[Unica Zürn]
No suelo leer
novedades, así que no sé si este post tiene mucho sentido. Casi todos los libros
que leo son de la biblioteca, y las novedades suelen tardar bastante en llegar
allí. Cuando lo hacen, normalmente ya se me ha pasado el interés o se me han
acumulado otros libros que me atraen más. Esto es lo que me pasó con Limónov,
por ejemplo. La parte mala de leer casi por completo de la biblioteca es que no
estás muy al tanto de lo que se está haciendo. En poesía da bastante asco,
porque me molaría leer más de las novedades que se publican. La parte buena es
que aprendes a leer mejor, o al menos a mí me ha servido para eso. Aprendes a
seleccionar, a leer a los grandes, a guiarte por la intuición mucho más que por
lo que te han comentado de un libro o las reseñas que has leído de él. De
alguna manera con este post quería hacer eso, un recuento de los
descubrimientos que he hecho este año.
Confesiones de una máscara, Yukio Mishima
(El País). A Mishima le tenía pendiente desde hacía mucho tiempo y este año
por fin me decidí a leerle. La experiencia fue dolorosa y cruel, pero también
luminosa de alguna forma extraña. Supongo que como la vida de Mishima, como su
muerte.
El hombre jazmín, Unica Zürn (Siruela).
Si tuviese que elegir un solo libro de este año, probablemente elegiría éste.
Zürn me hizo pedazos la cabeza. Me costó mucho volver a recomponerlas después
de ella, volver a leer algo que me hiciese querer saltar y llorar y bailar de
nuevo. Acabé regalándolo, porque los libros así tienen que circular.
Edge of the Orison, Iain Sinclair (Penguin). El libro de Sinclair fue un regalo que me trajeron de Londres. Aquí Sinclair no está traducido todavía, pero yo había oído hablar mucho de él con el rollo de la psicogeografía, sobre todo de su libro London Orbital. Ha sido la lectura más especial del año por muchos motivos, pero sobre todo por cómo Sinclair consigue narrar la huida y la persecución del poeta John Clare, llevadas a cabo con decenas de años de distancia pero que en realidad suceden en un mismo momento.
Edge of the Orison, Iain Sinclair (Penguin). El libro de Sinclair fue un regalo que me trajeron de Londres. Aquí Sinclair no está traducido todavía, pero yo había oído hablar mucho de él con el rollo de la psicogeografía, sobre todo de su libro London Orbital. Ha sido la lectura más especial del año por muchos motivos, pero sobre todo por cómo Sinclair consigue narrar la huida y la persecución del poeta John Clare, llevadas a cabo con decenas de años de distancia pero que en realidad suceden en un mismo momento.
En las cimas de la desesperación, Émil
Cioran (Tusquets). El primer libro de Cioran, escrito con solo 23 años y en
medio de una de sus muchas crisis personales. Este año he leído mucho a Cioran,
pero este fue el libro que me permitió descubrirlo, el que me dio la clave. “Soy
uno de esos que, por millones, se arrastran sobre la superficie de la tierra.
Uno más solamente. Esa banalidad justifica cualquier conclusión, cualquier
conducta: libertinaje, castidad, suicidio, trabajo, crimen, pereza, rebeldía.
Cada cual tiene razón en hacer lo que hace”.
[Gonzalo Rojas]
Quedeshim quedeshoth, Gonzalo Rojas (Fondo
de Cultura). El mejor libro de poesía que he leído este año, sin ninguna
duda. En realidad es trampa, porque no lo cogí de la biblioteca. Fue un regalo
de alguien a quien ni siquiera he visto en persona, pero que de alguna manera
intuyó que yo debía tenerlo. Y no se imagina cuánto se lo agradezco. “Me
enamoré de ti cuando llorabas/a tu novio, molido por la muerte,/ y eras como la
estrella del terror/ que iluminaba el mundo”.
Poesía vertical, Roberto Juarroz (El País).
