus iglesias
y sacrificaban a sus dioses en holocausto.

Quien nunca haya sido asesinado
no puede hablar de las ejecuciones
cometidas en nombre del invierno
ni de los atentados terroristas
que habitan el interior de las orquídeas
ni de las explosiones celestes
que escupen los cañones de las pistolas.

Pero nosotros
hemos sido asesinados cientos de veces, Jules,
y los que hemos pernoctado entre las rosas
nos reconocemos unos a otros.

Me bastó una mirada para saber
de la oscuridad que escondían tus pupilas,
de la violencia que mecía tus noches,
de la destrucción que habitaba tu lecho.

Me bastó una mirada para desearte
el más hermoso de todos los sacrificios,
la más terrible de todas las bellezas.

Me bastó una mirada para recordar
todas y cada una de tus muertes,
para saber que moríriás también entre mis brazos
y que nunca serías perdonado.



[A Jules Bonnot, atracador de bancos, pistolero, mecánico, chófer, líder de una banda de salteadores y pionero en huir en automóvil de los lugares que atracaba. Murió en el cerco policial de la vivienda donde se refugió, después de aguantar un asedio de dos días. Para vencerle, la policía tuvo que derribar el edifico con bombas de mano]

sábado, 5 de abril de 2014

Seguir el rastro de un asesino





"Estamos todos condenados. Lo importante es salir dando un gran portazo, lo suficientemente fuerte como para que el estruendo quede grabado en la memoria de la Humanidad"
 Boris Savinkov


Continúo buscando el rastro de Savinkov. A medida que avanzo en su vida, la pista se hace cada vez más dificil de seguir. Como si Savinkov se fuese sumergiendo cada vez más en las tinieblas. Como si él mismo se estuviese conviertiendo en un personaje cada vez más oscuro. El Savinkov de "El caballo amarillo" es un revolucionario convencido, un asesino implaclabe, un terrorista que cree profundamente en la necesidad de la violencia. Pero es también alguien con un gran sentido del humor, una carisma enorme y una inteligencia brillante. Alguien que duda de sus acciones, que piensa en las posibles víctimas, que se pregunta por la validez de sus convicciones. Un hombre enamorado de una mujer que no tendrá jamás pero a la que continúa regalando flores.

Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, Savinkov se vuelve mucho más oscuro. En "El caballo negro", el diario que recoge la última parte de su vida, no hay apenas rastro del humor ni del carisma de Savinkov. Solo queda el asesino, el estratega, el militar. Savinkov ni siquiera es ya un revolucionario. Entre un libro y otro ha tenido lugar la Revolución de Octubre y ha podido comprobar lo que ya sabía, que el poder tiene el mismo rostro en todas partes. Su vida será una lucha desesperada contra toda forma de poder, primero contra el zarismo y después contra el comunismo. En medio de la guerra civil que asola Rusia, Savinkov no tiene bando. La milicia que lidera se opone a los bolcheviques, pero también a los terratenientes. No hay alianzas posibles. Está rodeado de enemigos.

A medida que avanza, el libro se va volviendo cada vez más confuso. Savinkov balbucea. Sabe que no va a vivir mucho tiempo, pero va a vender cara su muerte. La última parte es la más extraña. Escrita en la prisión de la Lubianka, Savinkov decide abandonar el formato de diario y escribir un relato. Deja la primera persona y el tono autobiográfico. Ya no es él. Savinkov se sumerge en las sombras.

[Fani Kaplán]

A partir de ahí, el único rastro que queda es lo que otros han dicho o escrito sobre él, lo que sabemos por otras personas. Navegando por la red, vuelvo a encontrar el hilo. Se vuelven a ajustar los mecanismos que permiten las sincronicidades. El 30 de agosto de 1918, Lenin acababa de pronunciar un discurso en una fabrica de armamento de Moscú. A la salida, una mujer llamada Fani Kaplán le dispara tres balas. Una le atraviesa el abrigo, la segunda le impacta en el hombro y la tercera le perfora el pulmón izquierdo. La pistola que utiliza Kaplán pertenece a Boris Savinkov.

