viernes, 14 de diciembre de 2012

la plaga de libélulas del 17 de abril de 1803






"Al principio la muchacha apenas notó la existencia del escarabajo, porque la cuerda que los unía era larga como los hilos que se desprenden del verano o como los cabellos de las monjas que rezan a santos de dientes afilados. Sin embargo, pronto llegó el invierno, y el escarabajo no pudo seguir alimentándose del vino azul que desprendían los enebros, así que comenzó a masticar la cuerda que le unía con la muchacha. Poco a poco la cuerda fue haciéndose más corta, hasta que solo le separaba un palmo de la muñeca de ella. La excesiva ingesta de cuerda le había hecho crecer hasta alcanzar el tamaño de la mano derecha de un enterrador portugués, que como todo el mundo sabe tienen derecho a estrangular a los agonizantes desde que la ciudad fue asolada por una plaga de libélulas el 17 de abril de 1803. Cuando no quedó cuerda, el escarabajo empezó a morder la mano de la muchacha".


Layla Martínez
[poemario en construcción]

5 comentarios:

  1. De lo bello y lo terrible tú nos hablas. Tus escritos tiene algo de medusa....(me hiciste recordar que hace unos años vinieron docenas de medusas a morir a la playa que hay en mi pueblo. Recuerdo que en su momento vi en aquel hecho el germen de una historia..)Bico

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  2. Inquietante. Yo vi una vez un hormiguero que devoraba una boca de caballo, y un enjambre de abispas "perreras" que deboraban, con b, su paladar. Fue desde esa b donde aprendí que somos hermosos y difíciles. Sencillos y fáciles por tanto. Un hermoso escarabajo eterno, más o menos acariciado.

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  3. Tan interesante como intrigante... qué pasó después?

    un saludo

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  4. Odio la gente que utiliza su poesía para malinterpretar la poesía del resto

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