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viernes, 22 de febrero de 2013

descripción de la vivienda




Ayer me leyeron este poema en voz alta y entendí que solo puede ser leído de ese modo.



Habitaciones maniáticas para el hombre y su sueño; como la plata
despiertan pasiones. Pasadizos
hacia oriente como punto de desprecio enlazan
piezas de pluma, pelo o escama, soportes consagrados
de las fuerzas malévolas. Jardín
que contiene, símbolo de la ignominia,
a la bestia en el hombre, la rubia vaca
de fauces abiertas
por las que sale
a veces
manchado follaje.

Alcobas
en las que seccionan cerebros a hachazos, donde medran,
con la ayuda de ritos diplomáticos,
el hongo, el tifo que aventaja al conserje, la teneza, la pinza
que arrebata cabezas. Diancecht
así mata a la hija, botánica, apasionada,
por divulgar los nombres de las sesenta y cinco especies
crecidas sobre la tumba
de Miach
la hermana.

Cenizas húmedas en el suelo del hogar
aplicadas en la herida incurable abierta
en el pecho del valiente, balaustrada
volcada al océano, valoración nocturna
de una brizna de tierra, puñado de materia primitiva
útil en la caza de gamos. Baños, piscinas,
mármoles de madriguera incrustados
en la falda de granito del nombre del dueño, hombre
de peculiar contorno, caballero indultado, no sólo en la lápida
sino en las mentes de tantas niñas color anís,
fervorosas filles chatouillées.


"Descripción de la vivienda"
Hiela sangre
Francisco Ferrer Lerín

miércoles, 7 de noviembre de 2012

los poemarios que me han hecho estallar el cerebro

[Miguel Hernández]





Hace unos días, un amigo me pidió que le recomendase algún libro de poesía. Uno de esos que te estallan en el cerebro como los fuegos artificiales o la metralla. Que hacen que quieras seguir escribiendo pero a la vez te dejan hecha polvo porque sabes que tú nunca podrás hacer algo tan bueno. Le di un montón de nombres y de títulos según me iban viniendo a la cabeza, pero en casa me di cuenta de que no le había hablado de otros muchos. Así que decidí hacer una lista para poder ordenarlos mentalmente y para intercambiar recomendaciones con todo el que quiera.

1. Viento del pueblo, Miguel Hernández (Cátedra). Hay hilos extraños que nos unen con personas desconocidas, y a mí siempre me pasó eso con Miguel Hernández. He tenido un póster suyo durante años en mi cuarto, que iba cambiando de casa en casa hasta que decidí dejarlo en una de ellas. Recuerdo que lo compré en un homenaje a las Brigadas Internacionales, pero le recorté la bandera republicana que había en una esquina porque nunca creí en que cambiar una forma de Estado por otra fuese a solucionar nada. Si tuviese que elegir un solo libro que salvar de la hoguera, sería Viento del pueblo, y puede que algún día tengamos que hacerlo.

2. Poemas 1917-1930, Vladimir Mayakovski (Visor). A Mayakovski también lo leí pronto, con quince o dieciséis, y recuerdo la electricidad al ir pasando las páginas. Versos cortos y descolocados que hacían pensar en escaleras. También recuerdo la primera vez que vi una fotografía de él. Con Hernández tuve la sensación de conocerle, pero con Mayakovski pensé que él me conocía a mí.

3. Poesía completa, Leopoldo María Panero (Visor). Uno de los mejores poetas vivos que tenemos. Hipnótico, perturbador, delirante. Fuegos artificiales estallando dentro de un túnel.

4. Poeta en Nueva York, Federico García Lorca (Cátedra). Había leído mucho de Lorca hasta llegar a Poeta en Nueva York. Me había gustado, pero nunca lo había sentido estallar dentro de mí. Hasta que leí este libro. Recuerdo subrayar algunos versos hasta dos y tres veces, y recuerdo haber soñado con Lorca caminando en círculos y repitiendo "estoy enterrado aquí, estoy enterrado aquí".

5. Trilce, César Vallejo (Cátedra). Me es difícil contar las sensaciones que me produjo Trilce. Supongo que tiene que ver con laberintos, con imágenes distorsionadas, con caleidoscopios.

6. La casa roja, Juan Carlos Mestre (Calambur). Mestre ha sido un descubrimiento de hace poco,  y todavía siento el libro vibrar en las manos. Otro de los mejores poetas vivos que tenemos. Cada vez que lo releo me siento a escribir durante horas, como si el libro fuese una lámpara que ilumina zonas oscuras.

