martes, 7 de mayo de 2013

alguien tiene que limpiar la mierda




Hace unos días tuve la suerte de que me regalaran un libro que era dos: si empezabas por uno de los lados, encontrabas un poemario de José Pastor González, si empezabas por el otro, uno de Rakel Rodríguez. Me gusta la edición y me gusta que estos dos poetas compartan libro. Los dos son de esos poetas duros y ásperos que escriben desde el estómago y desde las heridas que de las manos. Me gusta que escriban así, sin deberle nada a nadie y sin esperar nada a cambio. Solo porque lo necesitan. Porque la poesía es un grito. Leí el poemario de noche, después de uno de esos días a los que no sabes cómo has logrado sobrevivir. Y hubo un poema en especial que me atravesó el estómago. No tengo ninguna duda de que ese poema habla de mi padre. No es importante que José no lo conozca o que no sepa su historia, sé que habla de él. 

Mi padre trabajó durante varios años en una planta de reciclaje. La basura iba pasando por una cinta transportadora y él tenía que seleccionar lo que tuviese algún valor o se pudiese reciclar de alguna forma y lanzarlo hacia arriba. Encima de sus cabezas unos tubos aspiraban los desperdicios que ellos lanzaban. Yo era pequeña, pero recuerdo el olor de mi padre. Aquel olor no se quitaba con nada, no importaba las veces que se duchase ni la colonia que se echase. Yo no lo notaba, me gustaba que trabajase en la planta de reciclaje. De vez en cuando, algún niño tiraba a la basura juguetes que estaban nuevos y mi padre me traía alguno. Ponis, muñecas, gi-joes, dinosaurios. Mi madre no los quería ni ver, pero a mí me gustaban. De hecho son de los pocos que aún sigo guardando. Por eso me gusta que José haya escrito este poema, ya que yo no le escribo nunca ninguno. A mi padre ni siquiera le gusta lo que escribo, así que me alegro que otros lo hagan por mí. 



Durante cinco años
se llevó a casa
en la ropa en la piel en el pelo en la garganta
el olor de la planta de reciclaje y compostaje
un olor
que impregnó
su comid su bebida su tabaco sus besos su esperma
de nada sirvieron duchas colonias ambientadores o lejía
un olor físico
que golpeaba aunque no pudiera tocarlo
un olor asesino
que le recuerda que
alguien tiene que limpiar la mierda. 

7 comentarios:

  1. qué bonita entrada.
    y sí, ese poema, habla de tu padre.
    un fuerte abrazo.
    pd: el cuñado de uno de los amigos de la pandilla del barrio también trabajaba en una planta de reciclaje y una vez se encontró una placa de 250gr de hachís envuelto en plástico. se lo dio y esa tarde la recuerdo como una de los más felices de mi vida. no sé muy bien porque razón te cuento esto pero me apetecía.

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  2. qué bueno el poema, me impactó, gracias por compartirlo! :)

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  3. A mí me han dado ganas de leer más, lo malo es que me obsesiono con ello. Agradezco que lo compartas.^^.

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  4. Mi padre siempre olia a madera ( fue carpintero toda su vida ) .Ahora Cuando bajo a casa se si ya se ha levantado por el olor a colonia o si ha desayunado por el olor a pan tostado . Me gusta sentarme junto a el , en el patio del banco mientras vemos los pajaros comer pan mientras mi madre tambien ( más tarde ) se levanta y se sienta con nosotros .
    Escribeles poemas a tus padres , los vas a recordar toda la vida y ten por seguro que si es pensando en ellos les gustaran . A los mios les gustan . ;)

    Salut Layla .
    ( asocio olores con mi abuela tambien )

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  5. Me dejas pensando en como algo que a priori puede ser desagradable(un olor) se transforma en grato cuando se asocia con una presencia amada. El amor debería ser así, incondicional al olor, a la vejez, a nuestras debilidades...Y sí, este poema tenía que ser escrito. Un abrazo.

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  6. El libro(s) está muy chulo y es muy recomendable, desde luego.
    A Rakel se le puede leer aquí: http://rakelraro.blogspot.com.es/
    Y a Jose aquí: http://librosyaguardientes.blogspot.com.es/

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