Aquí van mis descubrimientos de este año. En mi cabeza tiene forma de mapa, porque suelo leer por temas o por hilos de libros que me llevan a otros libros. Por eso algunos aparecen ordenados dentro de grupos y la mayoría no han sido publicados en 2016. Ojalá os dé alguna que otra pista interesante.
- Humboldt, Thoreau y los transcendentalistas americanos. Me resulta difícil describir lo que significa Thoreau para mí. Le leo desde varios años y siempre que acabo un libro suyo tengo la misma sensación: un enorme consuelo. En medio de la devastación que supone nuestra vida cotidiana, creo que es lo mejor que se puede decir de un autor. Un maestro, sin duda. Este año, además, mis investigaciones autodidactas sobre el territorio y sus luchas me han llevado a indagar sobre los transcendentalistas americanos. Quizá Thoreau sea el más representativo del movimiento, pero autores como Emerson, William Morris, Mary Louis Alcott o Whalt Whitman también pertenecieron a él. Leí "Canto a mí mismo", de Whitman, muy lejos de casa y cuando necesitaba toda la luz que emanaba el libro, y allí estaba, en el suelo de un bar. Después llego Alexander Von Humboldt y la enorme biografía que ha escrito Andrea Wulf (Taurus, 2016). Humboldt es una figura inabarcable, grandiosa. Inventó el concepto de ecosistema y la idea de que todos los elementos de la naturaleza están profundamente interrelacionados; fue un feroz antiesclavista y antirracista en un momento en que los científicos proclamaban la superioridad de la raza blanca; antecedió las ideas sobre el cambio climático y sobre las consecuencias de la intervención humana en la naturaleza; dio a Darwin las claves para que desarrollase "El origen de las especies"; viajó incansablemente hasta el fin de sus días; empujó literalmente a Simón Bolívar a la insurrección contra los españoles; catalogó más de 2.000 especies vegetales que en Europa eran desconocidas y dio cuenta de la existencia de la corriente marina que hoy lleva su nombre (aunque se enfadó enormemente cuando la llamaron así porque decía que los pescadores de la zona ya sabían que existía hace siglos).
- Nawal Al- Saadawi, Annie Ernaux y Silvia Plath. Este año he leído también "Mujer en punto cero", "La mujer helada" y "La campana de cristal". Los tres son libros parecidos en muchos sentidos, sobre todo porque los tres novelan experiencias reales de sus autoras. Todas ellas vivencias devastadoras, aunque en épocas y lugares muy distintos. "Mujer en punto cero" (Horas y horas, 1994) es el relato de una mujer que va a ser ejecutada la mañana siguiente y decide contarle a Al-Saadawi, que entonces era psiquiatra en ese centro penitenciario, cómo ha sido su vida y por qué ha hecho lo que ha hecho. "La mujer helada" (Cabaret Voltaire, 2016) relata la vida cotidiana de la autora, marcada por la violencia que significa ser mujer en la Francia contemporánea. No es una violencia explícita, no hay grandes agresiones, sino un enorme agujero vacío, un profundo desgarro. Lloré mucho con ella, es uno de los libros que más me ha afectado de todos los que he leído este año. "La campana de cristal" (Edhasa, 2015) se centra más en la violencia institucional, en los electroshocks y los tratamientos psiquiátricos. Algo que podría parecer lejano pero que no lo es ni mucho menos, basta con echarle un vistazo a los protocolos de contención involuntaria que se utilizan hoy en día.
- Laberintos cerebrales. En este apartado hay dos ensayos clave y una serie de relatos. Los ensayos son el colosal "Ciclonopedia" (Materia Oscura, 2016), del autor iraní Reza Negarestani, y el salvaje "Homo Tenius" (Gasmask, 2016), de Francisco Jota-Pérez. Son dos libros difíciles de describir, "Cyclonopedia" es un tratado de demonología de la antigua asiria, pero también pero también un ensayo sobre el petróleo, un falso diario, un libro sobre lingüística, un manifiesto con las claves del terrorismo yihadista. “Homo tenius” trata sobre la infiltración de las leyendas urbanas en nuestro subconsciente, sobre qué es exactamente eso que llamamos Realidad, sobre las hipersticiones y la forma en que las profecías culturales acaban cumpliéndose. Los relatos que también se incluyen en este apartado son los que conforman la serie creada por Damián Cordones: "Humanos de raza gris", "Fractal", "Lugar baldío en cabeza humana" y "Submania", todos autoeditados. Los cuatro textos forman parte de un único universo, algo que podríamos situar en algún rincón podrido de nuestro bulbo raquídeo. Personajes que están encerrados en edificios perdidos, pero sobre todo en el interior de su propia cabeza, y geografías desoladoras tanto dentro como fuera de la piel. Una rareza y una maravilla.
- Shirley Jackson y Carlton Melick. Uno de los libros que más he disfrutado este año ha sido "Siempre hemos vivido en el castillo" (Minúscula, 2012), un pequeño cuento victoriano profundamente oscuro y perturbador pero también a veces infantil y tierno. Magia, envenenamientos, retorcidas relaciones familiares, casas que arden, paranoia, asesinatos. En cierto sentido me ha recordado a "La casa de las arenas movedizas", de Carlton Melick (Orciny Press, 2016). La trama no tiene puntos en común, pero los dos libros comparten esa atmósfera enormemente opresiva y a la vez esa mirada inocente e infantil que hace todavía más enfermiza la pestilencia que impregna toda la historia.
