Hace unos días se publicaba el tercer número de la revista Estudios. El año pasado ya colaboré en ella con un artículo llamado "Hartémonos de amor ya que no podemos hartarnos de pan" que se ha difundido bastante a través de la red. En él hacía un repaso de cómo el anarquismo siempre se había ocupado de todo lo relacionado con el sexo y la sexualidad, llevando la iniciativa en la reflexión de temas como los métodos anticonceptivos, la familia, el amor o la maternidad consciente. En el artículo también proponía volver a recuperar esa iniciativa, porque la sexualidad es uno de los escenarios claves de la dominación. El disciplinamiento de los cuerpos, y especialmente de la sexualidad (entendida en un sentido amplio como los deseos, los afectos, las fantasías, las prácticas, etc.) es una de las estrategias claves con las que cuenta el sistema en la actualidad para imponer unas determinadas relaciones de poder y de dominación. Como dicen los de Tiqqun, el capitalismo no es el FMI o el BCE: el capitalismo es sobre todo un poder de fascinación, un ideal de seducción, una promesa de paraíso en la tierra, y esa promesa tiene mucho que ver con unas determinadas ideas sobre la sexualidad y los cuerpos. El amor se ha convertido en una máquina de guerra, y la están utilizando contra nosotros.
Siguiendo con esa línea de recuperar la reflexión sobre la sexualidad, el artículo de este año trata sobre la etapa de la infancia. En concreto sobre cómo el discurso de los abusos infantiles que tanto oímos repetido en los medios una y otra vez esconde una voluntad de control social, un método de disciplinamiento. Bajo una supuesta intención de proteger a los niños, lo que se esconde es la repetición constante de una única idea: la asociación del sexo con el peligro. Esa idea nos la repetirán a lo largo de toda la vida (charlas sobre sexualidad que únicamente tratan de enfermedades de transmisión sexual y embarazos no deseados, películas en las que la víctima siempre es una mujer a la que han violado, asesinos en serie que fueron abusados sexualmente de pequeños, etc), pero se empieza a fijar en una etapa clave para la sexualidad como es la infancia. Esto no significa que los abusos no existan, pero sí que la continua repetición de ese discurso cumple unos objetivos que no tienen que ver con proteger a los niños. Así, consiguen convertir nuestra vida sexual en algo miserable, algo así como una gestión de los genitales de otra persona. El sexo pasa a convertirse en una especie de trabajo, y como todo trabajo es aburrido, monótono y alienante. La dominación se ha introducido así en todos los resquicios de nuestra existencia.
Por si queréis leerla, la revista entera está en libre descarga AQUÍ.
Un lujazo de artículo.
ResponderEliminarPEPINO
ResponderEliminar