Sigo tirando del hilo y encuentro lo que otros han dicho sobre él. A veces simplemente frases sueltas, pero las suficientes para continuar la búsqueda. Apollinaire le llamaba "nuestro amigo el asesino". Anna Ajmátova dijo que era "extrañamente tierno y bello". Somerset Maugham que era "el hombre más extraordinario que jamás he conocido". Lenin que era "un burgués con una bomba en el bolsillo". Quizá fue todas esas cosas. Quizá ninguna de ellas.

lunes, 31 de marzo de 2014

algo así como un homenaje a Miguel Hernández




El sábado pasado fue el aniversario de la muerte de Miguel Hernández. No tenía pensado escribir nada, porque por lo general no me suelen gustar este tipo de celebraciones. Me da la sensación de que solo sirven para utilizar al muerto y justificar algo con lo que esa persona ni siquiera tendría por qué estar de acuerdo. Con Hernández esperaba algo así, el típico reportaje con una visión manipulada y despolitizada de su vida y de su obra. Pero ni eso. No salió en ningún sitio, ni siquiera una breve mención. Nada. Eso me hizo pensar que quizá lo malo no era recordar la fecha exacta en la que murió, sino cómo hacerlo. Si los medios de comunicación no tienen ningún interés en Miguel Hernández es que entonces su muerte merece ser recordada por quienes no prentendemos utilizarlo para justificar nada. Por quienes seguimos sintiendo esa sensación de vértigo delante de sus poemas, a pesar de haberlos leído decenas de veces. 

Para mí Miguel Hernández significa muchas cosas. He elegido dos, pero podrían ser otras. 

Mi padre. Mi padre se sacó el graduado escolar de adulto, yendo a una escuela nocturna después de trabajar diez horas en una planta de reciclaje. Recuerdo verle hacer los deberes, yo debía de tener unos ocho o nueve años. Para la clase de lengua le dieron una lista de lecturas, y él eligió "Viento del pueblo". Hasta ese momento en mi casa no había muchos libros, pero a partir de entonces mi padre se convirtió en un buen lector. Se hizo el carné de la biblioteca y me lo hizo a mí. Lo primero que sacó fue el primer tomo de "El señor de los anillos", y disfrutó como un niño. Se leyó todo lo que había de Tolkien y se compró los libros, que pasaron a ocupar el lugar de honor de la estantería, junto al de Miguel Hernández. Para mí entonces la poesía no tenía ningún interés, me gustaban mucho más los resúmenes que mi padre me hacía de "El señor de los anillos". Pero con diecisiete años cogí "Viento del pueblo" de la estantería. Estaba subrayado en varios colores y anotado por todos lados. Había exclamaciones, flechas, palabras circuladas, citas, frases escritas por los márgenes. Entonces comprendí lo que había significado aquel libro para mi padre. Lo leí aquella misma noche. Fue la segunda vez que lloré con un libro. La primera había sido con "Los santos inocentes", que era la historia de mi abuelo. Pero aquella era la historia de mi padre. Y lo entendí.

Mi primera casa. Me fui de casa a los diecinueve años. Trabajaba en una biblioteca media jornada, pero aquella era un piso familiar, así que podía permitírmelo. Yo solo tenía que pagar las facturas y la comida, pero no el alquiler. Me divertí mucho en aquella casa. Venían muchos amigos y se quedaba a dormir mucha gente, casi nunca estaba sola. Hacíamos ciclos de cine freak, jugábamos a la consola hasta que se nos desprendían las retinas y discutíamos de política durante horas. Una noche no había nadie y me puse a pintar las paredes. En un lateral del salón escribí los cuatro primeros versos de "Viento del pueblo", que llevaban obsesionándome dos años. Durante todo el tiempo que viví en aquella casa los veía cada día y siempre me hacían sonreír. Curiosamente, encima de la puerta de entrada al salón escribí unos versos de Octavio Paz, del que hoy se celebran cien años de su nacimiento: "Pensamientos en guerra/ quieren romper mi frente". Hoy esos versos me persiguen más que los de Hernández, pero esa es otra historia.

