Hoy no tenía pensado escribir sobre él. Ni siquiera recordaba que era el aniversario de su asesinato. Pero he abierto facebook y la realidad me ha golpeado en pleno estómago. No había desayunado, pero dudo que ya pueda hacerlo. Introduzco su nombre en el buscador y aparecen cientos de imágenes de él. Bello y pálido como un ángel. Como los ángeles que lanzan piedras y queman contenedores. Que conocen los secretos de las fórmulas alquímicas, las sustancias que deben mezclarse en una botella para que aparezca la explosión y el fuego. Que cubren sus rostros porque son demasiado hermosos para que Ellos puedan verlos o tocarlos.
Miro las fotografías tomadas minutos antes de su asesinato. Delgado y frágil, tan bello que duele. Los ángeles tomaban las calles, construían barricadas, amontonaban piedras. Y Ellos no podían consentirlo. No pueden dejar que exista nada que sea hermoso, porque entonces nos alzaríamos contra Ellos. Tienen que reducir el mundo a la miseria, a la fealdad, a la abominación, porque es la única manera que tienen de sobrevivir.
Aquel 20 de julio sacaron sus armas y dispararon contra los ángeles. Los golpearon, los torturaron, aplastaron sus cuerpos contra el asfalto. La belleza debía ser exterminada. No podían arriesgarse a que alguien se diese cuenta de lo hermosos que eran aquellos muchachos. Porque una vez que has visto la belleza, no puedes volver a vivir en el mundo que Ellos han creado.
Aquel muchacho cayó sobre el asfalto y lo llenó de sangre. Pero aún así seguía siendo hermoso. Sus manos manchadas, su camiseta blanca, sus ojos cerrados, su piel pálida. Le quitaron el pasamontañas y le abrieron la camiseta y su belleza deslumbraba a todo el mundo. Por eso tuvieron que esconderlo, rodear su cuerpo, impedir que nadie lo viese. Solo así consiguen que sigamos soportando un mundo hecho a su imagen y semejanza.
Ayer precisamente encontré las fotos que imprimí en aquella época de Carlo, junto a otras de Txabi Etxebarrieta, Rachel Corrie, Beth O'Brien, Tom Hurndall... yo iba a cumplir 18 años, casi tod@s ell@s eran algo mayores que yo, pero ya les he pasado y cada año me vuelvo un poco mayor que ell@s, me guste o no.
ResponderEliminarYa había habido disparos en Göteborg y aún tendríamos que ver manifestantes cayendo desde el puente de Évian-les-Bains, pero ahí, en la Génova de hace doce años, fue cuando nuestra generación conoció de verdad el terror; me permito recordar que al día siguiente de matar a Carlo, para colmo, los carabinieri entraron a saco en la Scuola Diaz donde dormían much@s de l@s manifestantes, gritando "Viva il Duce!" y profiriendo amenazas e insultos, que la mayoría de detenid@s tuvieron que pasar por el hospital, que dos o tres de ellos lo hicieron en coma, que al menos uno tenía la mandíbula y catorce dientes rot@s.
sí, es cierto, Carlo no fue el único que murió en Génova. Ni siquiera fue al único al que una tanqueta de la Policía pasó por encima varias veces. Y sí, estoy muy de acuerdo con que allí fue donde nuestra generación conoció el horror
ResponderEliminarImborrable.
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