El 14 de mayo se conmemora el fallecimiento de Emma Goldman, y yo decidí escribir un artículo que analizase brevemente algunas de las principales claves de su pensamiento. La idea era que se publicase ese día, pero finalmente tuvo que retrasarse y se publicó este lunes en Culturamas. La idea surgió porque he visto muchas veces en las manifestaciones la frase de "No quiero una revolución en la que no se baile", que se le atribuye a ella. Me daba la sensación de que la frase estaba descontextualizada, y que fuera de contexto perdía su sentido y acababa siendo una excusa para esa especie de pseudomilitancia lúdica en la que tan a menudo se cae en los movimientos sociales. La lucha social puede ser divertida, y lo es, pero nunca puede ser ocio, porque el ocio es la administración por parte del sistema del tiempo en el que no estamos trabajando. Lo malo es que estamos tan acostumbrados a tener ocio en vez de diversión, que acabamos reproduciendo los mismos comportamiento en todas partes, y vamos a las manifestaciones como el que va a pasar la tarde a un centro comercial. Al final la frase no la encontré por ningún lado en todos los artículos y libros que leí sobre ella y de ella, pero creo que el artículo cumple la función de proporcionar un marco para entenderla. De dar a entender que lo importante de la frase de Goldman no es la palabra "baile" es la palabara "revolución". Lo podéis leer AQUÍ.
El artículo me sirvió para descubrir a Emma Goldman, y lo cierto es que me gustó mucho hacerlo, pero hay un pensamiento que no me puedo sacar de la cabeza. En 1920 Emma Goldman y su compañero Alexander Berkman son expulsados de Estados Unidos por sus actividades políticas y deportados a Rusia, donde permanecen dos años. En esos dos años pasan dos cosas clave para entender la deriva que estaba tomando la revolución: la masacre de Krondsdat y el aplastamiento militar del levantamiento encabezado por Néstor Makhno en Ucrania. Cuando este levantamiento acaba de producirse, Goldman y Berkman están de gira por Rusia en un proyecto para poner en marcha un museo de la revolución, y deciden entrevistarse con Makhno, anarquista como ellos. Makhno les pone un fusil en la mano y les dice que se unan a su ejército, que necesitan a cualquiera que pueda empuñar un arma. Que la revolución debe ser de los soviets, de las asambleas populares, y no del partido. Sin embargo, ellos lo rechazan y se marchan a seguir con la labor encomendada con un gobierno con el que ya se sentían descontentos.
Aquí es donde está lo que no me puedo sacar de la cabeza. El ejército de Makho estaba formado por campesinos, por jornaleros, por aquellos que no tenían nada. A él se unieron los militantes anarquistas que no estaban de acuerdo con la deriva de la revolución, muchos de ellos también expulsados de Estados Unidos y deportados a Rusia como Berkman y Goldman. Muchos de ellos perseguidos por las autoridades soviéticas, que llenaban las cárceles con todo aquel que protestase, incluidos los héroes de octubre. No sabemos quiénes son, cuáles son sus nombres, si estuvieron o no entre los pocos supervivientes. Pero ellos, cuando Makhno les puso un fusil en la mano, dijeron que sí.
No es que desprecie la labor de Goldman, y tampoco sé qué hubiese hecho yo en su lugar, pero no puedo evitar sentir pena porque su nombre si haya pasado a la Historia y no el de estos otros militantes. Por eso creo que no será uno de mis personajes favoritos. Siempre me gustarán más aquellos que supieron escribir artículos cuando había que hacerlo y empuñar un arma cuando tocaba. Como Miguel Hernández. Como José Pellicer. Como tantos otros cuyos nombres no conocemos.
Yo no estoy tan seguro. Digo, acá también hay gente que rechazó las armas, y viendo los resultados, note de razón. Aunque también pienso en los contextos, y el arma como un fundamento desesperado. Y ahí me debato. Un abrazo.
ResponderEliminarJusto he hecho mi trabajo final de LSE sobre Emma Goldman, y yo tb me vi un poco... flipada (la verdad) por ese hecho. Lo estuve "investigando" y creo que fue por ello por lo que luego escribió: "Mi decepción con rusia". Me atrevería a decir que fue el último cartucho e rabia y desesperación antes de alejarse definitivamente del comunismo tras el fracaso de la Internacional. (puedes ver algo aquí: http://ucblibrary3.berkeley.edu/goldman/Writings/Russia/)
ResponderEliminarAunque quizás me equivoque... :)
A diferencia de otras actividades, a los revolucionarios hay que juzgarlos por lo que hacen, no por lo que dicen!!!
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo, Layla.
ResponderEliminarnote de razón??? No sé qué quise decir. Supongo que "les doy la razón". Merde.
ResponderEliminarA mí no me parece un hecho tan decepcionante, vete a saber a esas alturas de sus azarosas vidas en qué armas creían. Sobre todo Berkman, joder, que disparó al empresario más malvado para desazón de los obreros y pagó con catorce años de cárcel. Me enternece el episodio en que Emma trató de prostituirse desde su abolicionismo libertario para sufragar los gastos del atentado. No logró ningún cliente. La imagino con su gesto contrariado tan poco sexy para los clientes y sólo quiero abrazarla. Su amante Alla Nazimova, sin embargo, descubrió el feminismo puteando a los quince años en las calles de Moscú cuando unas sufragistas expandían propaganda en la clandestinidad de la noche. Adoro ese encuentro. Sí que eché de menos que Emma hablara de sus amantes mujeres, pero eran otros tiempos. Sólo Tallulah Bankhead era franca (y también amante de la Nazimova). Me encanta el chismorreo político.
ResponderEliminarBesssssssssos Layla!!!!!
La entrada es muy interesante, Layla.
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