jueves, 13 de marzo de 2014

el instante preciso antes de que todo cambiase

[Gabriele D´Anunzio]


El instante preciso en el que Gabriele D´Annunzio, poeta alucinado, canalla y héroe de la Primera Guerra Mundial, abre a patadas las puertas del cementerio de Venecia. Está a punto de forzar la cerradura del osario, sacar varias calaveras humanas y oficiar un rito de magia negra. Necesita la protección que los muertos puedes proporcionar, la suerte que se esconde en el interior de los huesos. Unos días después marchará a la conquista de la ciudad yugoslava de Fiume con un ejército de aventureros y canallas como él, aburrido ante la perspectiva de la vida monótona que se le viene encima después de haber regresado triunfante del infierno de las trincheras. Aún no sabe que logrará conquistar la ciudad, que los espíritus convocados aquel día le protegerán durante años y que él les rendirá culto el resto de su vida. Hasta que un día esa suerte se acabe. Benito Mussolinni, capaz de convocar también a las oscuras fuerzas que residen en el interior de los hombres, ordenará que le arrojen desde un balcón, temeroso de las dudas que están empezando a ensombrecer el rostro de D´Annunzio, hasta entonces devoto fiel de los ritos fascistas.


[Arthur Conan Doyle]


El instante preciso en el que Arthur Conan Doyle decide contratar como chófer a un joven francés de aspecto serio y mirada desafiante llamado Jules Bonnot. El joven acaba de llegar a Londres y apenas habla inglés, pero tiene un brillo de determinación en la mirada que Doyle sabe apreciar. El escritor no sabe que Bonnot ha tenido que abandonar Francia porque está incluido en todas las listas negras que manejan los patrones y nadie le da trabajo, pero sabe que no es quien dice ser. Doyle es capaz de percibir el brillo de interés en la mirada de Bonnot cuando habla de política, la leve agitación de su rostro cuando el chófer lee la prensa. Lo que no sabe todavía es que dentro de unos años Bonnot se convertirá en el atracador de bancos más famoso del mundo, que será el primero en utilizar el coche para huir después de los robos, que la policía le perseguirá sin descanso pero él será más rápido.


[Agustín Rueda]



El instante preciso en que Agustín Rueda, militante libertario nacido en una chabola de la colonia minera de Sallent, en Barcelona, termina el túnel con el que planea escapar de la cárcel de Carabanchel. Agustín solo tiene veinticinco años, pero ya sabe que no le dejarán salir vivo de aquella prisión si no es él mismo el que se escapa. Lo que no sabe es que los carceleros están a punto de descubrir el túnel, que los días siguientes será torturado sin descanso por los funcionarios, que la Transición va a hacerse sobre los cadáveres de cientos de militantes y sindicalistas. No sabe que nunca le dejarán salir, que aquellas palizas van a costarle la vida, pero también que su muerte encenderá la lucha en las prisiones y que esa lucha será feroz, como todas las que libran los animales enjaulados.



[Lucy Parsons]

El instante preciso en el que Lucy González ve por primera vez a Albert Parsons, un ex soldado que cojeaba por el tiro en la pierna que acababa de recibir y que estaba amenazado por defender el derecho al voto para los negros. El instante en el que se enamoran y deciden marcharse a Chicago, donde los matrimonios interraciales no están prohibidos y los movimientos revolucionarios conspiran en cada esquina. Lo que Lucy no sabe es que la felicidad no durará para siempre, que Albert será detenido y ejecutado junto con otros cuatro anarquistas por luchar por la jornada laboral de ocho horas, que su ejecución será la causa de que el 1 de mayo se fije como el día de los trabajadores. Tampoco sabe que ella luchará el resto de su larga vida, que será feliz, que se convertirá en el un referente del movimiento feminista y en una figura clave de las luchas obreras en Estados Unidos. Que morirá con ochenta y nueve años y una sonrisa enorme en el rostro.

domingo, 9 de febrero de 2014

Georges A. Cochon: la lucha contra los desahucios en 1911

[Georges A. Cochon]


