Pertenezco a un viejo grupo/ de poetas mejicanos/ pero todos estamos muertos. Caminamos por el borde de los estanques hasta que oímos los susurros de los saltamontes, que nos advirtieron del peligro de morir lanzando nuestros intestinos al aire. Pero no los escuché. Repetí los errores de mis antecesores/ uno a uno/ como una liturgia y acabé muriendo como mueren todos los poetas mejicanos: llevando una cabeza de vencejo en una bolsa para que no nos engañen los vendedores de lámparas. Ahora duermo debajo de la cama, intentando que los pies no sobresalgan para que no se asuste mi mujer. Pero ¿de qué nos quejamos, amigos?/ cantemos canciones.
[los versos en cursiva pertenecen al poemario Días, horas, minutos y segundos, de Jesús Suárez González. El libro se puede descargar gratis en la biblioteca del blog]
Interesante mezcla de poesía y vértigo.
ResponderEliminarQué bella imagen
ResponderEliminarllevando una cabeza de vencejo en una bolsa para que no nos engañen los vendedores de lámparas
ResponderEliminar!
Los poetas mexicanos siempre van en manada
ResponderEliminarMe gusta. Me encanta.
ResponderEliminarHace unos meses murió mi poeta mexicano. Aquél al que elijo como 'mi' Y todo está bien. Todo está bien..
L.
Sauldos, Layla. :)
Millones de gracias.
ResponderEliminarCantemos.
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