[Nicolas Bruno, de su trabajo sobre la parálisis del sueño]
7 de febrero
Estoy tumbada en el fondo de un
río. La corriente me balancea suavemente, pero tampoco me lleva, porque estoy
sujeta con una especie de hilos verdes que salen de la arena que tengo debajo.
Apenas puedo moverme y me da miedo respirar, aunque pasan los minutos y tampoco
me ahogo. Estoy atrapada y siento verdadero terror. A pesar de que tengo varios
metros de agua por encima de mí, sé dónde estoy. Me he bañado muchas veces en
ese río. No sé cuánto tiempo pasa, pero mi terror no hace más que aumentar. De
repente, veo el cuerpo de alguien que se está bañando en el río, justo encima
de mí. Intento gritar, pero el agua amortigua los sonidos. Lucho por liberar el
brazo derecho de los hilos y consigo romper algunos de ellos, los suficientes
para alzar el brazo e intentar agarrar el tobillo del bañista. Me despierto
cuando le estoy rozando con la punta de los dedos.
8 de febrero
Sueño con el chico del jersey
gris, uno de mis sueños más recurrentes junto con el de la trinchera en el que
me pongo las botas de un muerto. Los sueños con él siempre tienen algo de
inquietante y esta vez no es una excepción. El chico va vestido como siempre,
con su jersey de rombos y sus pantalones de pana. También lleva el mismo corte
de pelo de siempre, como sacado de algún momento de mediados de los setenta.
Esta vez estamos en una sala de paredes blancas, como un hospital o un centro
de salud. Llevo puesto una de esas batas blancas de los enfermos y tengo el
pelo suelto. Él está a unos metros de mí, haciéndome fotografías. Estoy
nerviosa y no puedo quedarme quieta, así que él deja la cámara a un lado y me
grita que me esté quieta con una voz muy enfadada. Cuando me despierto estoy
completamente rígida y me duele todo el cuerpo.
9 de febrero
Estoy en un supermercado enorme.
Empujo un carro por pasillos interminables, todos vacíos. No encuentro la
salida y cada vez me voy angustiando más. doy vueltas y vueltas, pero todos los
pasillos me parecen iguales. Me da la sensación de que estoy andando en
círculos, porque siempre veo los mismos productos.
24 de febrero
Ian Curtis empieza a cantar, y de repente una cascada enorme de agua inunda Madrid entero. Mucha gente se ahoga, pero yo consigo salir a la superficie. La corriente me ha arrastrado hasta Plaza de España, donde encuentro la cornisa de un edificio a la que poder subirme. A mis pies todo está inundado, pero la música de Curtis sigue sonando, como uno de esos extraños hums que se graban por la noche en las ciudades.
12 de marzo
Tengo la piel llena de tatuajes.
Todos son de insectos enormes y preciosos. En el gemelo derecho tengo un
escarabajo y en el izquierdo una mantis religiosa. En la espalda tengo un
saltamontes y una libélula. El pecho lo tengo lleno de polillas gigantes. En
los brazos tengo insectos extraños, ya extinguidos. Los tatuajes son tan
realistas que la gente se aparta hasta que se da cuenta de que solo son
dibujos. Siento latir a los insectos debajo de la piel, pero es una sensación
agradable. Como si me protegiesen.
16 de marzo
Sueño con mi perro. Se sube a la
cama donde estoy durmiendo y se echa sobre mis pies. Nunca le dejaba hacer eso
porque pesaba demasiado y lo manchaba todo, pero en el sueño me resulta
agradable. Me despierto en mitad de la noche y me da la sensación de que
todavía siento el peso en los pies durante un buen rato.
Quiero a Curtis en mis sueños, lo quiero cantando Shes lost control, o algunas de esas en las que podemos perder la cabeza en el pogo. Un abrazo.
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