Estamos a 13 de diciembre de 1911 y el frío es intenso en París. En el número 52 de la calle Dantzing la portera acaba de llamar a la policía. Uno de los inquilinos, un tal Georges A. Cochon, se niega a abandonar el domicilio que acaban de embargarle. En lugar de recoger sus cosas y marcharse, ha montado una barricada con los muebles que tenía en la habitación y ha empezado a gritar que no van a echarle de "Fuerte Cochon". Decenas de curiosos comienzan a arremolinarse alrededor del edificio, creando un tumulto cada vez mayor. Cuando llegan los gendarmes, Cochon despliega una bandera roja y un cartel en el que puede leerse: "Respetuoso de la ley violada por la policía al servicio de la propiedad, solo saldré obligado por la fuerza". 


[desahucio del Fuerte Cochon]


Los desahucios no son raros en aquel París hambriento y helado, pero Cochon no es uno más. Las amenazas de la policía no van a amedrentarle. Dos años antes, en 1909, ha sido nombrado presidente de la Unión Sindical de Inquilinos Obreros y Empleados, la primera organización de la historia centrada en la lucha contra los desahucios. Salvo algunos privilegiados, la mayor parte de la población vive de alquiler en pisos miserables que se caen a pedazos y que carecen de luz y de agua. La renta se paga semanalmente, y basta un pequeño retraso para que el propietario pueda echarte a la calle, con la ayuda de la policía si es necesario. La organización se ha creado con la forma legal de un sindicato, peor en realidad su función no está relacionada con la lucha laboral, sino con los problemas de vivienda. Desde allí se combatirán los embargos de mobiliario, los contratos abusivos y las prácticas fraudulentas de los propietarios, pero sobre todo los desahucios. 


[Cochon siendo detenido]



Cochon aguantará durante cinco días el asedio de la policía, que intenta entrar a la fuerza en su domicilio. Cuando finalmente le expulsen, el desahucio producirá el efecto contrario al esperado, y la lucha por la vivienda se radicalizará. Cochon funda el famoso Raffût de Saint-Polycarpe, una especie de pelotón que acudía a las casas que iban a ser desahuciadas. Allí, ayudaban a la familia a meter sus pertenencias en una carreta, les llevaban a una casa vacía que habían localizado previamente y la abrían por la fuerza para que la familia la okupase. De esa forma realojaron a cientos de familias de todo París, pero las okupaciones de domicilios privados no fueron sus únicas acciones. Para darle visibilidad al problema de la vivienda, entraron por la fuerza también en numerosos edificios públicos: el 10 de febrero de 1912 okuparon el patio de la jefatura de policía, el 1 de marzo la Cámara de los Diputados, el 12 de abril asediaron el ayuntamiento de París junto a miles de personas que no tenían vivienda, y el 24 tomaron por asalto la iglesia de la Madeleine. 

[Cochon en plena okupación]

martes, 21 de enero de 2014

de cuando Marinetti no entendió que estaba en medio de una fiesta

[Marinetti, 1876-1944]



[Maiakovski, 1893-1930]




Moscú, 1914. Un Marinetti de mirada arrogante y ceño fruncido llega a la ciudad rusa en medio de una helada descomunal. Su Manifiesto Futurista ha sido leído en Rusia hasta el aburrimiento, y su visita entusiasmaba a todos los aspirantes a ocupar el trono de la vanguardia artística y literaria. Un automóvil rugiente que parece que corre sobre la metralla es más bello que la Victoria de Samotracia, gritaba Marinetti en un francés absurdo. Un coche de carreras con su capó adornado con grandes tubos parecidos a serpientes de aliento explosivo es lo más hermoso que veréis nunca. El italiano no está consiguiendo el fervor que esperaba, pero sigue cacareando desde el estrado con aquellas manos diminutas y aquel bigote lleno de grasa.

