viernes, 14 de febrero de 2014

especie de apología sobre hablar con los desconocidos en la calle, con la colaboración de Al Pacino, Albert Libertad, el demonio y la antropología urbana

[Al Pacino y Keanu Reeves en "Pactar con el diablo"]



En una charla que dio el antropólogo Manuel Delgado en la librería Traficantes de Sueños proyectó una secuencia de la película "Pactar con el diablo" (The Devil´s Advocate en inglés). En esa secuencia, Al Pacino, que interpretaba al diablo, subía a un vagón de metro y empezaba a hablar con la gente que había en él. Simplemente eso, hablaba con la gente. Mendigos, inmigrantes, personas con aspecto de ir o volver de un trabajo precario y mal pagado. Además, como el diablo conoce todas las lenguas, hablaba con ellos en su propio idioma. Castellano, árabe, ruso, polaco. Les preguntaba por su familia, por su país, por su día a día, por cualquier cosa sin importancia. 

Si conocéis la película, sabéis que no tiene contenido político, al menos no a simple vista. Es una película más de las que hace Hollywood casi a diario, con un Al Pacino correcto en su interpretación y un Keanu Reeves que la industria trataba de convertir en el sex symbol de finales de los noventa. Sin embargo, al ponernos la escena, Delgado nos hizo reflexionar sobre la carga ideológica tan brutal que hay en ella. El que sale a la calle y habla con la gente es el personaje del diablo, la representación del mal más absoluta que hay en nuestra cultura. El mensaje que hay en esa escena es que salir a la calle, hablar con los demás y, sobre todo, hablar con desconocidos es algo propio de personas malvadas, es el mal. Es lo que hace el diablo. La gente buena no habla con los desconocidos: los teme. 

El director y el guionista tenían muchas opciones para hacernos ver la maldad del demonio -podría haberse puesto a acuchillar gente en el vagón-, pero curiosamente eligieron precisamente esa: la comunicación entre desconocidos. Ni siquiera era lo que se decían, el contenido de la conversación no era importante, eran charlas intrascedentes. Lo que importaba era el acto de comunicación en sí mismo. El hecho de salir a la calle y hablar con la gente. Probablemente el director y el guionista ni siquiera lo hicieron a propósito, la escena no es importante en la película. Simplemente reproducían el discurso de la dominación. Un discurso que propaga el miedo porque nos teme, porque le aterroriza la idea de que hablemos entre nosotros. De que la calle sea un sitio en el que encontrarse con los demás y compartir experiencias. Un discurso que nos quiere metidos en casa detrás de cuatro cerrojos porque en el interior de las casas no puede haber actos de comunicación directos, que no estén mediados por su tecnología. Porque la calle es el escenario de lo político, no los platós de televisión ni el Congreso. Porque la calle es el lugar del encuentro con los demás, el sitio donde hablamos con otros y compartimos experiencias.

Por eso me gusta cada vez más la gente que habla con los desconocidos en la calle, las charlas intrascendentes en la cola de la frutería, saber el nombre del tendero que me vende el pan, que el conductor del autobús me cuente que le duelen los ojos de las luces de los coches, que el chico que curra por las tardes en la biblioteca de Aluche me diga que el último libro de Franzen le ha hecho dar cabezadas de aburrimiento. Por eso me gustan cada vez menos las teorías perfectamente construidas, la gente que solo ve la realidad a través de los libros, los que pretenden cambiar el sistema con tesis impecables.

Cuando abrí el libro que recoge los escritos de Albert Libertad, en la primera página había una frase de Víctor Serge en la que decía que a Libertad le gustaba la calle, la bronca, el vino, las mujeres. Que no tenía tesis brillantes ni teorías irrebatibles, pero que no las necesitaba. Creo que por eso me ha gustado tanto. 




5 comentarios:

  1. Una observación muy certera.
    Sobre lo del penúltimo párrafo, I agree, de ahí el apoye siempre la teoría (sobretodo para saber bien que decir cuando nos ataquen verbalmente) pero sin olvidar que la práctica es igualmente importante. Y siempre habrá gente que, sin haber cogido un libro de X tema, a lo mejor incluso sin tener constancia de ello, sea capaz de ‘ser activista’ de lo que sea. Eso es amor <3

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  2. Muy interesante. Estoy absolutamente de acuerdo. Bico!

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  3. No se me había ocurrido pensarlo, Layla. Pero cuando voy por la calle me parece que a lagente le da miedo hablar con desconocidos; los teme. Se ha ido creando una sociedad, como en la escena de esta película, nos dice: "no habléis con desconocidos son mala gente, violadores, asesinos" etc.
    Y todo el mundo tien miedo de todos. me cosnta que ese sentimiento está mucho más arraigado en sociedades como la norteamericana, donde el lobby dominante ha estado utilizando el miedo durante décadas con objeto de que la gente se arme: vender armas en USA es como aquí vender chocolatinas. hasta hace pco todos dormían con un arma debajo de la almohada. Y ahora, me temo, desde hace tiempo quieren traspasar esa necesidad al resto del mundo... ¿por qué? Tengo alguna teoría. En primer lugar para vender y en segundo para desestabilizar y dominar...
    Esto podría ser realmente cierto o no podría serlo. Y me temo que cadq vez hay más evidencias que cxdemuestran que la teoría del miedo es útil al gobierno americano y demás gobiernos controladores...

    Un abrazo.

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  4. Más sabe el diablo por viejo políglota que por diablo. La experiencia que aporta el paso del tiempo y el dominio o respeto hacia otras lenguas diferentes a la nuestra nos hacen más sabios, eso que parece tan evidente es lo que algunos se resisten a comprender… y así les va.
    En la comunicación entre desconocidos se esconde el secreto para evolucionar como especie, seguimos sin hacerlo lo suficiente e incluso me temo que empezamos a resignarnos a esa fatídica actitud del nadie conoce a nadie… y así nos va.-

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  5. Estoy de acuerdo. Yo no ser políglota lo supero con chapurrear inglés y gestilucalar y consigues conectar, comunicar y reír a la vez. Ahora estoy en Camboya, la semana pasada en Laos,... las historias humanas, la miedos, los deseos y las alegrías son universales. Yo ya he saldo a la calle y no voy a parar de callejear, de alternar, de conocer y hablar. Igual soy el diablo.

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