viernes, 1 de agosto de 2014

De lo que me dijo el embalsamador antes de cerrar mis ojos


Theda Bara, The Unchastened Woman, James Young, 1925.





“y a su paso las lilas se doblaban”
Batania

“como ángeles deficientes a los que dios
hubiese encargado la destrucción
de una ciudad”
Juan Manuel de Prada


I

Oh, qué os hicieron. Qué os hicieron. Cuántos agujeros hermosos e inútiles. Cuánta prisa por arrojaros al lecho de los durmientes. Yo vi vuestra muerte, que fue hermosa como los cantos de la escarcha, como los salvajes alaridos de los profetas. Os vi caer sobre la acera y ser pisoteados por los ciervos. Erais tan hermosos que ni si quiera podíamos sosteneros la mirada, y teníamos que bajar la frente pálida por la culpa. Tú estabas allí tendida y eras la más hermosa de todos. Eras tan hermosa que las lilas se doblaban a tu paso. Eras tan hermosa que los locos bailaban con las manos atadas a la espalda cuando te veían. Eras tan hermosa que los suicidas te regalaban los botones de sus abrigos a pesar de los dedos largos del invierno. Eras tan hermosa que los mendigos te ponían flores y caimanes en el pelo. Habías caído sobre la acera y eras tan hermosa que tuve que cerrar los ojos cuando recogí tu cuerpo.

II

Yo coseré para ti un vestido de luto y dejaré crecer tus cabellos para que puedas dormir envuelta en ellos. Yo inyectaré la ponzoña en tu cuerpo, y tu cuerpo se mantendrá joven y bello como si nunca hubiera conocido la melancolía. Después adornaré tu lecho con polillas y todos vendrán a arrodillarse frente a él. Todos se dejarán caer sobre tu frente. Todos se cortarán los dedos en señal de respeto. Todos llorarán delante de tu belleza.  


III

Oh, qué os hicieron. La muerte, la muerte, la muerte, la muerte. Os abatíais sobre la ciudad como una plaga de langostas, como un enjambre de insectos enormes y terribles. Vuestros cantos nos hipnotizaron, y solo fuimos capaces de caer de rodillas delante de nuestras casas, sin poder apartar la vista de vosotros. Entonces supe que dios había enviado a sus ángeles deficientes a destruir la ciudad, supe que erais portadores de la destrucción y la pureza. Era tan hermoso ver cómo propagabais las esporas de la fiebre, cómo  incendiabais las casas de los usureros, cómo arrastrabais hasta la hoguera a los mercaderes, cómo hacíais caer los infinitos mecanismos de la destrucción con vuestras piedras. Entonces supe también que no iban a permitiros vivir mucho más allá de aquel día. Las autoridades estatales encargadas de la extensión de la tristeza enviaron a sus francotiradores, que aprendieron su oficio disparando sobre vosotros. Oh, qué os hicieron, qué os hicieron, cómo corrió la sangre aquel día. Era tan hermoso veros caer sobre la acera. Tú eras la más bella de todos, tú contenías el exterminio de todas las libélulas, tú llevabas la devastación dentro del pecho. Ellos querían llevarse tu cuerpo para cerrar los agujeros, pero no veían que por aquellos agujeros manaba la luz del interior de tu cuerpo. Ellos no podían ver aquella luz, pero brillaba tanto como si hubieras tragado miles de luciérnagas. Por eso me llevé tu cuerpo, para que no cosieran aquellos agujeros. Me llevé tu cuerpo porque yo he visto tu muerte y fue hermosa. Me llevé tu cuerpo porque yo he visto tu muerte y no podía olvidarla.





[Este poema está publicado en "Serial" (El Gaviero, 2014), una antología que recoge poemas sobre series de televisión. El mío tiene que ver con "A dos metros bajo tierra"]



2 comentarios:

  1. Excelente texto y si el mismo forma parte de una antología, doblemente bueno. No siempre es fácil lograr el reconocimiento suficiente como para pasar del digital al papel. Felicitaciones.

    Saludos

    J.

    ResponderEliminar
  2. Gran serie. Gran poema. :)

    Un abrazo!

    ResponderEliminar