No entendemos nada, Marinetti, tu francés es lo más deplorable que he oído en mi vida, gritó alguien en ruso desde el público. No importa que no sepamos francés, eres un impostor, no dices más que mentiras de ricachón aburrido. El que había hablado era un joven alto y delgado, con la mirada más dura y desafiante que el italiano había visto nunca. Eres un imbécil, eres profundamente imbécil, gritó el joven, y comenzó la fiesta. Marinetti no entendía nada en medio de todos esos golpes, no entendía por qué aquellos cuatro energúmenos se habían abalanzado sobre él para darle la paliza de su vida mientras gritaban en ruso. No entendía que aquellos jóvenes se estaban riendo de él mientras le daban patadas y puñetazos sin descanso. No entendía que aquello era un baile y todos querían bailar con él. No entendía que era una fiesta. ¿No decías que no hay nada más poético que la violencia de los puños devorando un rostro hermoso, Marinetti? gritaba el joven mientras se reía a carcajadas. Tu coche no es bello, imbécil, solo es la expresión de tu riqueza. Hay que ser idiota para decir que un coche de carreras es más hermoso que la Victoria de Samotracia, le gritaba entre patada y patada, lo único que dices es que una cosa es más bella que otra, cuando lo que hay que hacer es extirpar la belleza de las cosas que son bellas. No para transplantársela a las máquinas, sino para aborrecerlas por ser la expresión de una clase dominante. 

En algún momento alguien llamó a la policía y se acabó la fiesta, pero mientras se los llevaban detenidos seguían gritando y riéndose. Los puños son la verdadera poesía, Marinetti, gritó uno de los jóvenes mientras se lo llevaban a rastras, y los demás estallaron en carcajadas. En comisaría les identificaron y les metieron en el calabozo durante unas horas. Aquel joven de mirada desafiante era Vladimir Maiakovski, y Marinetti nunca olvidaría su nombre. 


jueves, 16 de enero de 2014

De lo que le dije a Boris Savinkov cuando descubrí su cadáver a los pies de la Lubianka

[Boris Savinkov 1879-1925]

Una belleza terrible ha nacido
W.B Yeats


El invierno me maltrata
despiadadamente, Boris,
pero incluso aquí,
tumbada sobre la colcha 
de una pensión moscovita,
preferiría tenerte
que acabar con los mecanismos
de la destrucción perpetua
que bailar entre los ardores
de los venenos silvestres
que desencadenar
la más terrible de las bellezas.

Incluso aquí,
cubierta de pólvora y de rabia,
prefiero tu belleza anarquista
de soldado adolescente
tu rostro nocturno
coronado de lilas
tu cuerpo febril y salvaje
enterrado con vida
bajo el hielo y la nieve.

Incluso aquí,
enferma de frío y de violencia,
sé que a nosotros,
que hemos conocido
la deambulación generalizada
de todos los objetos, 
nunca nos será concedido
el don de la pureza.

Pero qué importa, Boris.

La pureza
es solo otra forma
de llamar 
a la oscuridad. 



[Boris Savinkov, terrorista ruso autor de más de veintisiete atentados y responsable, entre otras, de la muerte del ministro del interior del zar y del gobernador general de Moscú. Fue finalmente apresado por el régimen soviético y torturado durante días en la peor prisión de Rusia, conocida como la Lubianka. Su cuerpo se encontró una mañana a los pies del edificio, después de su supuesto suicidio. Sus diarios han sido publicados por la editorial Impedimenta]

viernes, 20 de diciembre de 2013

reseña nada objetiva de "Contra la niebla"



Ha sido una semana rara. De esas en las que intuyes que las cosas van a salir bien pero no puedes explicar la razón, porque la realidad es que no sabes dónde vas a vivir el mes que viene, tienes que seguir buscando (más) curro, todo lo que tienes está guardado en un trastero lleno de goteras y lo demás se ha perdido en una casa a la que no crees que vayas a volver. Es decir, la realidad es objetivamente una mierda pero aún así estás bien, seguramente porque tienes a un montón de gente que te quiere, y después de haber estado lejos y sola durante varios meses, eso es mucho. 

