domingo, 14 de julio de 2013

sobre el opio, el alcohol, los retratos escondidos en los cuadros y la familia Brontë

[Emily Brönte]


Hace unos días acabé de leer Cumbres borrascosas. La novela me pareció soberbia, tan excesiva, torturada, tenebrosa y cruel como esperaba. Sin embargo, buscando información en internet sobre las distintas adaptaciones al cine que se han hecho de ella, encontré por casualidad la biografía de Emily Brontë, profundamente ligada a la de sus hermanos. Y me di cuenta de que la historia de la familia Brontë era tan tenebrosa y torturada como las novelas que escribieron. O puede que incluso más.

Los Brontë fueron seis hermanos, cinco chicas y un chico. Dos de las chicas, María y Elisabeth, enfermaron de tuberculosis en el colegio en el que habían sido internadas tras la muerte de su madre. Fallecieron el mismo año, en 1825. Durante un tiempo, los cuatro hermanos vivieron con una tía, que se ocupó de ellos hasta su muerte unos años después. Tras su fallecimiento, los hermanos decidieron volver a la casa familiar, donde su padre, pastor anglicano, había permanecido todo ese tiempo. Aunque eran apenas unos adolescentes, comenzaron a ganarse la vida en trabajos irregulares y mal pagados. Emily, Charlotte y Anne ejercieron de institutrices en distintas casas, y Branwell encontró un empleo en la oficina del ferrocarril. Por la noche, los cuatro escribían de forma incansable y enfermaban poco a poco, dejando que la tuberculosis deshiciese sus pulmones en aquella casa fría y húmeda. 


[uno de los pocos retratos existentes de Branwell]


Todos conocemos las publicaciones de las tres hermanas, Emily, Charlotte y Anne, que escribieron tanto poesía como novela. Sin embargo, del único chico, Branwell, casi no sabemos nada. Su nombre apenas aparece en la biografía de Emily, y no existe casi ninguna publicación suya. Buscando información sobre él, llegué por casualidad al blog de Juan Camós, al que ya conocía por su programa de radio, A este lado de la tumba. Es curioso, porque sabía de la existencia de este blog desde hacía solo unos días, y no había leído la entrada sobre Branwell. Supongo que llegó cuando tenía que hacerlo, en una de esas sincronicidades que tanto me pasan últimamente.

En su blog, Juan cuenta cómo las hermanas escondieron a Branwell sus publicaciones, cómo tejieron sus historias en silencio, minuciosamente, a escondidas de un hermano que era despreciado una y otra vez por la crítica y los escritores famosos con los que intentaba contactar. Solo y enfermo, Branwell empezó a abusar del alcohol y del opio. Desaparecía durante días de su casa, a donde regresaba envuelto en los delirios de la droga y con los pulmones cada vez más destrozados. Perdió a su prometida, que declinó el matrimonio por "su alcoholismo crónico, su abuso de los opiáceos y sus deudas", y le echaron del trabajo. Entre crisis y crisis, pasaba unos días en la casa familiar, donde se dedicaba a la pintura, otra de sus pasiones frustradas. En su habitación, escondida detrás de un armario, encontraron uno de sus últimos cuadros. En ella había pintado a sus tres hermanas, pálidas y hermosas, situadas junto a una columna. Pero si miramos esa columna con atención, se percibe una mancha de contornos borrosos. Cuando se analizó el cuadro, se descubrió que, bajo esa mancha, Branwell se había pintado a sí mismo. Y después se había borrado, había tapado su rostro con capas de pintura. Como si quisiera desaparecer para siempre de aquella escena. 




Todas las biografías de las hermanas Brontë describen a Branwell como una carga. Como la oveja negra que Emily tenía que cuidar porque no sabía cuidar de sí mismo. Pero yo me pregunto qué sentían las tres hermanas cuando escribían sus libros conjuntos a espaldas de su hermano, cuando escondían los pliegos de folios en los que redactaban sus obras. Por qué nunca le incluyeron ni le ayudaron, a pesar de que sus obras fueron conocidas en vida. "En toda mi vida no he hecho nada grande ni bueno", escribió Branwell en una de sus últimas cartas, antes de morir, alcoholico y enfermo, con solo treinta años. 



3 comentarios:

  1. Invitación - E
    Soy brasileño.
    Pasei acá leendo , y visitando su blog.
    También tengo un, sólo que mucho más simple.
    Estoy invitando a visitarme, y si es posible seguir juntos por ellos y con ellos. Siempre me gustó escribir, exponer y compartir mis ideas con las personas, independientemente de su clase Social, Creed Religiosa, Orientación Sexual, o la Etnicidad.
    A mí, lo que es nuestro interés el intercambio de ideas, y, pensamientos.
    Estoy ahí en mi Simpleton espacio, esperando.
    Y yo ya estoy siguiendo tu blog.
    Fortaleza, la Paz, Amistad y felicidad
    para ti, un abrazo desde Brasil.
    www.josemariacosta.com

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  2. Uffffffffff.... tuve que leer esta novela para rendir Europa Septentrional y digo, fue una experiencia densa. Creo que ahora me incitás a volver a leerla, con todos estos datos sombríos que están en los bordes de la escritura... Un abrazo.

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  3. Mi Señora Layla,
    La cotidiano no es relatable por un puñado de letras, resulta tan duro admitirlo, que pretendemos trascender a ello y violar la naturaleza escribiendo historias propias, de todo tipo y todas ficción.

    La poesía es el brochazo que mejor retrata ese 'chaos mundi' pero siendo la clave de dicho lenguaje la belleza, cuando lo usamos, a veces preferimos borrarnos o quedar detrás de una columna de metáforas cotidianas.

    Suyo, Z+-----

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