Los justos, Albert Camus (Alianza). Siguiendo la pista de mi obsesión por Boris Savinkov llego al texto de Camus, que cuenta la planificación y ejecución de un atentado por parte de un grupo terrorista ruso. Los personajes están directamente inspirados en los miembros de la célula a la que pertenecía Savinkov, y los conflictos que se plantean en la obra son también los que obsesionan al ruso en sus diarios. El terrorismo como socialización del dolor, la dialéctica del fin y los medios, el potencial transformador de la violencia, la incidencia de las acciones en la sociedad, la represión, el miedo, las dudas. Camus hace girar la obra en torno a dos personajes principales, el idealista Ivan Kaliayev, lleno de dudas, y el implacable Stepan Fedorov, hombre de acción y firme defensor del uso de la violencia como herramienta política. El enfrentamiento constante entre los dos personajes le permitirá desplegar todas las tensiones ideológicas y personales a las que se ven sometidos los personajes, que irán evolucionando a medida que se suceden los acontecimientos. Como siempre que leo teatro, me deja con las ganas de escribir algo que se pudiese representar, por el simple placer de ver a los personajes cobrar vida.
Convertiré a los niños en asesinos, Diego Luis Sanromán (Plaza y Valdés). Uno de mis asesinos en serie preferidos de todos los tiempo es David Richard Berkowitz, conocido como el "Hijo de Sam". Sus crímenes no eran muy originales -se limitaba a disparar con un revólver del 44 a víctimas escogidas al azar-, pero la historia que hay detrás es muy curiosa. Cuando fue detenido, Berkowitz aseguró que había cometido los crímenes obligado por un demonio que había poseído al perro de su vecino. Por supuesto, la policía no le dio ningún crédito, pero cuando acudieron a su casa, encontraron algo bastante sorprendente: las paredes de su apartamento estaban llenas de extrañas frases que Berkowitz había escrito con pintura roja. En las pinturas podían leerse frases como "En este agujero vive el Rey Malvado" o "Convertiré a los niños en asesinos". Desde hacía meses, Berkowitz había iniciado una extraña vida ascética en el apartamento, cuyas ventanas estaban cubiertas con sábanas. Casi nunca salía de él y los vecinos apenas le veían: solo abría la puerta cuando oía ladrar o jadear en el descansillo al perro del vecino. Esa idea de los demonios interiores, de las casas que se convierten en una extensión de nuestra propia mente, sirve al autor para construir una serie de relatos de terror que tienen como hilo conductor los abismos que todos llevamos dentro, los agujeros oscuros que guardamos en la mente y que esperan agazapados para poder salir. La narración en primera persona le da fuerza al relato, porque hace que el autor nos introduzca en la mente de los asesinos y las víctimas, muchas veces indistinguibles unos de otros.
El temor del cielo, Fleur Jaeggy (Tusquets). No había leído nada de Fleur Jaeggy hasta que uno de mis mejores amigos me puso este libro en las manos en mi última visita a Jaén. Me resulta dificil describir las sensaciones que me ha producido. La atmósfera de crueldad cotidiana, la forma precisa y fría de narrar de la autora, su capacidad para generar desasosiego, dolor, intranquilidad. Todos los personajes de los distintos relatos tienen en común una especie de contención, de autodisciplina que raya en la locura. Todos son crueles, todos guardan secretos, todos esconden una especie de violencia latente que guía sus actos. Jaeegy me ha parecido una narradora enorme, capaz de hacerte un nudo en el estómago con dos frases. Esta tarde voy a la biblioteca a por "Los hermosos años del castigo".
Wow, el de Fleur Jaeggy me lo apunto, me atrae mucho sumergirme en ese tipo de atmósfera malsana.
ResponderEliminarSabía que te iba a gustar.
ResponderEliminarPlop va a correr como la polvora entre los míos ;-)
"Convertiré a los niños en asesinos" es un título que te empuja a leerlo, si es malo o es bueno ya es otro asunto, pero el título vende y compra
ResponderEliminarSaludos
J.