Hace ya algunos días se publicó un libro precioso, uno de esos que se te atraviesan en la garganta y te llenan los pulmones de nudos. No he hablado de él hasta ahora porque me ha costado deshacerlos y poder volver a respirar. El libro es una antología de poesía en la que los poemas son acompañados de fotografías bellas y escalofriantes de la también bella y escalofriante Dara Scully, que además ha coordinado la selección y maquetado el libro. Me invitó a participar y yo envié un cuento. He copiado el cuento más abajo, pero leed el libro entero porque hay poemas alucinantes, y además está pensado para ver todo el conjunto, con las fotografías. Está colgado entero en issuu, así que para verlo basta con hacer click aquí.
"Viento del norte
Cada vez que el viento del norte congelaba el agua de los
pozos, la muchacha de labios morados acudía al bosque y daba a luz a un niño.
Un niño diminuto como las crías de la comadreja o como las larvas que los
santos colocan en los oídos de los hombres. La maleza recogía al niño y lo
alimentaba con la leche blanquecina que manaba del interior de las plantas y
con las alas transparentes de los insectos. Pero la leche que manaba de las
plantas y las alas de los insectos eran amargas. Por eso los niños crecían con
los huesos frágiles y los cabellos quebradizos. Por eso conocían la pureza, que
es amarga como el sudor de los hermanos que duermen en el mismo lecho,
como el llanto de los
adolescentes que mueren pisoteados por los ciervos
como las oraciones de los que
rezan arrodillados delante del espejo mientras los ángeles flotan en la cocina
como los lamentos de las novicias
cuando el mecánico ajusta sus paladares postizos o aprieta las correas de sus
camisas de fuerza
como las súplicas de los mancos
en estado de hipnosis cuyos dedos fueron devorados por las cenizas
como los cantos de los cordeleros
de manos temblorosas que fabrican las sogas de los condenados.
Con el paso de los inviernos, los
niños crecían acunados por la maleza. Nunca abandonaban el bosque, pues la
maleza es engañosa como el calor de los invernaderos y celosa como los novios
ciegos que abrillantan sus botines cuando cae la noche. Solo uno de ellos se
atrevió a salir del bosque, pero el que conoce la pureza no puede pronunciar en
voz alta los nombres de los árboles ni conoce las señales de la pestilencia. Al
cabo de unos instantes, se encontró rodeado por un enjambre de moscas, a causa
del cual perdió la razón durante tres años."
Layla Martínez
Tus ramas/ mis huesos
Y esta rama ya es preciosa. Un abrazo.
ResponderEliminarTú sí que eres bella.
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