sábado, 11 de mayo de 2013

viento del norte// "Tus ramas/ mis huesos"




Hace ya algunos días se publicó un libro precioso, uno de esos que se te atraviesan en la garganta y te llenan los pulmones de nudos. No he hablado de él hasta ahora porque me ha costado deshacerlos y poder volver a respirar. El libro es una antología de poesía en la que los poemas son acompañados de fotografías bellas y escalofriantes de la también bella y escalofriante Dara Scully, que además ha coordinado la selección y maquetado el libro. Me invitó a participar y yo envié un cuento. He copiado el cuento más abajo, pero leed el libro entero porque hay poemas alucinantes, y además está pensado para ver todo el conjunto, con las fotografías. Está colgado entero en issuu, así que para verlo basta con hacer click aquí. 



"Viento del norte


Cada vez que el viento del norte congelaba el agua de los pozos, la muchacha de labios morados acudía al bosque y daba a luz a un niño. Un niño diminuto como las crías de la comadreja o como las larvas que los santos colocan en los oídos de los hombres. La maleza recogía al niño y lo alimentaba con la leche blanquecina que manaba del interior de las plantas y con las alas transparentes de los insectos. Pero la leche que manaba de las plantas y las alas de los insectos eran amargas. Por eso los niños crecían con los huesos frágiles y los cabellos quebradizos. Por eso conocían la pureza, que es amarga como el sudor de los hermanos que duermen en el mismo lecho,

como el llanto de los adolescentes que mueren pisoteados por los ciervos

como las oraciones de los que rezan arrodillados delante del espejo mientras los ángeles flotan en la cocina

como los lamentos de las novicias cuando el mecánico ajusta sus paladares postizos o aprieta las correas de sus camisas de fuerza

como las súplicas de los mancos en estado de hipnosis cuyos dedos fueron devorados por las cenizas

como los cantos de los cordeleros de manos temblorosas que fabrican las sogas de los condenados.

Con el paso de los inviernos, los niños crecían acunados por la maleza. Nunca abandonaban el bosque, pues la maleza es engañosa como el calor de los invernaderos y celosa como los novios ciegos que abrillantan sus botines cuando cae la noche. Solo uno de ellos se atrevió a salir del bosque, pero el que conoce la pureza no puede pronunciar en voz alta los nombres de los árboles ni conoce las señales de la pestilencia. Al cabo de unos instantes, se encontró rodeado por un enjambre de moscas, a causa del cual perdió la razón durante tres años."


Layla Martínez
Tus ramas/ mis huesos

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