7. Una temporada en el infierno, Arthur Rimbaud (Hiperión). Con Rimbaud también soñé después de leer sus poemas. Soñé que era un ángel, pero que tenía las alas membranosas como los insectos y no masticaba la comida. Durante un tiempo no volví a releer nada de él, me saturaba todo el abuso que hay en torno a su imagen. Después pensé que no era culpa suya, que él al fin y cabo ni siquiera masticaba la comida.

8. Buffalo Bill ha muerto, E.E Cummings (Hiperión). Siempre he pensado que Cummings era un poeta injustamente olvidado, que su poesía rebelde y experimental y rupturista merecía algo más de atención. Aunque quizá sea mejor así.

9. El matrimonio del cielo y el infierno, William Blake (Hiperión). A Blake creo que todavía no le he asimilado lo suficiente, que mi historia con él aún no está terminada. Lo voy encontrando en distintos sitios, como si no supiese leer las señales. Ayer escribí unas líneas sobre él en una reseña que saldrá el viernes, y me lo imaginé rezando de rodillas por la llegada de un santo salvaje y caníbal que sin embargo ya había nacido y tenía 22 años.

10. Hijos de la ira, Dámaso Alonso (Espasa). Hijos de la ira fue otra de mis primeras lecturas. Este verano lo releí y seguí sintiendo lo mismo, aquella decepción y aquella violencia animal. Al fin y al cabo, Madrid sigue siendo una ciudad de un millón de muertos.

11. Aullido, Allen Ginsberg (Anagrama) Otro autor demasiado explotado, como la mayor parte de la generación beat. Aún así, doloroso y brillante como todos los grandes poetas.

12. Fámulo, Francisco Ferrer Lerín (Tusquets) Otro descubrimiento muy reciente. Había dejado un poco abandonada la poesía porque llevaba mucho tiempo sin encontrar nada que me estallase entre las manos, y entonces me descubrieron a Ferrer Lerín. Tuve suerte.


[en la biblioteca del blog se pueden encontrar para descargar "Viento del pueblo", "Trilce", "Poeta en Nueva York", "Una temporada en el infierno", "El matrimonio del cielo y el infierno", "Hijos de la ira" y "Aullido"]

miércoles, 10 de octubre de 2012

sobre las señales que a veces no vemos// "Bestimenta" es tan bello que a veces duele

[Bestimenta, Óscar Pirot. Papel de fumar ediciones, 2011]


Mi primer trabajo fue en un herbolario. Las dueñas querían que me ocupase de atender a los clientes mientras ellas estaban en el sótano, donde echaban las cartas y hablaban con los muertos a través de un tablero de ouija. Por lo primero cobraban, por lo segundo no. Decían que a los muertos no les iba a gustar. Yo nunca creí en esas cosas, a pesar de haber pasado la infancia en casa de mi abuela, que pone rosarios debajo de las camas para que los aparecidos no molesten. Hacía mi trabajo arriba, atendiendo a gente que quería comprar germen de trigo o levadura de cerveza, y no preguntaba. 

Sin embargo, a veces había personas que tenían que esperar arriba a que acabase la consulta anterior, y yo me ponía a hablar con ellos, porque descubrí que la gente normalmente tiene ganas de contarte cosas y a mí me encanta escuchar. Había una señora que venía casi todos los meses a hablar con su marido muerto. Ya tenía otro novio y vivían juntos, pero una vez al mes se arreglaba y venía a hablar con él, que se llamaba Ricardo y había muerto de un paro cardíaco. Ella fue la que me enseñó a ver las señales, las casualidades que de repente empiezan a sucederse unas a otras para indicarte algo. Decía que cada uno en la vida toma sus decisiones, pero que la vida a veces te da señales para que no te pierdas las cosas importantes. Si las escuchas te llevan a una persona, a un momento, a un sitio que son buenos para ti. 

Algo así me pasa desde hace unas semanas. En apenas quince días he leído dos bestiarios distintos, a pesar de lo raro que es encontrarlos. Uno de ellos es el de Ferrer Lerín, más similar a los bestiarios medievales, y otro el de Óscar Pirot, Bestimenta. Este post debería ser una reseña de este último, pero a veces me sucede que cuando un libro me gusta tanto, me siento incapaz de reseñarlo. Acabo hablando de mí porque el libro se me ha metido dentro. 