Nada más volver a Madrid, Gio me puso en las manos su poemario, "Contra la niebla". A Gio le conozco desde hace tres años, he leído decenas de poemas suyos y hasta he bailado cumbia psicodélica con él, así que ni puedo ni quiero ser objetiva con lo que escribe. Sé que todo esto va a hacer que os cueste mucho más creer lo que voy a decir a continuación, pero "Contra la niebla" es alucinante. Creo que Gio es el poeta que conozco que tiene el mejor manejo del lenguaje, de los pocos que saben hacer música con las palabras. Si habéis tenido la suerte de oírle recitar, os habréis dado cuenta de lo que digo, de la sonoridad de sus poemas, de cómo logra que las palabras se deslicen y te lleven. Los poemas de Gio están llenos de términos que resuenan de un verso a otro, que van y vienen y estallan, y no importa que no sepas qué significan algunos de ellos -a mí me vaciló durante semanas con el significado de "calato"- porque lo que importa es te están estallando dentro. Si tenéis la oportunidad, haced la prueba de cerrar los ojos cuando oigais recitar a Gio. Es alucinante, de verdad, más aún incluso que leerle. 

"Contra la niebla" es un libro de esos que te dan envidia, de los que querrías haber escrito tú. Lo tengo tan subrayado que hay poemas que ya casi no se distinguen, tan lleno de anotaciones en los bordes es casi como si hubiese escrito un libro paralelo al suyo. Es un poemario tan hermoso que asusta. De esos que te paralizan durante unos días porque la belleza tiene un efecto paralizante cuando sabes que no puedes igualarla. Pero también de esos que te hacen sentarte a escribir, porque los poemas se te han quedado dentro y tienes que sacarlos antes de que te empiecen a crecer en los pulmones. "Contra la niebla" es un poemario inmenso, de los que te agarran y te sacuden y te rompen algo dentro. Ojalá todos podáis leerlo y os sacuda como lo ha hecho conmigo.




domingo, 15 de diciembre de 2013

registro de sueños ajenos acontecidos entre la primavera de 1863 y la primavera de 1971





La habitación se hallaba llena de animales inmóviles, que esperaban una señal desconocida para animarse y caer sobre mí; especialmente había serpientes y seres que parecían varas de mimbre.


80 sueños, Juan Eduardo Cirlot
En algún momento de 1951




Lo que V.M me escribe me anima a relatarle un sueño que tuve en la primavera de 1863, cuando la gravedad de la situación política había llegado a su punto máximo y no se vislumbraba ninguna salida política practicable. Así las cosas, soñé esa noche (y a la mañana siguiente lo conté a mi mujer y a otras personas) que iba a caballo por una angosta senda alpina, bordeada a la derecha por un abismo y a la izquierda por una roca perpendicular. la senda fue haciéndose cada vez más estrecha, hasta el punto de que el caballo se negó a seguir adelante, resultando también imposible, por falta de sitio, dar la vuelta o apearme. en este apuro, golpeé con la fusta que empuñaba con la mano izquierda la roca vertical y lisa, invocando el nombre Dios. La fusta se alargó infinitamente, cayó la roca y apareció antes mis ojos un amplio camino, al fondo del cual se extendía un bello paisaje de colinas y bosques, semejante al de Bohemia, por el que avanzaba un ejército prusiano con las banderas desplegadas. Al mismo tiempo, me preguntaba cómo podría comunicar rápidamente tal suceso a V.M. Desperté contento y fortificado. El sueño llegó a cumplirse.

Carta de Otto von Bismarck a Guillermo I
En algún momento de la primavera de 1863
El sueño resultaría premonitorio: la revuelta polaca fue aplastada y 
la guerra contra Austria solo duró siete semanas. 







Es una pesadilla, Maruja. Paso todo el día en una trinchera y cuando cierro los ojos vuelvo a verla, una y otra vez. Todas las noches sueño con este mismo infierno. Anoche, por ejemplo, soñé que Enrique moría a mi lado, que una bala le atravesaba la cabeza mientras estaba junto a mí en la trinchera. En lugar de apenarme, yo le quitaba las botas y la chaqueta y me las ponía. Me he despertado sudando. Cuando Enrique me ha preguntado si me pasaba algo, he mirado su chaqueta un momento y he pensado que efectivamente es mejor que la mía. 

