"Las autoridades estatales habían prohibido enterrar a los niños por la utilidad de sus pequeños huesos para fabricar peines, pero el fabricante de ataúdes era sensible a los procesos de fermentación. Por eso, cuando llegaba la niebla, los metía en sacos y los llevaba al bosque. Allí, les tomaba las medidas y les construía ataúdes con ramas y cortezas, como pequeños nidos subterráneos. Después les arrancaba los botones de los abrigos, con los que fabricaba anillos de latón que vendía a los cocheros búlgaros a cambio de agujas y cordones nuevos para los zapatos."
[poemario en construcción]
Puedo ver a los niñitos, blancos como palomas, en sus nidos de corteza y ramas.
ResponderEliminarExtraordinario !!! Interesante constucción .Te imagino bebiendo absenta mientras escribes.
ResponderEliminarjajajaja
EliminarNo soy cochera, ni búlgara, pero esos anillos tienen pinta de ser una monería.
ResponderEliminarDe repente me han venido ganas de ser un cochero búlgaro, que sin duda es más interesante que un bloguero catalán... Espraremos a que termine la construcción de este poemario.
ResponderEliminariuiuiuiui
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