No sé cómo describiros Bestimenta. Es tan bello que a veces simplemente duele. Me gustaría escribiros todos los versos que han hecho que se me encogiese el estómago, pero son demasiados. Os pondré solo unos pocos, del que probablemente sea el mejor poema del libro, "Muérdeme cocodrila": no aguanto más cocodrila disimulo estar bien como/ el dolor bajo la herida pero es inútil/ reviento esquirlas yugulares deletreo el canto de los/ cerdos enfrentándose a la muerte. Y otros del poema "Araña", por mi debilidad con los insectos: y los insectos palpitan como corazones/ en la pirámide del sacrificio/ como frutos nerviosos en el follaje invisible. Leedlo, en serio. Solo vale seis euros y os aseguro que merece la pena, que la merecería aunque costase sesenta. 

[Por cierto, tengo este post a medias y leo esto en el blog de la bella Elise. Seguiré las señales a ver a dónde me llevan.]

miércoles, 12 de septiembre de 2012

la vida del ciervo es de mil cuatrocientos cincuenta y seis años






"ABUBILLA. Ave conocida, llamada por los caldeos Bori , y por los griegos Yoan. Tiene las plumas de sobre la cabeça levantadas, a manera de celada. Es ave sucia que se recrea en el estiércol; su voz desgraciada y triste. El que la mira se vuelve grueso, si uno dirige sus ojos a su estómago, se reconciliará con todos sus enemigos; y por miedo de ser engañado por algún traficante, llevará su cabeza dentro de una bolsa. (Secretos de Alberto el Grande, p III)

ANIMAL ANÓNIMO. Presento aquí un animal nuevo, esto es, desconocido de todos los Naturalistas, cuyo dibuxo fué hecho por el Caballero Bruce, quien me permitió copiarle. este animal, cuyo nombre ignoramos, y al qual llamaremos Anónimo, ínterin nos dice su nombre, tiene algunas analogías con la Liebre, y algunas otras con la Ardilla. He aquí la descripción que el Caballero Bruce me dió de este animal. "En la Libia, en medio del lago llamado antiguamente Palus Tritonidis, existe un animal singular, de diez á once pulgadas de largo, con las orejas casi tan largas como la mitad del cuerpo, y anchas á proporcion; lo que no se encuentra en ningún animal quadrúpedo, á excepción del Murciélago llamado Orejon. Su hocico es casi como el de la Zorra, y sin embargo parece que el animal se acerca más a la Ardilla: habita en las palmas y come el fruto dellas: sus uñas son cortas, y puede retirarlas: es animal muy lindo: su color es blanco, mezclado con un poco de gris y leonado claro: solo tiene desnudo hasta la mitad lo interior de las orejas, las quales están cubiertas de un vello pardo mezclado de leonado, y guarnecida interiormente la otra mitad de pelos largos y blancos: la extremidad de la nariz es negra: la cola, leonada y negra en su extremidad, es bastante larga, pero de diferente figura que la de las Ardillas; y todo el pelo, así del cuerpo como de la cola, es muy suave al tacto."

CIERVO. Hesiodo dice: "que la vida del hombre acaba a los noventa y seis años; la de la corneja es nueve veces más larga y la del ciervo cuatro veces más que la de ésta." Según este cálculo, la vida del ciervo es de tres mil cuatrocientos cincuenta y seis años. También dice que la parte destinada a la generación le cae cada año, igual que le caen cada año sus hastas."



[Los fragmentos pertenecen al Bestiario de Francisco Ferrer Lerín, un libro hipnótico que fue soñado, delirado y recopilado a partes iguales. La transcripción es literal.]

domingo, 29 de julio de 2012

las interferencias//los huesos usados para hacer nidos//clu-clu









A veces tengo la sensación de tener ruido dentro de la cabeza. Un ruido como de interferencias, con imágenes y palabras que no entiendo, pero que tienen relación unas con otras. Como oír conversaciones sueltas o ver fragmentos de una película sin sonido. Pero de repente hay algo que lo hace encajar todo, y entonces el ruido empieza a tener sentido. Esta vez fue el final de un poema de Ferrer Lerín:

Clu nombrado desde la cuna Clu
por su padre John Gulager actor de vaudeville
por el clu-clu del rojo pájaro
Red Bird nombrado en Oklahoma Clu-Clu
en Holdenville donde al nacer Clu Gulager
el dieciséis del once de mil novecientos veintiocho
varias avecillas clu-clu preparaban ya sus nidos
con huesos de hermanos clu-clu
fallecidos en el tórrido verano. 

Fámulo
Francisco Ferrer Lerín
(Tusquets)