Carta de José Pellicer a su novia, Maruja Veloso
En algún momento de principios de 1937.
Es probable que Pellicer se refiera a Enrique Marco, uno de los primeros en alistarse a la Columna de Hierro que él había contribuido a fundar. Enrique sobreviviría a la guerra y a varios campos de concentración; Pellicer no. Curiosamente, después de la lectura de la biografía de Pellicer, yo también soñé durante un tiempo con las botas de un muerto.






He asesinado a mi mujer y la corto groseramente en pedazos que luego envuelvo y amarro apresuradamente en papel. Todo cabe en una caja fácilmente manejable. Mi única opción es convertirla en vino o alcohol. Voy a la destilería. Entro sin llamar a la puerta en un cuarto donde se encuentran tres jovencitas vestidas con una blusa. Dos están sentadas y la tercera está de pie cerca de una puerta mediana (como de una cantina). O bien yo les hago un guiño, como si nos conociéramos, o bien espeto en un tono desenfadado, cualquier cosa, algo así: "¡Traigo 50 kilos de buena barbacoa!" La joven que estaba de pie me lleva a una esquina, donde comienza a examinar mi mercancía. Mi paquete tiene todos los sellos de calidad deseables, pero la joven asegura que la compañía que yo represento no es cliente de su Sociedad y que voy a tener problemas para cerrar el trato. Para una muestra, le saco de mi paquete una serie de botellas pequeñas. Esto sin ningún compromiso, más que como una mera formalidad banal, pero, para mi sorpresa, encuentro cada vez más y más botellitas, unas de vino rojo, otras de vino blanco y vino rosado, toda clase de alcohol, incluso una garrafa de agua minúscula más bien llena y sobre todo sin corcho. Se podía meter el dedo en el cuello de la garrafa sin que se vertiera, lo que me parecía una indubitable demostración experimental de ósmosis o de capilaridad. Al final, toda esta representación se muestra inútil. Un hombre sale de de una oficina de al lado y me dice que tendré problemas si no encuentra mi nombre en unos ficheros. 

La cámara oscura. Georges Perec
Mayo de 1971

lunes, 25 de noviembre de 2013

El momento exacto en el que aún no sabían nada.

[José Canalejas]


El momento exacto en el que José Canalejas decide detenerse frente al escaparate de la librería San Martín, en la Puerta del Sol, para contemplar un mapa de la guerra de los Balcanes. El instante en el que levanta la cabeza y ve reflejado en el cristal a un joven rubio y bien vestido que se acerca hacia él con paso decidido. Aún no sabe que ese joven es Manuel Pardiñas Serrano, al que solo le quedan unos minutos de vida. Aún no sabe que lleva una pistola Browning en el bolsillo y que la pistola va a funcionar a la perfección. Aún no sabe que le va a disparar un único tiro en la cabeza y que, antes de dispararse otro a él mismo, ese joven gritará "¡Viva la anarquía!"




[Louis de Saint-Just]

El momento exacto en el que Louis de Saint-Just, hermoso y terrible como la turbulenta noche en que lo engendraron, es abandonado por su amor de adolescencia, que le deja para casarse con un partido más ventajoso. El instante en el que decide marcharse a París y roba las joyas de su madre para costearse el viaje. Él aún no lo sabe, pero en París la revolución acecha ya en todas las alcantarillas. Él aún no lo sabe, pero será el responsable directo de la ejecución de miles de personas como miembro del Comité de Salud Pública. Él aún no lo sabe, pero la Historia le conocerá como el arcángel del terror. 




[José Pellicer]

El momento exacto en el que José Pellicer, algo aburrido en su clase de esperanto, levanta la cabeza y cruza la mirada con Maruja Veloso, que le observa desde hace un rato. El instante en que se sonríen y Pellicer tiene la certeza absoluta de que será el amor de su vida. Ninguno de los dos lo sabe todavía, pero está a punto de estallar la revolución social española. Ninguno de los dos lo sabe todavía, pero él fundará la Columna de Hierro y luchará hasta el último aliento. Ninguno de los dos lo sabe todavía, pero la guerra se perderá y José será fusilado junto a su hermano Pedro el triste año de 1942.




