Acabo de cambiarme de casa. Un montón de calles estrechas y laberínticas por las que no hago otra cosa que perderme. A veces tengo la sensación de que las calles van cambiando a cada paso, obligándome a volver atrás, a atravesar callejones por los que apenas caben dos personas, a andar en círculos. No sería tan raro, todos los habitantes de esta zona saben que la entrada a los infiernos está en la estación de metro de Cuatro Caminos, a cientos de metros bajo el nivel del suelo. Intento encontrar referencias para no perderme, y al final esas referencias acaban siendo sitios donde he leído algún libro, donde me he encontrado algo curioso, donde hice una determinada foto. Los parques los encuentros porque he leído libros en ellos. Ayer estuve leyendo en la Dehesa, que a partir de ahora encontraré gracias a Gonzalo Rojas.
LA SALVACIÓN
Me enamoré de ti cuando llorabas
a tu novio, molido por la muerte,
y eras como la estrella del terror
que iluminaba al mundo.
Oh, cuánto me arrepiento
de haber perdido aquella noche, bajo los árboles,
mientras sonaba el mar entre la niebla
y tú estabas eléctrica y llorosa
bajo la tempestad, oh cuánto me arrepiento
de haberme conformado con tu rostro,
con tu voz y tus dedos,
de no haberte excitado, de no haberte
tomado y poseído,
oh cuánto me arrepiento de no haberte
pesado.
Fácil me hubiera sido morderte entre las flores
como a las campesinas,
darte un beso en la nuca, en las orejas,
y ponerte mi mancha en lo más hondo
de tu herida.
¿Por qué no fui feroz, por qué no te salvé
de lo turbio y perverso que exhalan los difuntos?
¿Por qué no te preñé como varón
aquella oscura noche de tormenta?
"Qedeshím Qedeshóth"
Gonzalo Rojas
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