[Bestimenta, Óscar Pirot. Papel de fumar ediciones, 2011]
Mi primer trabajo fue en un herbolario. Las dueñas querían que me ocupase de atender a los clientes mientras ellas estaban en el sótano, donde echaban las cartas y hablaban con los muertos a través de un tablero de ouija. Por lo primero cobraban, por lo segundo no. Decían que a los muertos no les iba a gustar. Yo nunca creí en esas cosas, a pesar de haber pasado la infancia en casa de mi abuela, que pone rosarios debajo de las camas para que los aparecidos no molesten. Hacía mi trabajo arriba, atendiendo a gente que quería comprar germen de trigo o levadura de cerveza, y no preguntaba.
Sin embargo, a veces había personas que tenían que esperar arriba a que acabase la consulta anterior, y yo me ponía a hablar con ellos, porque descubrí que la gente normalmente tiene ganas de contarte cosas y a mí me encanta escuchar. Había una señora que venía casi todos los meses a hablar con su marido muerto. Ya tenía otro novio y vivían juntos, pero una vez al mes se arreglaba y venía a hablar con él, que se llamaba Ricardo y había muerto de un paro cardíaco. Ella fue la que me enseñó a ver las señales, las casualidades que de repente empiezan a sucederse unas a otras para indicarte algo. Decía que cada uno en la vida toma sus decisiones, pero que la vida a veces te da señales para que no te pierdas las cosas importantes. Si las escuchas te llevan a una persona, a un momento, a un sitio que son buenos para ti.
Algo así me pasa desde hace unas semanas. En apenas quince días he leído dos bestiarios distintos, a pesar de lo raro que es encontrarlos. Uno de ellos es el de Ferrer Lerín, más similar a los bestiarios medievales, y otro el de Óscar Pirot, Bestimenta. Este post debería ser una reseña de este último, pero a veces me sucede que cuando un libro me gusta tanto, me siento incapaz de reseñarlo. Acabo hablando de mí porque el libro se me ha metido dentro.
No sé cómo describiros Bestimenta. Es tan bello que a veces simplemente duele. Me gustaría escribiros todos los versos que han hecho que se me encogiese el estómago, pero son demasiados. Os pondré solo unos pocos, del que probablemente sea el mejor poema del libro, "Muérdeme cocodrila": no aguanto más cocodrila disimulo estar bien como/ el dolor bajo la herida pero es inútil/ reviento esquirlas yugulares deletreo el canto de los/ cerdos enfrentándose a la muerte. Y otros del poema "Araña", por mi debilidad con los insectos: y los insectos palpitan como corazones/ en la pirámide del sacrificio/ como frutos nerviosos en el follaje invisible. Leedlo, en serio. Solo vale seis euros y os aseguro que merece la pena, que la merecería aunque costase sesenta.
[Por cierto, tengo este post a medias y leo esto en el blog de la bella Elise. Seguiré las señales a ver a dónde me llevan.]
Adoro a Óscar, es uno de mis favoritísimos. El libro aún no lo tengo pero tengo que conseguirlo.
ResponderEliminarUn beso tarántuleado.
:)
Gracias por lo de bella, querida Layla querida. Óscar es un poeta increíble, y cómo ser humano -sin más- es aún mejor (lo cual, a mí por lo menos, me devuelve la fe en la poesía). Es increíble lo de las señales. Y Bestimenta. Y todo absolutamente. Te mando un gran beso.
ResponderEliminarEntrañable Tu texto, no el libro, que investigaré Merci por la seudo reseña
ResponderEliminar*como, quería decir...
ResponderEliminarPues sintiéndote incapaz, a tu modo, te ha salido una buena reseña. Me despertaste la curiosidad por el libro y por ese primer empleo tuyo....Beso
ResponderEliminarEstoy seguro de que existe una relación (oculta pero ahí está) entre las plantas del herbolario y los espíritus de los muertos en la trastienda. Igual como entre las plantas y los animales del bestiario.
ResponderEliminarPor lo que respecta a la reseña, ya solo me interesan reseñas que no den informaciones sobre el libro sinó que cuenten eso, lo que se le mete dentro al lector.
Mi querida Layla, ya te habrás enterado por otros medios mi emoción y mi eterna gratitud, pero también quería dejarte una huellita de animal por aquí. Te confieso que la idea del libro comenzó gracias a los insectos, fueron ellos los que dictaron el camino. Aprovecho para enviar un saludo a Elise y a los que han comentado tu hermosa reseña. En estos sitios, como tu blog, es donde uno se plantea quedarse a vivir. Te mando mil libélulas!
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