- Viajes en el tiempo y el espacio. El lugar en el que más tiempo he pasado dentro del mapa de lecturas de este año ha sido en Marte. La trilogía completa son aproximadamente unas 2.400 páginas y en ellas se narra toda la odisea de la conquista de Marte desde la llegada de los primeros colonos. A medida que lo vas leyendo, tienes la sensación de que Kim Stanley Robinson ha escrito mucho más que una novela, que de alguna manera ha conseguido saber cómo va a desarrollarse la conquista del planeta. Jorge Fernández Gonzalo no lo ha incluido dentro de su "Guía perversa del viajero en el tiempo" (Sans Soleil, 2016), pero probablemente debería. En todo caso, su Guía es una auténtica pasada. Si sois capaces de imaginaros a Zizek conduciendo el DeLorean tendréis una primera aproximación a este ensayo, pero el texto es mucho más: Derrida, El planeta de los simios, Terminator, Foucault, Regreso al futuro, Doce monos, crotopías, uncrocías, revoluciones.
- Virginia Wolf. No os voy a decir nada que no sepáis sobre Virginia Woolf, pero no había leído nada de ella hasta este año y por fin he saldado esa cuenta. Elegí "Orlando" y disfruté cada una de sus páginas. "Orlando" es la historia de alguien vive cinco siglos como hombre y como mujer, sin dejar de ser la misma persona. Woolf consigue tratar temas como la sexualidad femenina, la homosexualidad, la transexualidad o el papel de la mujer en la sociedad con un punto de vista irónico, creando una sátira de todo lo que la rodea.
- Patrick Harpur. En Harpur me he encontrado un autor enormemente lúcido, un guía capaz de guiarnos por el fondo del precipicio. Si "Realidad daimónica" es bueno, "El fuego secreto de los filósofos" y "La tradición oculta del alma" son deslumbrantes. Enormemente profundo, Harpur ha construido una obra erudita y fascinante, una especie de lámpara capaz de iluminar recovecos oscuros del interior de nuestro cerebro. Todos han sido editados en castellano por Atalanta.
- Edward Abbey. La lectura de "El solitario del desierto" (Capitán Swing, 2016) está muy relacionada con el estudio de las luchas en torno al territorio de las que hablaba al principio, pero he decidido ponerlo de forma independiente por lo que ha representado para mí Abbey en estos últimos años. Como Thoureau, Abbey también es un maestro, una especie de consejero al que vuelvo cada vez que necesito encontrar el norte de nuevo. Entre los dos autores hay muchas más similitudes de los que parece: más allá de sus escritos sobre paseos invernales y pájaros, Thoureau también es el rabioso antiesclavista, el hombre que prefiere entrar en la cárcel a realizar algo que considera injusto, el que llama a la desobediencia y la resistencia frente a la autoridad y la tiranía. Y ahí se encuentra con Abbey, una especie de vaquero ácrata que va cargado con unas tenazas para permitir que los búfalos pasen por sus antiguos caminos migratorios. Si "La banda de la tenaza" era bueno, "El solitario del desierto" es aún mejor porque Abbey abandona la ficción para contar, con su mirada irónica y mordaz, los meses que pasó en medio del desierto.
- Poesía. He dejado para el final la poesía porque para mí representa un territorio propio, un lugar al que vuelvo una y otra vez. Este año he leído auténticas maravillas. Quizá la mejor de todas ellas, por lo que representa, sea el "Suicidio y el canto" (Ediciones del Oriente y el Mediterráneo, 2002), una recopilación de los poemas orales compuestos por las mujeres de la etnia pastún en Afganistán. En ellos hablan de su deseo erótico, de los cuerpos de sus amantes, de la violencia que sufren, del suicidio y el llanto. Pero también se ríen de los maridos con los que las han casado, se burlan de que no puedan satisfacerlas por ser demasiado jóvenes o demasiado viejos, de que no enteren de las entradas nocturnas del amante en la alcoba. Una auténtica maravilla, a ratos divertido y ratos enormemente triste y cruel. Otro descubrimiento de este año ha sido "Nuevo nacimiento", de la poeta iraní Forugh Farrozjad (Ediciones del Oriente y el Mediterráneo, 2004). Farraj construye una poética desoladora y hermosa, sencilla y a la ver enormemente rica en simbolismo. Este año ha sido además el año de "La paciencia de los árboles" (LeTour, 2015), de María Sotomayor, que he leído cuatro veces ya; "El nombre de los hombres" (Baile del sol, 2016), de Juan Cruz López; "Tuscumbia", de Lola Nieto (Harpo, 2016), "El tísico bolchevique", de Giovanni Collazos (Ruleta Rusa, 2016), y"Mono", de Marco Antonio Raya (Garúa, 2016). "Mono" y "Tuscumbia" suponen la construcción de un universo propio, extraño y deslumbrante. "El nombre de los hombres" y "El tísico bolchevique", en cambio, son obras exuberantes, cargadas de referencias y enormemente ricas. Cualquiera de ellas es una auténtica pasada.