[Louise Michel]

El momento exacto en el que Louise Michel alza la vista y sonríe divertida porque se acaba de proclamar la Comuna de París y los comuneros lo están celebrando disparando a los relojes de la ciudad. El instante en el que sabe que el tiempo acaba de detenerse y que el hecho de ganar o perder no tiene mucha importancia. Ella aún no lo sabe, pero será juzgada y deportada a una colonia en Nueva Caledonia, donde ayudará al movimiento independentista. Ella aún no lo sabe, pero el pueblo de París la llenará de flores a su regreso. Ella aún no lo sabe, pero se enamorará y él se llamará Ernest Girault. 


sábado, 16 de noviembre de 2013

registro de los sueños acontecidos entre el veintiocho de septiembre y el quince de noviembre


[The grub stake, 1923]




29 de septiembre

Mi hermano va montado en algo parecido a un monopatín, se cae y le veo llorar y gritar de dolor. Cuando me acerco, está sentado en el suelo agarrándose la rodilla de la pierna derecha. Le digo que no es nada y que deje de quejarse, pero cuando me acerco más veo que uno de los huesos de la pierna está roto y le atraviesa la piel y el músculo del gemelo. Mi hermano es mucho más pequeño, tiene como unos once o doce años, pero yo tengo la misma edad que ahora.



4 de octubre

Me duele mucho un diente, uno en concreto del fondo de la boca. El dolor es cada vez más intenso, hasta que casi no me deja hablar ni abrir los ojos. Le pido a mi padre que mire qué me pasa. Él mira dentro de mi boca y me dice: "es normal que te duela, te está creciendo una galaxia". Me acerca un espejo de mano y veo la espiral de una galaxia al fondo de mi boca, cerca de la campanilla. 



5 de octubre

Estoy sola en un bosque, de noche. Se oyen muchos sonidos, pero no tengo miedo. De alguna manera es un sitio conocido, aunque no he estado antes. A lo lejos veo a un hombre que avanza entre los árboles con paso decidido. Intento caminar más deprisa para alcanzarle. Va vestido con un traje que parece de principios del siglo XX, aunque no distingo bien sus ropas. La maleza no me deja avanzar con rapidez, y le acabo perdiendo de vista. Cuando vuelvo a verlo está parado junto a un árbol. Me mira unos instantes y se pega un tiro en la cabeza con un revólver que saca del bolsillo. Antes de que pueda acercarme a él, una chica vestida de blanco sale de entre los arbustos, le coge de las muñecas y se lo lleva arrastrando por el bosque. Antes de desaparecer, se detiene y me dice: "No te preocupes, lo hace todas las noches".



20 de octubre

Estoy sentada en una habitación vacía que tiene los muros de piedra. No hay ventanas, pero por el techo entra algo de claridad. Tengo el pelo muy largo, tanto que se extiende por el suelo de la habitación. Durante todo el sueño estoy trenzándolo. En la trenza voy metiendo todo lo que encuentro por el suelo de la habitación: varios helechos, una dentadura postiza, una peonza, una cuerda de colores.



27 de octubre 

A mi amigo Diego le pone una multa la policía. No tiene dinero para pagarla, así que le obligan a ir a limpiar cubos de basura. Decido acompañarle para que no tenga que estar tantos meses yendo a limpiar. Nos dan un chaleco fluorescente, un cepillo y un cubo de agua con jabón. Los cubos están vacíos, pero nos obligan a entrar dentro de cada uno de ellos para limpiar todas las esquinas. 



2 de noviembre

Estoy en un entierro, vestida de luto y con un ramo de flores en las manos. No sé quién se ha muerto, porque el ataúd está cerrado. Solo estamos el enterrador y yo, no hay ningún familiar del muerto ni ningún conocido. Cuando acaba de echar tierra sobre la caja, el enterrador me dice "márchate ya, no merece la pena". Le respondo que no sé quién ha muerto. "Eres imbécil" - me dice - "Ha muerto un laberinto". Tira la pala al suelo con rabia y se marcha.