[La Lubianka, en una foto de 1925]
Ellos no saben nada, ellos no te han visto caer de la
ventana de Lubianka donde aullabas como aúllan las comadrejas en el parto de la noche. Ellos no te han visto caer de la Lubianka el 7 de mayo de
1925, no te han visto ser arrojado, no han visto tu cabeza estrellarse contra
el suelo. Ellos creen saberlo todo de la violencia pero no saben nada porque
nunca han sentido latir a la violencia en sus manos ni siquiera han tocado
nunca una pistola. La violencia es sagrada, la violencia es sagrada, por eso
todos las ansían con desesperación. Ellos no te han visto asesinar con tus
propias manos a los veintisiete caimanes que llevaba prendidos en el pelo
ellos no te han visto hermoso, violento, adolescente. Ellos no te han visto
desobedecer al partido porque no importa nada más que la muerte no lo entienden
pero no importa nada más que la muerte ellos no te han visto despreciar la
revolución. Ellos no te han visto dibujando los planos de Petrogrado sobre la piel de mi brazo amándome con la fuerza de algún extraño fenómeno natural haciendo que nuestros cuerpos se atraigan de una forma casi cósmica. Eres tan hermoso que Moscú no puede soportar tu belleza y manda a
sus perros tras tus pasos eres tan hermoso que nadie puede soportar tu belleza eres el ángel que debe exterminar la belleza del mundo. Ellos no te han visto
manejando las formulas alquímicas del incendio asesinando al marido de tu
amante cayéndote por las calles de París con los alcoholes de la absenta
empapando tus pulmones. Eras tan hermoso con los ojos llenos de nieve con los
ojos llenos de atentados celestes con los ojos llenos de muerte. Eras tan
hermoso que no pudieron soportar tu belleza y te arrojaron desde la ventana
como se arroja a los ángeles y yo ese 7 de mayo de 1925 escuché un golpe y
salí a la calle y corrí por las calles de Moscú donde la nieve iba a inundar
las aceras durante tres años consecutivos y te busqué por todas las calles pero
las calles estaban hechas de caballos amarillos y los que manejan las hoces no
abren las puertas a los amantes de la desesperación. Me arrodillé y mis pies se
hundían en la nieve y tu cadáver se hundía en la nieve y tus ojos eran tan
hermosos llenos de nieve. Los hubiese matado a todos, hubiese matado a todos
los bolcheviques, a todos los revolucionarios, a todos los proletarios a todos
los miembros del partido.
[Este texto es un juego. En realidad todos los textos lo son, pero éste quizá de forma más consciente. Empecé hace unos días. El juego consiste en escoger a un personaje y una canción o una pista musical. Durante el tiempo que dura la música, hay que escribir como si fuésemos ese personaje, como si estuviésemos dentro de su cerebro. Escribir sin pensar ni detenerse con la puntuación o la gramática. De la forma más automática posible. Cuando acaba la música, el texto no se puede volver a tocar. El de arriba es el primer texto que hice. Como personaje escogí a Dora, integrante del grupo terrorista al que pertenecía Boris Savinkov. Ya sé que he hablado de Savinkov hasta el cansancio, pero para la primera vez que hacía el experimento me resultaba fácil. Como pista musical escogí "Discipline", de Silent Servant]
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