El libro de Juarroz no lo tomé prestado de la biblioteca, lo compré de segunda
mano en uno de los puestos que hay junto al Retiro, en la Cuesta de Moyano. Era
el mes de junio y hacía un sol radiante. Tenía que hacer tiempo porque había
quedado y era pronto, así que me puse a echar un vistazo al libro. Lo abrí por
un poema en concreto, el que empieza con los versos más demoledores de todo el
poemario: “El hombre es siempre/ el constructor de una cárcel./ Y no se conoce
a un hombre/ hasta saber qué cárcel ha construido”. Recuerdo que lo leí tantas
veces que llegué tarde a la cita. Me daba vergüenza decir el motivo, así que dije
que me había equivocado en el metro.
Claus y Lucas,
Agota Kristof (El Aleph). Si Quedeshim quedeshoth ha sido el mejor poemario que
he leído este año, Claus y Lucas ha sido sin duda la mejor novela. Una especie
de fácula cruel llena de laberintos, de niños malvados que aprenden demasiado pronto cómo funciona el mundo de los adultos.
Diario de 1926, Robert Walser (La uña rota).
De Walser supe mucho antes de su muerte que de su obra. Conocía el último lugar
en el que había estado, el trayecto que había recorrido, el sitio exacto donde
se había desplomado en medio de la nieve. Supongo que no significa nada, pero
este año me ha pasado bastantes veces. También conocía el suicidio de Mishima,
el internamiento en un centro psiquiátrico de Zürn, la deriva por París de un
Cioran anciano y solitario.
Un hombre que duerme, Georges Perec
(Impedimenta). A Perec le leí en un momento complicado, casi sin curro y
sin nada de pasta, pero con decenas de dudas. Tardé mucho en devolver el libro
a la biblioteca, porque no quería hacerlo. Es una de las peores cosas de leer
de biblioteca, tener que devolver los libros. Me da muchísima envidia cuando
veo las bibliotecas de la gente, yo solo tengo un par de estanterías. Unas
semanas después volví a coger el libro y vi que se había prestado otra vez
después de la mía. Me alegré de no habérmelo quedado.
Las ciudades invisibles, Italo Calvino
(Siruela). Calvino ha sido mi último descubrimiento del año. Ha llegado en
un diciembre complicado, sin luz en casa desde hace veintidós días. Pero la
literatura siempre ha sido un refugio, incluso a oscuras. Lo he leído mientras
dormía en casa de colegas, mientras llevaba de un lado a otro de Madrid mis
cosas dependiendo del sitio donde me quedase, mientras recorría la red de metro
cargada de maletas. Y menos mal.
Poesía completa de Alberto Caeiro, Fernando
Pessoa (DVD). A Pessoa lo leí en Lisboa, en un viaje de unos días que hice
con mi hermano. Encontré el libro de DVD en una librería pequeña al lado de la
catedral y decidí comprarlo. Era finales de agosto y Lisboa estaba radiante,
con ese aspecto de ciudad en ruinas, de posguerra permanente. Hasta entonces no
había leído nada de Pessoa, excepto un poema cuyos cuatros primeros versos
habían estado escritos en la pared de mi casa durante mucho tiempo: “No soy
nada./ Nunca seré nada./ No puedo querer ser nada./ A parte de
eso, tengo en mí todos los sueños del mundo”. Ese poema en concreto no estaba
en aquel libro, pero a cambio descubrí a Pessoa.
Estupendas lecturas. Bon any i bona lletra. Salut i alegria .
ResponderEliminarEn cuanto a estar al tanto de las novedades, gracias por esa salida del armario: yo soy de l@s que intentan vivir en parte de la mano de lo editorial y me avergüenzo de que casi tod@s l@s escritores que leo o me suenan estén muert@s o en la tercera edad.
ResponderEliminarHan de ser descubrimientos muy importantes, no conozco ninguno de ellos y, en verdad, en el 2014 ningún libro me resultó especialmente atractivo... ¿me estaré aburriendo de tanta lectura?
ResponderEliminarSaludos
J.
El listado de los libros que has leído es impecable, y lo digo porque también los he leído. Será afinidad cultural? Un saludo.
ResponderEliminarHey, good writing! I appreciate your sharing. Please have a look at an article based on a color blind test if you are also interested in reading such articles. Color blindness is primarily a hereditary disorder that affects mainly men.
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