miércoles, 13 de marzo de 2013

el cielo de Pekín o de Madrid o de Buenos Aires o de Londres




Cuando volví a casa de mis padres en septiembre, dejé la ciudad para irme a vivir a un pueblo del extrarradio. Desde allí se veían los rascacielos de la capital, la enorme masa de edificios que se extendía durante kilómetros. Pero sobre todo se veía el cielo de la ciudad, una enorme nube gris formada por las emisiones tóxicas de coches, edificios y polígonos industriales. Cuando vivía en la ciudad no era consciente de que el cielo tuviese un color grisáceo, de que viviese encerrada en una especie de campana de cristal formada por un humo gris que se adhería a la tráquea, a la laringe, a los pulmones. Pero desde lejos se veía claramente.

Miguel Espigado dice que con Pekín sucede algo similar, que la nube tóxica encierra a la ciudad en una especie de pecera gris que lo envuelve todo y que le da un cierto aire de irrealidad. También dice que Pekín no te deja salir, que ese aire gris que entra en los pulmones de alguna manera te transforma, te produce alteraciones que alteran tu percepción de la realidad. La ciudad te envuelve y te vigila, impidiéndote caminar más allá de sus límites. Te digiere.

También dice que los habitantes se resisten a ser devorados por la ciudad, a ser atrapados en la nube tóxica que lo envuelve todo. Sobre todo los extranjeros, los que no han nacido en ella y deben adaptarse a ese ritmo hecho de animales que jadean, de animales recién atropellados que respiran y supuran y derraman líquidos que deberían estar dentro del organismo y no sobre el asfalto. Me acuerdo de los amigos que están lejos, de todos los que he tenido que despedir en un aeropuerto y que ahora tratan de adaptarse al ritmo de otras ciudades, que se pierden en la nube tóxica de Buenos Aires, de Londres, de Berlín, de México, de Los Ángeles, de Caracas. Yo también me voy de Madrid en unos días, aún no sé por cuánto tiempo, y me pregunto qué parte de mí se quedará en esta ciudad, qué parte de nosotros se quedará en cada una de las ciudades en que vivimos.

Supongo que El cielo de Pekín me ha puesto melancólica, que ha hecho que me acuerde de los amigos que han tenido que marcharse para buscarse la vida para que unos pocos puedan enriquecerse a nuestra costa. Pero es solo porque es una muy buena novela. 



[El cielo de Pekín es de Miguel Espigado y está publicado por la editorial Lengua de Trapo, en 2011]


5 comentarios:

  1. Vayas donde vayas , que el cielo y el aire te sean frescos, al igual que siempre lo son tus palabras.

    Un fuerte abrazo.

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    1. bueno, yo me voy más cerca que mis amigos, no salgo del país. Y seguiré teniendo el blog y fb. No me vais a echar de menos :)

      Layla

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    2. :) ya me entere y me alegro por ti . Si te has de ir fuera que sea por libre elección . Suerte en tu nueva casa.Me iré informando .
      salut ialegria . Animo y confianza ( dicho por Karlos el gaditano ) :)

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  2. yo he estado en pekín y te puedo asegurar que no es mucho peor que madrid

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  3. Mejor es irse de estos ataudes de metal. Así lo siento.

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